El dominio del relato
La Habitaci¨®n Roja exhibe su vena m¨¢s l¨ªrica en el segundo de los conciertos por su 25 aniversario en el Teatre Principal de Val¨¨ncia
Las buenas historias suelen contar con apertura, desarrollo y desenlace. En el caso de La Habitaci¨®n Roja, lo ¨²ltimo ¡ªesto es, el desenlace¡ª se antoja incierto y seguramente (ojal¨¢) tarde mucho en llegar, por mucho que Jorge Mart¨ª y Jose Marco, n¨²cleo duro original del quinteto de L¡¯Eliana (anoche ampliado a sexteto con Edu Mart¨ªnez, antiguo teclista), est¨¦n a punto de cumplir esa edad, los 49, en la que, en una era muy remota, a Mick Jagger y Keith Richards ya se les daba por amortizados viejales. Lo importante, en cualquier caso, es dominar las claves de ese concepto que tanto se manosea en la pol¨ªtica de nuestro tiempo y tanto escasea, a la vez, en un substrato creativo tan discontinuo, intermitente y sometido a distorsiones como es el del pop y el rock valenciano: el relato. El dichoso relato. Y de eso van sobrados. No solo por cumplir 25 a?os ininterrumpidos en el tajo, sino por haberlo celebrado con dos noches consecutivas en el Teatre Principal que han sido concebidas como un recorrido cronol¨®gico por las diferentes fases de la banda: algo que permite no solo testar su evoluci¨®n sobre el escenario como si ese cuarto de siglo pasara en apenas un soplo (dos horas y media), sino que tambi¨¦n otorga valor a?adido cuando hablamos de un grupo en el que las canciones, siendo para ellos pr¨¢cticamente todo, podr¨ªan ser perfectamente intercambiables sin entrar en consideraciones de a?ada creativa. Algo que, por otra parte, ya hacen en cualquiera de los muchos festivales que han pisado. Esto era, definitivamente, otra cosa. Por mucho que siempre haya quien eche a faltar esta canci¨®n o la otra. Inevitable. Hasta ¡°Albufera¡± cay¨®, aunque fuera casi accapella y en unos segundos.
Vivimos un tiempo muy raro, sometidos a bolos en los que al p¨²blico casi le averg¨¹enza ponerse en pie para bailar, en el que los m¨²sicos andan ligados a un formato indoor tan escrupulosamente higi¨¦nico y liofilizado, en recintos solemnes, en el que las guitarras apenas mordisquean, las bater¨ªas resuenan amortiguadas y la falta de engrase tras meses de inactividad pone sordina a esa ebullici¨®n esc¨¦nica que siempre llega al ralent¨ª. Por lo que se agradece mucho que La Habitaci¨®n Roja, a falta de esa combusti¨®n r¨¢pida que nos procuran en festivales como los que este a?o ya no podr¨¢n engrosar, brindaran su vis m¨¢s l¨ªrica a golpe de valiosos rescates del pasado. Al fin y al cabo, son hijos de una m¨²sica que inyect¨® melancol¨ªa a l¨ªneas mel¨®dicas contagiosas: la que acu?aban R.E.M. o The Smiths, canciones tristes para ponerte contento, en afortunada definici¨®n propia. Sin la existencia de los segundos, dif¨ªcilmente se entender¨ªa Fot¨®grafo del alma, uno de los mejores rescates de una noche por la que tambi¨¦n desfilaron Largometraje, Polideportivo, El hombre del espacio interior, 23 (con la voz Judit Casado), El eje del mal, Annapurna, Younger (con la voz de Pablo Maronda), Ayer ¡ªsiempre un punto de inflexi¨®n ¡ª, La moneda en el aire o Volver¨¢s a brillar.
Fue una emotiva noche de recuerdos, de cercan¨ªa con la parroquia m¨¢s fiel, de canciones como soles, en las que siempre destaca una impronta mel¨®dica que refulge, y que remarcan una trayectoria con sus picos y sus valles ¨C como cualquiera que rebase dos d¨¦cadas ¨C, a la que a¨²n le queda buena mecha por delante: Quiero, Patria o Las canciones, todas cosecha de 2020, mezclaron en la recta final con Mi habitaci¨®n o Indestructibles, augurando mucho recorrido todav¨ªa a una banda que siempre ha sido consecuente con sus principios.
A por otros 25.
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