Piero della Francesca y el final de la mentira
Los museos cierran sus puertas, pero la contemplaci¨®n del arte sigue abierta. Cada d¨ªa, destacamos una obra visitable en la red y surgida del di¨¢logo entre dos creadores. Hoy: ¡®D¨ªptico de los Duques de Urbino¡¯, del maestro del ¡®Quattrocento¡¯
A los 18 a?os, los Klossowski se instalaron en Par¨ªs y Balthus, el hijo de Erich y Baladine, hizo del Museo del Louvre un nuevo hogar. All¨ª copia a Poussin, a G¨¦ricault, a Chardin y a Courbet. Pero su preferido es Piero della Francesca, del que solo ten¨ªa noticia por reproducciones de libros. El artista renacentista era una presencia habitual en las referencias familiares, y cuando un amigo invita al joven Balthus a un viaje a Florencia, en el verano de 1926, el pintor del siglo XV termina de cuajar su punto de vista como artista de vanguardia. Picasso ya hab¨ªa fundado el cubismo con Las se?oritas de Avignon, 19 a?os atr¨¢s, y Marcel Duchamp hab¨ªa firmado La fuente, nueve a?os antes de que ¨¦l adorase la solidez de los cuerpos, la claridad compositiva y la frialdad expresiva con la que Della Francesca pint¨® (entre 1452 y 1466) los frescos de la Bas¨ªlica de San Francisco de Arezzo (Toscana, Italia).
Piero della Francesca defendi¨® todo lo que medio siglo despu¨¦s contradijo Leonardo da Vinci en esta frase: ¡°Un buen pintor tiene dos objetos que pintar: el hombre y los movimientos de su alma¡±. Es decir, en pintura no basta con describir los fen¨®menos f¨ªsicos, seg¨²n el autor de La Gioconda. Sin embargo, para el primer Renacimiento, cuyo punto culminante fue Piero, la primera funci¨®n del arte era la descripci¨®n racional y objetiva de la realidad f¨ªsica. La experiencia espiritual no importaba tanto. Los personajes no sent¨ªan ni padec¨ªan, y eso a Balthus fue lo que m¨¢s le interes¨® para recrear a sus adolescentes inertes y sin edad. Lo que menos, los espacios abiertos en los que colocaba a los protagonistas de sus escenas. Balthus prefer¨ªa encerrarlos en estancias angustiosas.
Piero della Francesca, pintor y matem¨¢tico, fue el primero en recoger el nuevo sistema de representaci¨®n creado por Leon Battista Alberti, mucho m¨¢s fiel a la realidad. M¨¢s natural. La llam¨® perspectiva a¨¦rea, que sostiene que las monta?as m¨¢s lejanas parecen azules, a causa de la mayor densidad de aire entre ellas y el ojo del que mira. A mayor distancia, los colores oscuros de las sombras de las colinas se ti?en de un azul m¨¢s bello. La construcci¨®n acartonada del espacio de los pintores del final de la Edad Media muere en este retrato doble (anverso y reverso), de 1472, de los duques de Urbino (Federico de Montefeltro y su mujer Battista Sforza). Se conserva en la Galer¨ªa Uffizi de Florencia. Los convencionalismos medievales no vuelven despu¨¦s de esta tabla, ante el auge de la ciencia en la pintura. La raz¨®n es la revoluci¨®n; la verdad, la aspiraci¨®n. M¨¢s tarde llegar¨¢ el sfumato, pero esta pintura fija un momento clave de las transformaciones art¨ªsticas y el mercenario de la guerra, Federico de Montefeltro, paga los inventos pl¨¢sticos. Ten¨ªa a sueldo a Della Francesca, que lo retrata para la posteridad con su perfil bueno, el izquierdo. El otro carec¨ªa de ojo y una enorme cicatriz le deformaba la cara; la nariz partida era otro recuerdo de sus guerras.
Visita virtual: D¨ªptico de los duques de Urbino. Detalle del retrato de Federico de Montefeltro. Piero della Francesca. 1467-1472. Galer¨ªa Uffizi (Florencia).
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