Cuando Norman Mailer conoci¨® a Lorelai Gilmore
En 2004, el escritor acept¨® aparecer como artista invitado en la serie m¨¢s literaria de la televisi¨®n estadounidense, tan compleja que pod¨ªa leerse como una novela
Debi¨® ocurrir en alg¨²n momento de 2004. Norman Mailer, por entonces ya un venerable y a¨²n controvertido escritor, el tipo al que los 26 a?os hab¨ªan comparado con Le¨®n Tolstoi, el cl¨¢sico de la literatura norteamericana, recibi¨® una llamada de uno de sus nueve hijos, Stephen, el actor. Stephen quer¨ªa saber si no le importar¨ªa acompa?arle en un papel. En realidad, el papel no era para Stephen sino para ¨¦l. ¡°?Un papel? ?Qu¨¦ clase de papel?¡±, debi¨® contestarle el escritor. La idea era que Norman Mailer se interpretase a s¨ª mismo tom¨¢ndose tan poco en serio como pudiera en una de las series del momento. O tal vez ya no del momento. Pero s¨ª en la que m¨¢s literatura ha contenido jam¨¢s: Las chicas Gilmore.
El milagro ¨Cy hablemos de milagro porque no existe ning¨²n otro ejemplo as¨ª; no, jam¨¢s ning¨²n escritor del tama?o de Mailer se ha prestado a dejarse amoldar, en tanto que personaje, a un dramedy de prime time¨C no lo obr¨® ¨²nicamente la llamada de Stephen. En realidad, Stephen podr¨ªa haber deso¨ªdo al amigo que le habl¨® del asunto y no llamar a su padre. O pudo haberlo hecho y que su padre dijese que aborrec¨ªa la televisi¨®n ¨Cporque lo hac¨ªa¨C y que ni en un mill¨®n de a?os querr¨ªa prestarse a nada parecido. El milagro, se dir¨ªa, lo obr¨® Amy Sherman-Palladino y su exultantemente digresiva ficci¨®n televisiva, tan compleja que puede leerse como una novela, de g¨¦nero cambiante, a¨²n en marcha.
¡°Hice un comentario sobre lo bien que estar¨ªa reunir a Tony Kushner, Stephen Sondheim y Norman Mailer para que refundasen la Mesa redonda del Algonquin ¨Cel famoso grupo de intelectuales que se reun¨ªa, en la d¨¦cada de los veinte, en el hotel del mismo nombre en Manhattan, y que comandaba Dorothy Parker, y en el que curiosamente hab¨ªa una chica Gilmore, la actriz Margalo Gillmore¨C en el hotel de Lorelai ¨Cla protagonista de la serie¨C y de repente, ocurri¨®¡±, le explic¨® Sherman-Palladino a un periodista de Entertainment Weekly en 2004. Uno de los guionistas conoc¨ªa a Stephen, le llam¨®. Stephen se lo cont¨® su padre. A Mailer le hizo gracia la idea. Le gustaba la serie.
Le gustaba especialmente la historia de Lorelai y Luke. Aunque en realidad quien le gustaba era Lorelai. Le confes¨® a Ariel Levy, en la revista New York, que el personaje que interpreta Lauren Graham le recordaba much¨ªsimo a su segunda hija mayor, Danielle. ¡°Como ella, habla sin parar, y es tremendamente ingeniosa; son dos hermosos colibr¨ªes ajustando su trepidante canto a la brisa¡±, le dijo. Tambi¨¦n que llam¨® a Danielle antes de que se emitiera y ella que le confes¨® que tanto ella como su hija ve¨ªan la serie todo el tiempo. ¡°Por fin mi nieta va a creerse que soy alguien famoso¡±, le dijo a Levy. Mailer ten¨ªa entonces 81 a?os. Muri¨® tan solo tres a?os despu¨¦s.
La aparici¨®n de Mailer en el sexto cap¨ªtulo de la quinta temporada de la serie convierte en nutritiva c¨¢psula de entretenimiento uno de esos momentos ¨Chan existido miles de millones en la historia del periodismo, solo que a puerta cerrada y nunca integrados en una ficci¨®n que, b¨¢sicamente, est¨¢ dici¨¦ndote que leas, que leas, que leas sin parar¨C en los que se habla de la creaci¨®n desde el centro mismo de esa creaci¨®n; esto es, un creador ya en exceso entrenado, observando el mundo que deja en el retrovisor, y diciendo cosas como: ¡°No voy a hablarte de lo que estoy escribiendo porque una novela es como un idilio secreto, no se comparte con nadie¡±.
O tambi¨¦n: ¡°No s¨¦ si soy el mejor, lo que s¨¦ es que ya no me preocupa, porque da igual que te creas el mejor. Ahora debe haber unos 20 escritores americanos que se creen que son los mejores. Y yo soy uno de ellos. ?Lo que pienso de los dem¨¢s? Que son unos cabrones y que no me caen bien¡±. Sherman-Palladino, que firma pr¨¢cticamente todos los guiones de la serie ¨Clos que no, los firma su marido Daniel; no soportaba perder el control, y no cre¨ªa que nadie pudiese hacerlo mejor que ella, o en su defecto, Daniel, lo que motiv¨® el despido de ambos en la s¨¦ptima temporada¨C, no se atrevi¨® a escribir una sola l¨ªnea de guion para Mailer, que dijo exactamente lo que le vino en gana.
La curiosa condici¨®n de lo poco ¨²til que resulta un escritor cuando no escribe ¨C el mundo est¨¢ ah¨ª para ¨¦l como un decorado en el que a menudo no interviene ¨C est¨¢ presente en la escena de Mailer
¡°Qued¨¦ como lo que soy, un viejo cascarrabias¡±, le dijo el escritor al periodista de Entertainment Weekly. En el cap¨ªtulo, Mailer est¨¢, efectivamente, en el restaurante del hotel de Lorelai, concediendo una entrevista. El entrevistador es su hijo ¨Cs¨ª, todo en Las chicas Gilmore, gira en torno a la relaci¨®n materno o paternofilial y lo que ser una cosa o la otra hace contigo; hasta la sinton¨ªa es un cl¨¢sico de Carole King revisitado a d¨²o por la propia King y su hija¨C y todo lo que hacen all¨ª, para desespero de Sookie (Melissa McCarthy), es tomar t¨¦ helado. La curiosa condici¨®n de lo poco ¨²til que resulta un escritor cuando no escribe ¨Cel mundo est¨¢ ah¨ª para ¨¦l como un decorado en el que a menudo no interviene¨C est¨¢ tambi¨¦n presente en la escena.
Sherman-Palladino, creadora ella misma en un medio tan, entonces a¨²n, poco dado al desarrollo digresivo de personajes y Las chicas Gilmore es sobre todo una historia que construyen, como los cl¨¢sicos, personajes tan bien dibujados que no necesitan trama, pues la trama son ellos mismos, o variaciones de ellos mismos en situaciones que a menudo solo buscan expandir sus l¨ªmites ¨C¡°la serie transgred¨ªa muchas normas del drama¡±, dijo una de sus guionistas, Jane Espenson, ¡°pero funcionaba porque parec¨ªa la vida real, y en la vida real no hay estructura¡±¨C, se asomaba con Mailer al otro lado del espejo en el que su propia y equilibrada Esther Greenwood, Rory Gilmore, se hab¨ªa estado mirando.
Con motivo del regreso de la serie hace cuatro a?os, un escritor australiano, Patrick Lenton, recopil¨® los t¨ªtulos de todo los libros que lee la hija de Lorelai ¨Calgo as¨ª como el Arturo Belano de Roberto Bola?o pero en chica, alguien que no hace otra cosa que leer, y bien podr¨ªa meterse en la ducha, sin darse cuenta, con un libro en la mano¨C durante las siete temporadas ¨Cen las que las habitaciones de los adolescentes que aparecen tienen p¨®sters de personajes como Ignatius J. Reilly, o escritores como Dave Eggers¨C y el resultado es nada menos que 338. Cl¨¢sicos y no tan cl¨¢sicos, entre los que, evidentemente, hay una enorme cantidad de autoras de las que aqu¨ª nada sab¨ªamos por entonces.
Hasta 338 libros lee Rory Gilmore durante las siete temporadas de la serie, cl¨¢sicos y no tan cl¨¢sicos, entre cuyos autores figuran, evidentemente, hay una enorme cantidad de autoras
De la misma manera que este domingo se invita a todo el mundo a participar en un concurso internacional de curiosidades sobre la serie, Lenton invitaba a los seguidores a sumarse a algo llamado el Rory Gilmore Reading Challenge, y ser el primero en leer los 338 libros que aparecen aqu¨ª listados. Podr¨ªa hacerse algo parecido con los discos ¨Chay una peque?a lista de cameos musicales a la altura del de Mailer, y hasta de pol¨ªticos; Madeleine Albright, la primera mujer secretaria de Estado de los Estados Unidos, aparece interpret¨¢ndose a s¨ª misma como la madre so?ada de la chica¨C, y las pel¨ªculas, porque la intenci¨®n de Sherman-Palladino parec¨ªa la de hacer explotar, desde dentro, la curiosidad art¨ªstica y creativa, de sus, sobre todo, espectadoras.
Pero m¨¢s all¨¢ de su divers¨ªsima y enciclop¨¦dica contribuci¨®n al respecto ¨Ccasi un m¨¢ster televisado¨C, lo que eleva esta, la primera creaci¨®n de Sherman-Palladino a, m¨¢s que nunca, telenovela, es el desarrollo de aquello que en literatura se considera el estilo de un escritor, marcado en su caso, por el di¨¢logo no solo feroz, ingenioso y, por momentos, tan absurdo como el de un William Gaddis que quisiese gustar ¨Cse lo consider¨® tan bueno que no pod¨ªa, de ninguna manera, ser obra de una mujer; se dijo que, con toda seguridad, su nombre era el seud¨®nimo de un grupo de guionistas encabezados por Aaron Sorkin¨C y por la narraci¨®n en movimiento y el punto de vista cambiante que, sin embargo, ten¨ªa un ¨²nico centro. ¡°Todo lo que ocurr¨ªa afectaba, de alguna manera, a Lorelai¡±, dijo.
Lorelai, ese personaje cuyo nombre extrajo del famoso poema de Sylvia Plath, es la adolescente perpetua y, sin embargo, por eso, la adulta perfecta, indestructible, su acorazado, su idealizado yo, o la manera en que dio vueltas sobre un mismo eje, utilizando a sus personajes como marionetas ¨C¡°?no lo soporto m¨¢s, nos usa como marionetas, marionetas!¡±, le grit¨® en una ocasi¨®n el actor Edward Hermann, agotado de aquel incansable tener que quitarse las palabras de la boca unos a otros¨C, para decir que somos una mezcla entre lo que creemos que somos y lo que los dem¨¢s creen que somos, y que nada nos modela m¨¢s que nuestra condici¨®n de hijos.
Ese estilo de di¨¢logo coreogr¨¢fico se expande y perfecciona, rozando el paroxismo, en La maravillosa Se?ora Maisel, experimentando aqu¨ª con el escenario, reflexionando sobre el medio ¨Cla protagonista es, como lo fueron los padres de Sherman-Palladino, monologuista¨C desde el fondo y la forma, edificando un nuevo yo indestructible, el de Midge Maisel, y una narrativa que abandona la sobreescritura para entregarse a la sobreactuaci¨®n, metaficci¨®n en uno y otro caso que, parafraseando al Mailer de Las chicas Gilmore, no existir¨ªa de la forma en que lo hace de no haber visto a una chica servirse un caf¨¦ en un bar de la peque?a e inofensiva Washington, Connecticut, e iniciarse su propio idilio secreto con Stars Hollow.
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