Liberaciones y descubrimientos
La nueva novela de Elvira Lindo es para el cr¨ªtico: "su obra maestra"
1. Lindezas
La narradora de A coraz¨®n abierto (Seix Barral), la ¨²ltima ¡°novela¡± de Elvira Lindo ¡ªy, lo digo de entrada, su obra maestra¡ª, se hace consciente, en un momento dado, de que ¡°a veces se tarda media vida en mirarse una misma con compasi¨®n¡±. Media vida y, sobre todo, una ya muy variada producci¨®n literaria que ha ido componiendo, como ¡°figura en la alfombra¡±, un puzle memorial¨ªstico que su ¨²ltimo libro cierra brillante e irremediablemente. Entrecomillo lo de novela porque, prescindiendo del grado de ficci¨®n circunstancial (y autoficci¨®n) que en ella haya introducido su autora, lo cierto es que A coraz¨®n abierto es un impresionante memoir, un implacable (auto)an¨¢lisis y un doloroso arreglo de cuentas con la novela familiar. Como le ocurre a su narradora, la verdadera vocaci¨®n de Lindo no es literaria, sino aventurera. Claro que la literatura sin paraca¨ªdas es la mayor aventura: la que lleva al (re)descubrimiento de una misma a partir del descubrimiento de los otros. En el centro de este viaje est¨¢ la figura del padre: un personaje torrencial y fascinante, atrabiliario y egoc¨¦ntrico, a la vez obsesionado por el orden y por (sobre)proteger a los suyos, pero incapaz de mostrar sus afectos por miedo a mostrar su acongojante vulnerabilidad. Un padre obsesionado por el miedo al abandono ¡ªcomo sufri¨® dram¨¢ticamente de ni?o: Madrid, 1939¡ª, una figura imponente, ferozmente individualista, proclive tanto a los entusiasmos fantasiosos como a los abisales delirios, y que arrastra a su familia a una existencia n¨®mada y desarraigada: El Atazar, M¨¢laga, C¨¢diz, Mallorca, Ademuz y Madrid son, sin orden, algunas de las etapas. Ese es el personaje que la narradora no puede descubrir hasta que est¨¢ debilitado, con las corazas agrietadas, y ya no tiene respuestas voluntaristas o m¨¢gicas para entender los cambios del mundo, como le pasaba al septuagenario Arthur Sammler, aquel magn¨ªfico personaje de Saul Bellow, tambi¨¦n perplejo al final de su vida, ante la naturaleza de su presente. El redescubrimiento del padre implica un cambio fundamental en la sensibilidad de la narradora: sus piezas se ordenan, ya sabe de d¨®nde viene, ha descubierto que aquella figura tot¨¦mica tambi¨¦n molde¨® sus miedos, sus inseguridades, sus conjuros supersticiosos para intentar mantenerlos a raya. A coraz¨®n abierto es, sobre todo, una radical inmersi¨®n en el coraz¨®n de una mujer que finalmente logra liberarse no solo de sus rencores y p¨¢nicos, sino de prejuicios impuestos por la moral familiar del patriarcado. Todo ello confiere a este libro sincero, adem¨¢s de su car¨¢cter novelesco (la ya mencionada ficci¨®n circunstancial, con personajes que evolucionan), una validez generalizadora, universal, y profundamente feminista.
2. Poetas
Hace pocos a?os, C¨¢tedra public¨® una Historia po¨¦tica de Nueva York en la Espa?a contempor¨¢nea, de Julio Neira, un estupendo trabajo/antolog¨ªa acerca de la atracci¨®n que la capital cultural del mundo contempor¨¢neo ha ejercido sobre nuestros poetas, desde los deslumbramientos del Juan Ram¨®n de Diario de un poeta reciencasado (1917) hasta la producci¨®n de j¨®venes que han cantado a Nueva York en la primera d¨¦cada de este siglo. A Eduardo Moga, poeta y editor, tambi¨¦n le interesa, como a Neira, la conexi¨®n de las grandes ciudades con la sensibilidad de los creadores que las eligen como sujeto. En su estupendo Streets Where to Walk is to Embark (publicado por Shearsman Books, Bristol), el sujeto es Londres, y los protagonistas son los poetas espa?oles, desde Mart¨ªnez de la Rosa en adelante, que han utilizado la ciudad que Conrad salud¨® como ¡°la mayor y m¨¢s grande [the ?biggest and greatest] de la tierra¡± como asunto, motivo, inspiraci¨®n o tel¨®n de fondo de sus versos. El libro, pensado especialmente para lectores brit¨¢nicos (con los poemas en versi¨®n original y traducida), pero tambi¨¦n ¨²til para espa?oles, permite una visi¨®n diacr¨®nica de los sucesivos estilos, como si el conjunto consistiera en el mejor resultado de una imaginaria competici¨®n de poetas sobre un tema ¨²nico a lo largo de los dos ¨²ltimos siglos.
3. Desiderata
A prop¨®sito: se me escap¨® por los pelos una nota aut¨®grafa y lacrada (un 20 de diciembre de hacia 1850) que Francisco Mart¨ªnez de la Rosa (poeta, dramaturgo, presidente del Consejo de Ministros y director de la RAE: como ven, una fiera) envi¨® a su amigo el historiador, ministro y tambi¨¦n acad¨¦mico Pedro Pidal solicit¨¢ndole unos libros (entre ellos, las Memorias de Godoy, ¡°el Pr¨ªncipe de la Paz¡±); hab¨ªa pujado por ella en una subasta, pero me pas¨¦ de taca?o. Me habr¨ªa hecho gracia regalarme esa nota con desiderata escrita del pu?o y letra (con caligraf¨ªa ligada y muy entintada) del personaje. La puja por escrito se iniciaba en 25 euros; ofrec¨ª 30, por si acaso, pero se la llev¨® alguien que no pagar¨ªa m¨¢s de 35. Mala suerte. Como tambi¨¦n me lo parece, de otra manera, que me hayan plantado, a cien metros de mi casa ¡ªy de mi bendito Sill¨®n de Orejas¡ª, una nueva franquicia ¡ªy ya van muchas¡ª de esas, digamos, librer¨ªas low cost que compran libros usados (no cualquiera, claro: ellos eligen) a 20 c¨¦ntimos cada uno, para venderlos a 3 euros (un volumen), 5 (si compras dos) o 10 euros (si compras cinco). En el primer caso ¡ªsi alguien compra por tres euros un solo libro¡ª, el beneficio bruto supondr¨ªa un 1.400%, lo que har¨ªa estremecerse de placer a Warren Buffett. Miren, ya s¨¦ que tiene que haber de todo en este mundo, incluso ¡°librer¨ªas¡± que se ofrecen tambi¨¦n para ¡°adornar¡± con su fondo estanter¨ªas de pubs o comercios de ropa. Y no est¨¢ mal comprar en ellas, si se encuentra algo interesante. Pero a la hora de desprenderse o aliviarse de libros, mi consejo es que hagan c¨¢lculos y reg¨¢lenlos o, al menos, depos¨ªtenlos donde puedan encontrarlos otros sin pagar. Pesan menos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.