Todas las almas (de la ciencia)
En las ¨²ltimas d¨¦cadas, Richard Dawkins se ha erigido en el sumo pont¨ªfice de la ciencia
![Richard Dawkins, en 2009, cuando fue investido doctor 'honoris causa' por la Universidad de Valencia.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/WWARTLTSZVRJCCUJWPLAJXB7LQ.jpg?auth=c0598bfd3a5d0b41d07517f8bebedd4d432ca1efba66756da55df174bc6c7225&width=414)
En las ¨²ltimas d¨¦cadas, Richard Dawkins se ha erigido en el sumo pont¨ªfice de la Ciencia. As¨ª, con may¨²scula y en singular. Cree y hace creer que la Ciencia es una, santa, cat¨®lica y apost¨®lica, reproduciendo algunas de las viejas man¨ªas del monote¨ªsmo. Ante sus proclamas, los que somos paganos y pluralistas no tenemos otra opci¨®n que protestar. Las ciencias son muchas y variadas, como muchas y variadas son las culturas cient¨ªficas y los m¨¦todos que utilizan. Las ciencias, cada una de ellas, ofrecen su propia visi¨®n del mundo, y esas visiones no tienen por qu¨¦ ser coherentes y de hecho no lo son. Pensemos en el mundo regido por leyes matem¨¢ticas, con el que so?¨® Galileo y que hoy hace efectivo el big data, y la evoluci¨®n azarosa del neodarwinismo, qu¨¦ mundos tan distintos proyectan e imaginan. Las ciencias conviven unas con otras y no se escandalizan por sus miradas divergentes. Hay un pacto entre caballeros, no escrito, que b¨¢sicamente consiste en no meterse en coto ajeno. A fin de cuentas, los cient¨ªficos son gente disciplinada, aunque no alcancen los niveles de obediencia de los jesuitas. A ello se a?ade el desconocimiento profundo sobre lo que se hace en otros campos e incluso en el mismo campo entre especialidades, de ah¨ª que una misma disciplina puede dibujar mundos diversos y hasta contradictorios. La medicina cubana dista mucho de la anglosajona, y esta de la rusa. Y no solo en sus m¨¦todos, tambi¨¦n en sus presupuestos. Los fil¨®sofos insistimos en que toda ciencia, cualquiera que ¨¦sta sea, presupone una antropolog¨ªa, una concepci¨®n de lo humano. Y es claro que las antropolog¨ªas son tan diversas como los pueblos.
En un reciente comunicado, la OMS ha incluido el chi entre las posibles causas de enfermedad. El chi, seg¨²n la medicina tradicional china, es la energ¨ªa inmaterial que recorre el organismo, lo que contradice el paradigma materialista, dominante en medicina moderna. Nuestros m¨¦dicos no han tardado en protestar, aduciendo que ni las hierbas ni las agujas demuestran ser una alternativa fiable a la medicina basada en la investigaci¨®n cient¨ªfica. Como si esa investigaci¨®n fuera solo la nuestra y no la de ellos. El nacionalismo cient¨ªfico, como el pol¨ªtico, est¨¢ a la orden del d¨ªa.
La escala de observaci¨®n, que es cultural, crea el fen¨®meno. Lo que un nepal¨ª ve en la monta?a no lo ve un bosquimano
Otro factor que contribuye a la colonizaci¨®n intelectual es la idea de un ¡°m¨¦todo cient¨ªfico¡±, que est¨¢ bien para las clases de secundaria, pero que no conviene extrapolarla m¨¢s all¨¢. A esta se a?ade la idea de unas ¡°leyes de la naturaleza¡±, eco de las que Mois¨¦s descarg¨® del Sina¨ª. Respecto a la vigencia de dichas leyes, no est¨¢ de m¨¢s recordar una an¨¦cdota muy conocida entre los historiadores de la ciencia. Niels Bohr dirig¨ªa en Copenhague el laboratorio m¨¢s avanzado del mundo en ese delirio consensuado que es la f¨ªsica cu¨¢ntica. A ¨¦l acudi¨® un joven brillante, llamado Werner Heisenberg. El genio alem¨¢n cre¨® un modelo matem¨¢tico para el ¨¢tomo de hidr¨®geno, que asombr¨® a todos por su elegancia matem¨¢tica. Hab¨ªa, sin embargo, un peque?o problema. El modelo violaba el principio de conservaci¨®n de la energ¨ªa, la ley fundamental de la f¨ªsica. Bohr, que era otro genio, acept¨® el envite del germano y contest¨® con una frase que hubiera firmado Whitehead: ¡°Bueno, quiz¨¢ en el mundo subat¨®mico esa ley no se cumpla¡±. La escala de observaci¨®n crea el fen¨®meno. Y la escala de observaci¨®n, como sabemos, es tambi¨¦n cultural, hist¨®rica e idiosincr¨¢sica. Lo que un nepal¨ª ve en la monta?a no lo ve un bosquimano.
Las ciencias, esa es su magia, pueden avanzar gracias a la flexibilidad de sus m¨¦todos. Si no hay anest¨¦sicos, se recurre a la hipnosis. Como dec¨ªa Wittgenstein, la exactitud depende de nuestros intereses. La imaginaci¨®n de Einstein iba por delante de sus matem¨¢ticas (que no dominaba), y si se hubiera sometido al dogma de Galileo, la relatividad general nunca hubiera visto la luz. La f¨ªsica cu¨¢ntica nos ense?a que esa ¡°escala de observaci¨®n¡± necesariamente incluye al observador. Donde uno ve un tumor, otro puede ver un demonio. El asunto es c¨®mo combatirlos. Promulgar y defender la unicidad del m¨¦todo es una forma m¨¢s, la ¨²ltima, de imponer lucrativos monopolios. Pero las ciencias, como cualquier investigaci¨®n genuina, no admiten exclusividades. En estos tiempos es los que las grandes corporaciones del big data tratan de imponer el ¨²ltimo y definitivo monopolio, la uniformizaci¨®n total del deseo y el pensamiento, no est¨¢ de m¨¢s recordar a Leibniz, genial cient¨ªfico y humanista. Leibniz ten¨ªa una idea particular de lo real, antimoderna y antipuritana. Cualquier cosa que digamos de eso que llamamos realidad es cierta. Lo que es falso es lo que le negamos. Gracias a ese car¨¢cter rico y poli¨¦drico de la realidad, hay tantas ciencias como acuerdos de la inteligencia humana.
La ciencia en el alma. Textos escogidos de un racionalista apasionado. Richard Dawkins. Traducci¨®n de Pedro Pacheco Gonz¨¢lez. Espasa, 2019. 512 p¨¢ginas. 21,90 euros.
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