En el espejo arde una ciudad
La ¨²ltima novela de Von Hor?v¨¢th es un artefacto afilado, arrojado a nuestro presente desde el presente en que se escribi¨®
El 1 de junio de 1938, ?d?n von Horv¨¢th ir¨ªa por Par¨ªs con la sensaci¨®n a la vez exaltada y tranquilizadora de haberse puesto a salvo. Hab¨ªa visto con sus propios ojos c¨®mo la Europa que conoc¨ªa y amaba se rend¨ªa al nazismo: primero Alemania, donde sus libros y sus obras de teatro estaban prohibidos desde 1933; despu¨¦s Austria, donde Horv¨¢th hab¨ªa presenciado los rugidos de fervor criminal con que las multitudes recib¨ªan a Hitler en las calles civilizadas de Viena. Horv¨¢th era tan hijo del antiguo Imperio Austroh¨²ngaro como su amigo Joseph Roth, que tambi¨¦n hab¨ªa empezado ya su larga huida. Roth ven¨ªa del mundo apartado de las comunidades jud¨ªas de Ucrania y Polonia; Von Horv¨¢th, de una aristocracia administrativa y militar, entre germana y h¨²ngara, con conexiones balc¨¢nicas. Que dos autores contempor¨¢neos, que escrib¨ªan en la misma lengua alemana, vinieran de or¨ªgenes geogr¨¢ficos y sociales tan diversos es un s¨ªntoma de la fluidez admirable de aquel mundo, muy pronto destrozada por el veneno doble del nacionalismo y el totalitarismo.
Roth y Von Horv¨¢th empezaron a darse a conocer en los peri¨®dicos de Berl¨ªn en los primeros a?os veinte. Roth ten¨ªa un talento narrativo que se manifestaba por igual en la ficci¨®n que en las cr¨®nicas. Von Horv¨¢th pas¨® pronto de los cuentos y las cr¨®nicas breves al teatro, en una atm¨®sfera colectiva de fiebre creadora en la que Bertolt Brecht era una m¨¢s entre otras excepcionales luminarias. En pocos tiempos hist¨®ricos ha existido una concentraci¨®n mayor de talento y cat¨¢strofe. Aquella gente escrib¨ªa, inventaba, compon¨ªa, pintaba, en medio de la di¨¢spora, de la persecuci¨®n, de la incertidumbre sin alivio. A finales de 1937, la primera novela de madurez de Von Horv¨¢th, Juventud sin Dios, se public¨® en ?msterdam, en una peque?a editorial de lengua alemana. La hab¨ªa escrito ese mismo verano, con una urgencia de desolaci¨®n y de denuncia que se transparenta en la rapidez de la escritura, en un ritmo sincopado que abarca igual los pensamientos y las acciones que el habla de los personajes. En Juventud sin Dios no hay fechas exactas ni alusiones a acontecimientos contempor¨¢neos, ni aparece el nombre de Hitler ni de ning¨²n dirigente nazi. Ni siquiera se dice que la acci¨®n suceda en Alemania. Pero a trav¨¦s de la historia de un profesor de secundaria que ve c¨®mo la propaganda va embruteciendo uno por uno a sus alumnos, y c¨®mo es cada vez m¨¢s dif¨ªcil no ser se?alado sin remedio a causa de cualquier forma m¨ªnima de disidencia, la novela hace visible el mecanismo de sumisi¨®n y chantaje colectivo gracias al cual se impuso con una rapidez aterradora el nazismo: es una inmensa ola colectiva, pero dentro de ella sucede el envilecimiento, la rendici¨®n, de cada conciencia individual, una por una.
En Par¨ªs, ese primer d¨ªa de junio de 1938, Von Horv¨¢th ten¨ªa razones para sentirse esperanzado, a pesar del desastre que hab¨ªa visto avanzar primero por Alemania y luego por Austria, la marea negra que en ese momento anegaba ya a Espa?a y muy pronto iba a cebarse con Checoslovaquia. Von Horv¨¢th planeaba emigrar a Estados Unidos. Y gracias al ¨¦xito de Juventud sin Dios se le presentaba una oportunidad que muchos colegas suyos envidiar¨ªan: acababa de entrevistarse con un antiguo conocido de Berl¨ªn, Robert Siodmak, ya instalado en Hollywood, que estaba interesado en llevar al cine la novela. (Robert Siodmak es otra de las luminarias de aquella di¨¢spora: en 1930, en Berl¨ªn, hab¨ªa colaborado con Billy Wilder en una pel¨ªcula experimental admirable, Gente en domingo; en los a?os cuarenta y los primeros cincuenta film¨® algunas de las pel¨ªculas m¨¢s perfectas del cine negro).
Era una tarde que anunciaba tormenta. Despu¨¦s de la entrevista con Siodmak, Von Horv¨¢th iba con las manos en los bolsillos bajo las arboledas de los Campos El¨ªseos. En Am¨¦rica le esperaba otra vida, el reencuentro con amigos que hab¨ªan emigrado antes que ¨¦l. Los nazis hab¨ªan quemado sus libros anteriores y los que escrib¨ªa ahora estaban prohibidos en Alemania y en Austria. Pero ¨¦l hab¨ªa terminado otra novela, sin tomarse un descanso despu¨¦s de la anterior. La hab¨ªa escrito m¨¢s r¨¢pidamente todav¨ªa, m¨¢s concentrada, m¨¢s despojada, con frases que parec¨ªan m¨¢s bien imprecaciones dirigidas al p¨²blico de un teatro, con una narraci¨®n tan entrecortada como la de una pel¨ªcula expresionista, hecha de contrastes violentos de claridad y de sombra. Esa novela, Un hijo de nuestro tiempo, llega ahora a nosotros traducida con gran aliento literario y oral por Isabel Hern¨¢ndez. Yo empec¨¦ a leerla una noche, sin saber todav¨ªa casi nada de su autor, porque no hab¨ªa le¨ªdo ni la contraportada: la lectura me atrap¨® como un cepo, me guio sin respiro hasta el final, 150 p¨¢ginas y varias horas despu¨¦s, ya en el reino del insomnio. En Juventud sin Dios, el protagonista es ese maestro que asiste desde fuera a la transformaci¨®n de los dem¨¢s; en Un hijo de nuestro tiempo, quien cuenta es uno de los ya convertidos, de los ya trastornados. Es un hombre joven que al ingresar en el ej¨¦rcito se siente redimido de la humillaci¨®n de la pobreza y del paro. De nuevo no hay nombres y los lugares quedan indefinidos. Con notas muy atinadas, Isabel Hern¨¢ndez ayuda a comprender el contexto sin alterar la cualidad de f¨¢bula de la historia. En la novela est¨¢ la huella del teatro radical y del cine. Las escenas suceden en la imaginaci¨®n como en una pantalla en la que se proyecta una hipn¨®tica pel¨ªcula alemana de terror de los primeros a?os treinta. Seg¨²n avanza la novela, las frases se hacen m¨¢s cortas, el tono m¨¢s afilado, el lenguaje a la vez m¨¢s seco y m¨¢s po¨¦tico, con una poes¨ªa m¨¢s del cine que de la literatura. Un p¨¢rrafo es una sola frase y una visi¨®n alucinada: ¡°En el espejo arde una ciudad¡±.
La novela es como un artefacto afilado y preciso, arrojado a nuestro presente desde el otro presente en el que se escribi¨®. Explica su tiempo y alumbra el nuestro con algo de su da?ino resplandor. Von Horv¨¢th no la vio publicada. Tampoco lleg¨® a Estados Unidos ni vio el pleno cumplimiento del horror a cuyo origen hab¨ªa asistido. Es como si vi¨¦ramos una pel¨ªcula de entonces. La lluvia arrecia y Von Horv¨¢th se cala el sombrero, camina m¨¢s r¨¢pido bajo los ¨¢rboles. Un rayo cae sobre la copa de un casta?o enorme talando una gran rama justo cuando Von Horv¨¢th pasaba debajo y lo mata al instante. As¨ª pod¨ªa haber muerto tambi¨¦n uno de sus personajes, fulminado sin motivo ni remedio por la sinraz¨®n destructiva del mundo.
Consigue 'Juventud sin Dios'
Autor:??d?n von Horv¨¢th
Editorial: N¨®rdica, 2019.
Formato: 208 p¨¢ginas. 18 euros.
Consigue 'Un hijo de nuestro tiempo'
Autor:??d?n von Horv¨¢th
Editorial: N¨®rdica, 2020.
Formato: 196 p¨¢ginas. 18 euros.
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