Esa conjura que anda por ah¨ª
Argentina recoge el testigo de la intensidad intelectual de Francia
Imagin¨¦ que llegaba a una ciudad fr¨ªa, glacial, que me recordaba la Alphaville de Godard. Hab¨ªa sido contactado por un secreto grupo extranjero y en un momento determinado entraba en una cabina y hablaba con una operadora que me repet¨ªa varias veces que no le estaba permitido darme determinada informaci¨®n. Aquella telefonista se habr¨ªa llevado una buena sorpresa de saber qu¨¦ en realidad yo s¨®lo buscaba confirmar mi intuici¨®n, mi sospecha, de que si durante a?os Francia hab¨ªa sido el ¨²nico pa¨ªs literario del mundo, ¨²ltimamente el culto a la literatura se hab¨ªa desplazado a diferentes territorios, algunos m¨¢s flotantes que terrenales. Uno de ellos ¡ªconjetur¨¦ consciente de que segu¨ªa imaginando¡ª ten¨ªa el aire de una conjura argentina, pero ¨¦sta, aun manteni¨¦ndose en un registro discreto, parec¨ªa internacional y era particularmente activa a la hora de recoger el testigo de la intensidad intelectual de Francia.
Cuando lo imaginado ces¨® de golpe, lament¨¦ tanto que hubiera quedado todo interrumpido que al final logr¨¦ seguir imaginando, es decir, sospechando libremente, sin reprimirme. Y al conjeturar cada vez m¨¢s a fondo sobre esa conjura que para m¨ª era como algo o alguien que andaba por ah¨ª, fui viendo que ¨¦sta pod¨ªa estar inspir¨¢ndose en una conspiraci¨®n que hab¨ªa cre¨ªdo detectar en m¨¢s de una ocasi¨®n en obras de autores bien distintos entre ellos, pero unidos por su af¨¢n de no traicionar las esencias de lo que un d¨ªa llamamos literatura: escrituras de Schweblin, Mairal, Chitarroni, Tabarovsky, Sarlo, Fres¨¢n, Mavrakis, Cohen, Gainza, Becerra, Schierloh, Caparr¨®s, Molloy, Sagasti, Pron, Moreno, Sabbatella, Berti, Zooey, S¨¢ndez, Pauls, Cozarinsky, Almada, entre tantas otras.
Y cre¨ª entonces caer en la cuenta de que lo imaginado, incluidas mis c¨¢balas acerca de una conjura et¨¦rea e internacional, proced¨ªan del d¨ªa en que Sergio Chejfec hab¨ªa respondido as¨ª en Caracas en 2007 a la pregunta de c¨®mo ve¨ªa desde fuera la literatura argentina: ¡°Saer, Aira, Libertella, la recuperaci¨®n cr¨ªtica de Osvaldo Lamborghini, todo eso impact¨® en t¨¦rminos de actitud. Se volvi¨® a la idea de que no es necesario contar con demasiados protocolos y autorizaciones simb¨®licas para hacer literatura. Es un modo de escribir que aparece sin pedir permiso¡±.
Hab¨ªa sido aquel ¡°sin pedir permiso¡± el que me hab¨ªa abierto los ojos y el que, con el tiempo, me hab¨ªa llevado hasta aquella ciudad glacial que me recordaba Alphaville, donde una telefonista actuaba ahora como si temiera que acabara recabando m¨¢s informaci¨®n sobre aquel complot surgido sin la autorizaci¨®n de Francia y que s¨®lo hab¨ªa yo intuido o, si lo prefieren, imaginado: una conjura fundada por lectores que con los d¨ªas se habr¨ªan ido transformando en cr¨ªticos que a su vez habr¨ªan comprendido que, si quer¨ªan honrar a la literatura, ten¨ªan que perderse ejemplarmente por la llamada ¡°senda del cr¨ªtico Barthes¡± y convertirse directamente en escritores; es decir, bajar al ruedo y prolongar, por otros medios, aquello que siempre estuvo en juego en la literatura.
Babelia
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