De visita por la Ibiza tardofranquista
Vicente Valero retoma en 'Enfermos antiguos' el tema literario de la convalecencia y evoca su infancia con los 'hippies' de fondo
La Ibiza de los a?os sesenta y setenta que describe el poeta y escritor Vicente Valero (Ibiza, 57 a?os) no se ajusta al gastado estereotipo de melenudos nudistas y relajaci¨®n de costumbres. Los famosos hippies ibicencos ocupan un discreto segundo plano en Enfermos antiguos (Perif¨¦rica), el nuevo libro con el que este autor recupera estampas de su infancia en la isla ¡ªla misma donde todav¨ªa hoy reside¡ª y contin¨²a la serie que arranc¨® en su anterior novela, Transiciones. ¡°En los sesenta, el turismo aportaba un nuevo clima moral pero los lugare?os manten¨ªan unas firmes costumbres¡±, explica el autor una ma?ana de febrero en Madrid. Y un h¨¢bito muy arraigado, al menos en la rutina de su madre, era el de visitar a amigos y allegados que padec¨ªan alguna enfermedad.?
¡°La convalecencia: aquel modo de tiempo suspendido, aquella pausa que los cuerpos y mentes exig¨ªan, aquel arropamiento. Y estar enfermo de aquella manera, me parec¨ªa a m¨ª entonces, no era bueno ni malo¡±, escribe Valero, ganador del premio Loewe de Poes¨ªa en 2007 por D¨ªas del bosque y autor de m¨¢s de una decena de libros y ensayos como Los extra?os, El arte de la fuga o Duelo de alfiles. En su nueva obra se detiene en las tertulias dom¨¦sticas que propician las visitas y la mezcla de personajes, desde un cura hasta el m¨¦dico, que acababan concurriendo en las reuniones, muchas veces con el enfermo en otro cuarto. ¡°Quer¨ªa recordar esa forma de estar enfermo durante semanas con amigos que ven¨ªan, la sociabilidad que permit¨ªa en aquella comunidad peque?a y tradicional. Todo eso se ha perdido¡±, reflexiona.
Las visitas a las casas de los convalecientes que va hilando en las p¨¢ginas del libro le permiten retratar, sin que falte el humor, aquella Ibiza tardofranquista desde la perspectiva de un ni?o, que, por ejemplo, r¨¢pidamente entiende que el estatus de enfermo ha ganado prestigio porque Franco padece flebitis y el papa Pablo VI tambi¨¦n est¨¢ malo. ¡°Eso consolaba a los enfermos¡±, recordaba Valero. ?Por qu¨¦ decidi¨® hablar de aquella Espa?a a partir de los enfermos? ¡°Esas personas convalecientes representaban la sociedad que se terminaba, sus hijos protagonizaban el cambio, y solo faltaba la democracia para que fuera completo, pero a ellos esos cambios solo les produc¨ªan desconfianza¡±, responde. ¡°Mi madre no me llevaba a ver moribundos, de alguna manera me proteg¨ªan de la muerte¡±.?
En el libro se refiere a una ¡°civilizaci¨®n desaparecida¡±, esa que seg¨²n afirma, estaba construida por personas que pensaban en ¡°sobrevivir, no en prosperar¡±. Las casas que va recorriendo con su madre, los espacios, le llevaron a las personas, y a esas largas tertulias donde las mujeres, a diferencia de lo que ocurr¨ªa en otros espacios que eran p¨²blicos, pod¨ªan, no solo participar, sino ser protagonistas. De esos espacios no queda nada, admite Valero, quien, sin embargo, se resiste a caer en nostalgia f¨¢cil por la Ibiza perdida: ¡°La infancia es un mundo que no existe. Cuando escribes sobre ella revives algo que ha muerto. Lo que me maravilla es haber sido ni?o¡±.
El nieto de una familia de exiliados que regresa a Ibiza y de quien el ni?o que narra Enfermos antiguos se hace amigo, permite a Valero hablar de las historias latentes y silenciadas tras la guerra. ¡°La corriente reaccionaria en Baleares fue muy dura. Desde septiembre de 1936 ya era territorio franquista y los primeros exiliados marcharon a Barcelona y Valencia. Muy pocos volvieron¡±, apuntaba. Y un exc¨¦ntrico profesor suplente con afici¨®n a sacar a los alumnos de clase y hacerles subirse a ¨¢rboles, el verdadero hippie del libro, le permite subrayar cu¨¢nto de viejo tra¨ªan los aires supuestamente nuevos.
Lo que s¨ª era una novedad fue el turismo, y los muchos extranjeros que acaban viviendo en la isla. ¡°No se ve¨ªan como turistas en los sesenta porque iban a un sitio especial y pensaban que por eso eran especiales y en la isla les dej¨¢bamos que se lo creyeran¡±, dice ir¨®nico Valero. Al destacado te¨®rico moderno, Walter Benjamin, que visit¨® Ibiza en 1932 y 1933 le ha dedicado este autor un par de libros. ¡°Leyendo su biograf¨ªa descubr¨ª que hab¨ªa estado en la isla y hab¨ªa una laguna considerable y mucho que investigar¡±, explicaba. Se puso a ello y public¨® Experiencia y pobreza. Walter Benjamin en Ibiza y la correspondencia de Benjamin desde la isla. ¡°?l encontr¨® un mundo arcaico, usos y costumbres del siglo XIX, una cultura popular muy rica patente en arquitectura, en canciones, en la artesan¨ªa¡±, explicaba. Aquellos a?os treinta fueron el momento en que Ibiza encandil¨® y marc¨® al arquitecto Sert o al artista y escritor Raoul Haussman. Y curiosamente ya se lamentaban de la masificaci¨®n y la p¨¦rdida de autenticidad, por ejemplo, el propio Benjamin. ¡°Se quejaba en una carta de la cantidad de gente y viajeros que en el 33 hab¨ªa en el pueblo, que no hab¨ªa quien lo aguantara y maldec¨ªa a los ibicencos¡±. Muchos a?os despu¨¦s Valero pregunt¨® a quien hab¨ªa sido alcalde de San Antonio en aquel momento si recordaba cu¨¢nta gente de fuera hab¨ªa aquel verano de 1933 en el pueblo. ¡°Guard¨® silencio. Lo pens¨® y me dijo que 25¡±, cuenta Valero. ¡°Y Benjamin hablaba de las densas sombras que acechaban por los veraneantes y tenderos¡±.
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