Y Devendra Banhart nos sumergi¨® en su microcosmos de felicidad
El yanqui venezolano ejerce de curandero con la gira de ¡®Ma¡¯, su nuevo disco
Devendra es de lo que no hay. En todo. Un artista en teor¨ªa minoritario, de culto, pero que propicia pasionales riadas humanas cada vez que pone el pie en la ciudad. Un trovador poli¨¦drico tan convencido de su capacidad de seducci¨®n como para comenzar el concierto de este martes pl¨¢cidamente sentado mientras sus cinco acompa?antes le escoltan en posici¨®n erguida. Un hombre que no necesita recurrir a la zalamer¨ªa para irradiar encanto, para convertirse en ese amigo c¨®mplice al que cualquiera se abrazar¨ªa despu¨¦s de un d¨ªa manifiestamente mejorable.
Devendra Banhart, su m¨²sica, tiene algo de b¨¢lsamo, de chaleco salvavidas. De boya a la que aferrarse el n¨¢ufrago. ?l mismo lo llamar¨ªa vibra. Los 2.200 espectadores que hab¨ªan agotado desde semanas atr¨¢s las entradas para La Riviera podr¨¢n ahora certificarlo: Banhart despierta vivacidad sin incurrir ni en la chabacaner¨ªa ni en ese pavoroso lugar com¨²n del buenrollismo.
En realidad, lo mejor de este hombre no es su cercan¨ªa, la propensi¨®n a la sonrisa o el buen porte hirsuto, sino esa capacidad para apuntar en distintas direcciones y quedarse siempre muy cerca del centro de la diana (y sin necesidad de imaginarse para ello a ning¨²n p¨¦rfido terrorista isl¨¢mico). Empez¨® con Is This Nice?, lo m¨¢s parecido que encontraremos en mucho tiempo al divino (y eternamente minusvalorado) Harry Nilsson. Pero suceder¨¢ m¨¢s tarde que Taking a Page (tambi¨¦n del reciente ¨¢lbum Ma) conjuga el recitado perezoso a lo Lou Reed con un elogio expl¨ªcito a Carole King, demostraci¨®n de que no hay elementos nocivos en la discoteca de nuestro protagonista. Entre medias, Mi negrita sirve como baza segura: ese irresistible chachach¨¢ posmoderno se burla de fronteras y estulticias cognitivas, aquellas que ahora hacen fortuna en tantos parlamentos de bien.
Devendra, tal vez lo hayamos ya avisado, es de lo que no hay. No saluda con el consabido ¡°Buenas noches, Madrid¡±, sino pregunt¨¢ndonos (o, a¨²n mejor, pregunt¨¢ndote) ¡°?C¨®mo est¨¢n tus pies?¡±. Quiz¨¢ haya algo de reflexolog¨ªa podal, ahora que reparamos en ello, en el cancionero de este hombre, capaz de activar ¨¢reas amuermadas de nuestro organismo. A lo largo de la noche se interesar¨¢ por el estado de nuestras rodillas... y ombligos. No es que sea un ap¨®stol del freak-folk. Es un curandero. Y punto.
En el apartado de peticiones, la demanda acab¨® convirti¨¦ndose en c¨¢ntico (?Carmensita, Carmensita!), as¨ª que a la guinda prevista como ¨²ltimo bis le acabamos hincando el diente a los 40 minutos. Y en el par¨¦ntesis solista, con los cinco lugartenientes apostados entre bambalinas, lleg¨® el turno de Qu¨¦date Luna. Puro folk de ayahuasca, si se nos permite la propuesta terminol¨®gica.
Sonaron en el arre¨®n final Never Seen Such Good Things y Baby, cantarinas y traviesas, incontenibles grandes ¨¦xitos en el te¨®rico dial de una Onda Hippy. Con los estudios centrales, a ser posible, orientados hacia la Costa Oeste. Nuestro tejano de sangre venezolana amag¨® con irse a la hora y diez, y hasta llegaron a encenderse las luces de la sala, pero nadie se movi¨®, como si aquello fuera un chiste malo contra el que podr¨ªa organizarse una fulminante revuelta popular. Por fortuna, Devendra regres¨® con Seahorse, otra especie de lis¨¦rgico himno naturalista, esa canci¨®n con ribetes de los Doors que jam¨¢s aplaudir¨ªa un votante de Trump. Al firmante de Ma solo le traicion¨® su propio legado: si sus visitas veraniegas al Circo Price (2013) y al Bot¨¢nico (2017) resultaron fabulosas, esta vez no pas¨® del notable. Pero ni un ap¨¢tico martes de invierno es capaz de doblegar a Banhart. El hombre que se confiesa ¡°perdido en el bosque de la realidad¡± fue capaz de adentrarnos en un fugaz microcosmos donde sentirnos razonablemente felices.
Babelia
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