Periodistas empotrados
Situarse en el ojo de la noticia puede llamar la atenci¨®n del p¨²blico, pero a veces una puesta en escena forzada puede degradar la pulcritud informativa
Los periodistas de televisi¨®n no son meros espectadores/narradores de la realidad. Se meten de lleno en la noticia. Muchos reporteros de guerra han estado, con sus c¨¢maras al hombro, en primera l¨ªnea de fuego, viendo c¨®mo silbaban las balas en cada plano. Algunos de los que han cubierto los conflictos b¨¦licos m¨¢s recientes lo hicieron empotrados en las filas de los Ej¨¦rcitos. La segunda guerra del Golfo, en 2003, moviliz¨® a una legi¨®n de periodistas repartidos por diferentes unidades de combate. En el cuerpo expedicionario de Estados Unidos y Reino Unido hab¨ªa alrededor de 500 y otros 1.500 estaban desperdigados a lo largo del frente. Aquella era la primera guerra que se retransmit¨ªa en directo, con las c¨¢maras de televisi¨®n captando d¨ªa y noche los bombardeos. La todopoderosa cadena estadounidense de noticias CNN ten¨ªa 250 profesionales en la zona y la brit¨¢nica BBC, m¨¢s de 200. Fue un despliegue colosal. Hasta entonces ning¨²n otro conflicto armado hab¨ªa registrado tal movilizaci¨®n. En la guerra de Vietnam se contaban entre 30 y 40 los periodistas empotrados y apenas 27 vivieron junto a los soldados el Desembarco de Normand¨ªa.
La guerra del Golfo fue contemplada por los due?os de las cadenas como un gigantesco estudio televisivo con diferentes escenarios. Algunos operadores dejaron incluso de emitir publicidad para dedicar las 24 horas del d¨ªa a difundir el impacto de los misiles. Un seguimiento tan minucioso fue posible gracias a la utilizaci¨®n de medios tecnol¨®gicos modernos: desde tel¨¦fonos por sat¨¦lite hasta conexiones a Internet.?
El ¨²ltimo gran conflicto medi¨¢tico se libra en China y tiene un enemigo invisible, pero los periodistas se mantienen en el foco de la noticia. Los corresponsales en Asia que cubren la crisis del coronavirus no est¨¢n empotrados en los hospitales ni escoltan a Xi Jinping en su gira por la zona cero de la epidemia. Salen a las calles de Wuhan pertrechados con sus mascarillas. Es una manera de mimetizarse con el paisaje y, en definitiva, con la noticia. Es lo que vienen haciendo, como si fuera un ritual, los reporteros en tiempos de borrascas, huracanes, inundaciones.
Es probable que el espectador advierta una mayor dosis de profesionalidad cuando el periodista se calza las botas de agua para narrar los destrozos causados por un temporal o camina hundi¨¦ndose en la nieve cuando el frente fr¨ªo azota cualquier pueblo de monta?a. Situarse en el ojo de la noticia cuando los r¨ªos se desbordan, los cultivos se anegan y el agua destroza los chiringuitos del litoral puede llamar la atenci¨®n del p¨²blico con m¨¢s intensidad que si la noticia la cuenta el presentador c¨®modamente instalado en el estudio. Pero a veces una puesta en escena forzada puede degradar la pulcritud informativa.
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