Vermeer y la mujer encerrada
Los museos han cerrado sus puertas, pero la contemplaci¨®n del arte sigue abierta. Cada d¨ªa, recordamos la historia de una obra que visitamos a distancia. Hoy: ¡®La joven de la perla¡¯, de Vermeer
¡°Ser¨ªa capaz de dejarme cortar la mano izquierda bajo la condici¨®n de que pudiera observar durante diez minutos a Vermeer de Delft sentado ante su caballete cuando se hallaba pintando¡±. Salvador Dal¨ª fue un incondicional del pintor gal¨¢ctico del Siglo de Oro holand¨¦s. En ¨¦l encontr¨® la escapatoria a la abstracci¨®n que practicaban sus contempor¨¢neos y en los que solo ve¨ªa decoraci¨®n. A diferencia de ellos, su propio estilo, dec¨ªa, era un reencuentro con las grandes fuentes de la pintura, para rehacerla: ¡°Hay que comprender de nuevo¡±, explic¨® en una de sus primeras entrevistas, mientras pintaba El espectro de Vermeer de Delft utilizable como mesa, que se conserva en el Museo Dal¨ª de San Petersburgo. Revis¨® al pintor barroco varias veces, hasta que en 1955 cre¨® el Estudio paranoico-cr¨ªtico de 'La encajera' de Vermeer, que exhibe el Guggenheim de Nueva York. Incluso rod¨® un largometraje con Robert Descharnes sobre esta pintura del artista que Dal¨ª ten¨ªa como el m¨¢s grande, el ¨²nico capaz de superar a Vel¨¢zquez en su personal clasificaci¨®n de los maestros del arte.
El m¨¢s grande entre los grandes no ten¨ªa para pagar el pan. Y, tras su muerte, su viuda tuvo que saldar cuentas con el panadero con dos cuadros. Vermeer vivi¨® en la miseria y su trabajo lento y detallado tampoco ayud¨® a alcanzar m¨¢s beneficios. Muri¨® con 43 a?os y solo se le atribuyen 35 cuadros. Fueron suficientes para llevar la pintura holandesa de g¨¦nero al m¨¢s alto nivel, donde la vida cotidiana anuncia una pintura que se impondr¨¢ dos siglos despu¨¦s. En la pintura holandesa, lo excepcional es lo cotidiano, sin estridencias ni h¨¦roes. Hay m¨¢s sutilidad que drama, m¨¢s luz que gesto. M¨¢s gui?os que met¨¢foras. Vermeer se neg¨® a arrancar a sus personajes de la prosa de la vida. Malraux dijo que fue un pintor que ofreci¨® al mundo ¡°como valor fundamental la pintura en s¨ª¡±. Para muchos te¨®ricos, lo que interesa de Vermeer ¡°no es el mundo de los hombres, sino el de la pintura¡±, apunt¨® el pensador Tzvetan Todorov.
Sin embargo, es importante detenerse en ese mundo de los hombres para ver cu¨¢l es el mundo de las mujeres. ¡°El marido debe salir a la calle a trabajar / la esposa, en los fogones, no saldr¨¢ del hogar¡±, en un verso de Jacob Cats, famoso poeta moralista de una ¨¦poca con un patriarcado a pleno rendimiento. Las tareas, en aquella Holanda del siglo XVII, quedan repartidas en funci¨®n del sexo. Y ah¨ª est¨¢n ellas, encerradas, domesticadas y due?as de una habitaci¨®n propia del tama?o de una c¨¢rcel, como La muchacha del collar de perlas (1662-66). Lo cotidiano es, para ellas, la estrechez, aliviada por un punto de fuga, las ventanas, que son m¨¢s tortura que esperanza. De todas esas mujeres recluidas en el silencio de sus tareas, en los dominios de su invisibilidad, La joven de la perla (1665-1667) ¨Cque se exhibe en la Galer¨ªa Real Mauritshuis, en La Haya, que permite visitar el cuadro virtualmente y en alta definici¨®n durante su cierre temporal¨C parece ser la excepci¨®n a todas las reclusas: simplemente es un rostro idealizado, una pintura perfecta, el mejor ejemplo de su maestr¨ªa para captar clientes. Ella es la musa de su cat¨¢logo. Vermeer logra una representaci¨®n tan perfecta, que no parece pintar personas, sino cuadros. Ni mujeres, sino seres que ocupan habitaciones.
Visita virtual: La joven de la perla (1665-1667), de Vermeer, en la Mauritshuis (La Haya).
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