Prohibida la tristeza en la gran noche de Hollywood
El aplastante triunfo de ¡®Par¨¢sitos¡¯ deja un rastro de grandes perdedores. Palomitas org¨¢nicas, cremas hidratantes de cannabis y la cortes¨ªa de la fama ayudan a aliviar la decepci¨®n
Primero, Spike Lee junta las palmas de las manos a la altura del pecho y se inclina levemente en direcci¨®n a la mesa donde est¨¢ sentado el reparto de Par¨¢sitos. Despu¨¦s del saludo, se acerca un poco m¨¢s y, hablando muy despacio, les dice: ¡°Lo que hab¨¦is conseguido es his-t¨®-ri-co. Es momento de celebrar. Todo el mundo tiene que estar contento¡±. Y ahora con las manos hace el gesto de empinarse una botella. Entre agradecidos y un poco aturdidos, los actores coreanos le r¨ªen las bromas al mimo Lee. Nadie parece estar triste esta noche y los que tendr¨ªan m¨¢s razones para estarlo simplemente no han venido a la fiesta. Acabada la gala de los Oscar se han esfumado.
La discreci¨®n siempre ha sido considerada un signo de elegancia, pero en Hollywood es adem¨¢s un buen negocio. A nadie le interesa que le vean en un mal d¨ªa. No es rentable salir enfadado en las fotos de la Governors Ball, la exclusiva fiesta organizada por la Academia despu¨¦s de la entrega de premios. Esto es el mayor escaparate del sue?o dorado. Aqu¨ª se viene a sonre¨ªr, a demostrar que has ganado, a pasear tu ¨¦xito como un talism¨¢n que multiplique m¨¢s y m¨¢s ¨¦xitos.
En una esquina, separado del resto de invitados por una cinta y un equipo de grandullones de seguridad, Brad Pitt celebra su primera estatuilla como actor agitando la melena con unos amigos. Tom Hanks, uno de los perdedores, parece m¨¢s concentrado en la ensalada de berenjena con arroz negro. En otro pasillo y a¨²n con el Oscar en la mano, Joaquin Phoenix abraza a Adam Driver, otro de los derrotados. Phoenix inclina tanto la cabeza y balbucea algo de un modo tan afectado que casi parece que le estuviera explicando a su compa?ero los trucos de su personaje en Joker.
Un par de horas antes, durante el discurso del premio a mejor direcci¨®n ¡ªel comienzo de las sorpresas, que culminar¨ªan con el colof¨®n de mejor pel¨ªcula para Par¨¢sitos, la primera cinta de habla no inglesa que lo logra¡ª Bong Joon-ho hab¨ªa dedicado su triunfo a Martin Scorsese y a Quentin Tarantino. Los llam¨® maestros y provoc¨® que el p¨²blico del teatro Dolby,?en pie, les dedicara una improvisada ovaci¨®n. La respuesta de ambos fue una mezcla de muecas embarazosas, golpes en el pecho y dedos de aprobaci¨®n se?alando al ganador.
Cada uno aspiraba a 10 estatuillas. Solo dos consigui¨® la pel¨ªcula de Tarantino, al que se le ve¨ªa en los descansos de la gala comiendo las palomitas org¨¢nicas que ofrec¨ªa la organizaci¨®n y qui¨¦n sabe si tambi¨¦n recurri¨® a las muestras de crema hidratante a base de CBD ¡ªun compuesto del cannabis con propiedades ansiol¨ªticas¡ª que regalaban en los ba?os para rebajar la tensi¨®n. Scorsese, menos activo, se fue en blanco de la ceremonia. Ninguno de los dos apareci¨® por la fiesta.
¡°Es mucho esfuerzo el que han dedicado. Yo no podr¨ªa fingir que no me importa perder. Creo que si fuera ellos, me pondr¨ªa a llorar¡±, dec¨ªa en la terraza de fumadores Nancy Brandt, la esposa del exfiscal de Nueva York que escribi¨® en 2004 la cr¨®nica en la que se basa el guion de El irland¨¦s. ¡°Conoc¨ª en persona a Frankie ¡ªel mat¨®n de la mafia interpretado por Robert de Niro¡ª y daba miedo. Era muy alto y llevaba siempre ese anillo gigante que le regalaron sus jefes¡±.
De Niro ni si quiera fue finalmente incluido en la terna final de candidatos. Al Pacino llevaba 27 a?os sin estar nominado. Joe Pesci, otros 29. En la misma categor¨ªa, la m¨¢s saturada de estrellas y que terminar¨ªa ganando Pitt, Anthony Hopkins acumulaba 22 a?os sin nominaci¨®n. Y Tom Hanks, 19. Quiz¨¢ por eso de la edad, para demostrar que todav¨ªa estaba en forma, o en un gui?o inesperado a su papel en Forrest Gump?entr¨® como un cicl¨®n en la ceremonia. Casi nada m¨¢s pisar la alfombra roja, se acerc¨® a un grupo de j¨®venes reclutas a Marines invitados como p¨²blico. Se?al¨® a uno de ellos con el dedo, plant¨® las manos en la moqueta mojada y comenz¨® a hacer flexiones.
Hab¨ªa llovido a mediod¨ªa en Los ?ngeles y la entrada el teatro a lo que m¨¢s se parec¨ªa era a un pub brit¨¢nico al aire libre. Si los bares de las islas est¨¢n enmoquetados hasta el ba?o, aqu¨ª la alfombra roja cubre hasta el asfalto que pisan las limusinas. Ante la humedad del suelo, todo se volv¨ªa m¨¢s lento y pastoso. Ellas se arremangaban las faldas de cola, ellos pisaban los charcos con una parsimonia casi zen para no salpicar.
El equipo de Par¨¢sitos lleg¨® pronto. Siguiendo el patr¨®n, andando despacio. Con discreci¨®n, sin salpicar. Y se marcharon tambi¨¦n pronto, aunque m¨¢s acelerados. De camino al ascensor, coreaban el nombre de Bong Joon-ho como si fuera un futbolista o un torero. Con cuatro estatuillas en la mochila y rumbo al barrio coreano de Los ?ngeles, a seguir los consejos de Spike Lee: ¡°Vamos a emborracharnos pero con soju, el sake coreano¡±.
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