Tom Stoppard sale por la puerta grande
Tom Stoppard, el decano dramaturgo brit¨¢nico, se despide de la afici¨®n con el estreno y publicaci¨®n de Leopoldstadt, un canto de amor a la memoria y el juda¨ªsmo, de acentos conmovedores.
Leopoldstadt es la nueva y esperada obra de Tom Stoppard desde The Hard Problem, estrenada en 2015 en el NT londinense. A los 82 a?os, el dramaturgo brit¨¢nico cree que su reciente entrega ser¨¢ tambi¨¦n la ¨²ltima: ¡°Tardo una media de cuatro a?os entre cada funci¨®n¡±, le dijo, ir¨®nico pero l¨²cido, a John Wilson en BBC Radio 4. Patrick Marber, colega y colaborador de Stoppard (con triunfos como el revival de Travestis en 2016), se ha encargado de dirigir Leopoldstadt en el Wyndham¡¯s Theatre, donde fue espl¨¦ndidamente acogida el pasado 12 de febrero y al que no volver¨¢ hasta el 26 de abril, por cierre a causa del Coronavirus.
Trat¨¢ndose de Stoppard es una obra breve (2h 40 minutos) pero tiene dif¨ªcil gira: costeada por un equipo de productores capitaneado por la poderosa Sonia Friedman, cuenta con un reparto de nada menos que 41 int¨¦rpretes.
La he le¨ªdo estos d¨ªas de confinamiento y me ha hecho viajar lejos: a Viena, desde 1899 a 1955. La obra, que podr¨ªa describirse como ¡°¨¦pica ¨ªntima¡±, transcurre casi en su totalidad en la gran sala de estar de una familia austr¨ªaca, los Merz-Jacobovicz, cuyas cuatro generaciones mezclan ramas jud¨ªas y cat¨®licas en un arbol geneal¨®gico que produce v¨¦rtigo (y se incluye en el programa). Leopoldstadt, majestuosa y puntillista, es la pieza de Stoppard que m¨¢s sutil e intensamente versa sobre la memoria, y la m¨¢s vinculada con su propia historia: una declaraci¨®n de amor al juda¨ªsmo, pertenencia hasta ahora escasa en sus escritos. No es un retrato de la familia Stoppard, pero los protagonistas tienen mucho de ella, del mismo modo que en la esencia brit¨¢nica del joven Leo no cuesta identificar al dramaturgo. Esa es otra soberbia historia. En los primeros a?os 90, Stoppard (nacido como Tomas Straussler en Checoslovaquia), descubri¨® no solo su identidad jud¨ªa sino tambi¨¦n las muertes de sus t¨ªos y abuelos, a los que apenas conoci¨®, asesinados por los nazis. Vivi¨® la infancia con su madre en Singapur, y luego en Inglaterra con su hermano y con ella. Su madre nunca quiso contarles nada de su vida anterior, pero Tom/Leo viaja a Viena y all¨ª le revelan muchas cosas, en una escena tan concisa como memorable.
Para ser un epic, piezas caracterizadas por la turbulencia de su r¨ªo de acontecimientos, Leopoldstadt arranca con un pasaje largo, delicado y lento, empapado en aire eleg¨ªaco y gotas de perfume proustiano. En la gran sala de estar, presidida por la abuela Emilia; su hijo, el industrial Hermann, y la esposa de ¨¦ste, Gretl, cat¨®lica, que posa para Klimt, una veintena de familiares comen, charlan, tocan el piano, y discuten apasionadamente (estamos en el mundo de Stoppard) sobre arte, matem¨¢ticas, religi¨®n, la tierra prometida, la irrupci¨®n del psicoan¨¢lisis, temas que parecen fr¨ªos pero dibujan muy bien ¨¦poca y personajes. Gran hermandad, ir¨®nicamente representada por el peque?o que corona el abeto navide?o con la estrella de David, provocando esta r¨¦plica de la abuela: ¡°?Pobrecito! ?Qu¨¦ puede esperarse de un ni?o que fue bautizado y circuncidado la misma semana?¡±. Hay que tener un gran talento para dibujar los sentimientos, la iron¨ªa, la fuerza, la angustia contenida, sin cargar las tintas, como un cruce entre Granville Barker y un poderoso episodio de Downton Abbey. O la ¨²nica escena ¡°exterior¡±, donde un teniente de dragones encarna el temible ascenso del antisemitismo, seguida por un salto a 1938, en la v¨ªspera de la toma de Austria por el Reich; con un tempo similar a los de la velada navide?a, pero de tono cada vez m¨¢s oscuro e inquietante. La familia intenta llevar un simulacro de vida normal, hasta que escuchamos un estr¨¦pito de botas subiendo la escalera, gritos y llantos, emblem¨¢ticos cristales rotos y puertas derribadas, y sentimos silencio y p¨¢nico en el piso superior. Un nazi bur¨®crata y sin uniforme viene a cumplir su siniestra misi¨®n: que vac¨ªen la casa y llevarles lejos.
Volvemos, como en un destello, a 1900, una noche de celebraci¨®n del s¨¦der. ?Estamos so?ando o creemos ver de nuevo a Hermann, Ludwig, Ernst, Gretl, cuando todo a¨²n parec¨ªa posible? Llega luego, en 1955, la terrible y delicad¨ªsima escena final, en la que Leo y Rosa, que acaban de conocerse, visitan la mansi¨®n casi demolida y hablan de los destinos de la familia: una lista en la que para evocar a los desaparecidos basta responder a cada nombre con el de un campo de concentraci¨®n, o la palabra ¡°suicidio¡±, y la frase ¡°muri¨® en su cama¡± llega como una bendici¨®n. Para m¨ª es la cumbre de la obra y de la carrera de Stoppard: no le hace falta m¨¢s para que nos emocionemos por las muertes de una gente a la que apenas conocimos, tal es la verdad que exhala lo que ha sabido contarnos (¡°escrito a lo largo de un a?o, pero excavado durante mucho tiempo¡±) el decano de la dramaturgia brit¨¢nica.
Leopoldstadt, de Tom Stoppard, se public¨® en ingl¨¦s por Faber & Faber (Londres) en febrero de 2020.
P¨®quer Stoppard
Dif¨ªcil elegir entre la treintena de piezas de Stoppard, pero ah¨ª va un p¨®quer (con tr¨ªo). 1) Debut arrasador: Rosencranz y Guildernstern han muerto (1966) lanz¨® su carrera en Edimburgo. Dos personajes menores de Hamlet atrapados en una farsa negra que no comprenden. 2) Arcadia (1993). Obra maestra. Dos series de tiempos, tres investigadores literarios y una adolescente, la fascinante Lady Tomasina Coverley, que a la sombra de Byron descubre la teor¨ªa del caos con algunas d¨¦cadas de adelanto. 3) La costa de Utop¨ªa (2002). Deslumbrante, ambicios¨ªsima trilog¨ªa (Viaje, Naufragio, Rescate) que a lo largo de nueve horas cubre los encuentros de Bakunin, Herzen, Turgueniev y Belinsky, entre 1833 y 1868. 4) Rock'n'Roll (2006). Otra joya de combinatoria dram¨¢tica que mezcla las revueltas de Praga, la cronica de una familia de Cambrige a trav¨¦s de un estudiante checo fascinado por la cultura rock, y la leyenda de Syd Barrett, uno de los reyes de la psicodelia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.