El mensaje suspendido
Es imposible ser un buen artista y a la vez capaz de explicar de manera inteligente tu trabajo
Cuando Macedonio Fern¨¢ndez le hablaba directamente al lector, alcanzaba momentos raros, dir¨ªa que levemente portentosos. En mitad de Papeles de Recienvenido, por ejemplo, dejaba caer de pronto esto: ¡°Por ahora no escribo nada; acost¨²mbrese. Cuando recomience se notar¨¢¡±. Ya no s¨¦ cuantas veces me he re¨ªdo con ese abrupto fragmento, que habitualmente me divierte porque no consigo entenderlo del todo, aunque, en los d¨ªas en que me ocurre lo contrario y en parte lo comprendo, me recuerda lo burda que puede llegar a ser esa creencia de que un novelista se pone a escribir porque tiene "algo que decir".
Claro que a¨²n m¨¢s burda puede ser la creencia de que el novelista sabe de antemano lo que va a decir cuando, a fin de cuentas, antes del trabajo art¨ªstico no hay nada, no hay certeza, no hay tesis, no hay mensaje y, despu¨¦s del mismo, a¨²n se ve m¨¢s claro que tampoco hay nada de todo eso y que creer que el novelista tiene ¡°algo que decir¡± y por tanto ha de buscar una forma de transmitirlo es un error. Porque la forma de transmitirlo es precisamente lo que est¨¢ ah¨ª en juego: esa forma tantas veces oscura que m¨¢s tarde ser¨¢ el contenido incierto del libro.
?Y tan incierto! Pero es que, adem¨¢s, en el hipot¨¦tico caso de que el libro sea buen¨ªsimo, a¨²n va a resultarnos m¨¢s rid¨ªculo tratar de explicarlo, porque es imposible ser un buen artista y a la vez capaz de explicar de manera inteligente tu trabajo. ?Y no hablaba de esto Coetzee cuando dijo que una de las cosas que la gente no suele comprender de los escritores es que uno no empieza por tener algo de lo que escribir y entonces escribe sobre ello, sino que el proceso de escribir propiamente dicho es el que permite al autor descubrir lo que quer¨ªa decir y que normalmente es de contenido incierto?
Quiz¨¢s por todo esto, cada d¨ªa encuentro m¨¢s demencial escuchar a un novelista que, enmara?ado en la promoci¨®n de su novedad, se aviene a contar un argumento, la manida trama de su novela. Y tal vez por eso me divirti¨® una barbaridad, por lo ins¨®lita, la reciente entrevista a Lobo Antunes en P¨¢gina 2, en la que el portugu¨¦s escap¨® de toda referencia a la trama de su (en realidad irresumible) novela diciendo que la hab¨ªa olvidado por completo para poder encontrar nuevas formas y comenzar otra. Fue un momento at¨ªpico y al mismo tiempo cumbre de la historia m¨¢s reciente de nuestra televisi¨®n p¨²blica, y as¨ª me pareci¨® que lo entend¨ªa tambi¨¦n, con su sonrisa c¨®mplice, el entrevistador, ?scar L¨®pez. Fue un momento genial en el que, oyendo a Lobo, volv¨ª a acordarme de lo cargantes que pueden llegar a ser los novelistas que resumen sus tramas y sugieren cuales son sus mensajes. Y s¨ª. Fue todo tan extraordinario que hasta hubo quien crey¨® ver que el mensaje de la novela olvidada de Lobo se mov¨ªa por arriba entre las nubes, suspendido all¨ª en lo alto de la nada. Fue un instante tan perfecto que ni falta le hizo a Lobo preguntarnos si se notaba mucho que hab¨ªa encontrado una nueva forma y que esta, recomenzando a cada momento, iba ya camino de ser el contenido incierto de su nuevo libro.
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