La ¡°embajada po¨¦tica¡± que Franco mand¨® a Latinoam¨¦rica
En diciembre de 1949, el r¨¦gimen envi¨® a cuatro poetas espa?oles a distintos pa¨ªses americanos en calidad de emisarios. Siete d¨¦cadas despu¨¦s, el bi¨®grafo estadounidense de la familia Panero recuerda ese turbulento cap¨ªtulo
En diciembre de 1949, el r¨¦gimen de Franco envi¨® a cuatro poetas espa?oles a Latinoam¨¦rica en calidad de emisarios de lo que denomin¨® "la embajada po¨¦tica". Su mandato consist¨ªa en compartir su obra, fruto literario del nacionalcatolicismo espa?ol, con sus hermanos de habla espa?ola de la otra orilla del Atl¨¢ntico. Mientras que los cuatro escritores entend¨ªan su viaje como una misi¨®n diplom¨¢tica de buena voluntad, un apret¨®n de manos a trav¨¦s del oc¨¦ano, los numerosos detractores con los que iban a encontrarse a lo largo de cuatro azarosos meses en ultramar no ve¨ªan en ¨¦l m¨¢s que la agresiva propaganda pol¨ªtica de una dictadura extranjera. Igual que un poema, el ¨¦xito del viaje estuvo abierto a interpretaci¨®n. Un poeta que en el ¨²ltimo momento declin¨® participar en la gira la calific¨® luego de "rotundo fracaso". En cambio, el r¨¦gimen la present¨® como una victoria a pesar de que acab¨® abruptamente a causa de un asesinato pol¨ªtico. Pero fue otro asesinato, perpetrado hac¨ªa m¨¢s de una d¨¦cada en circunstancias radicalmente diferentes, el que defini¨® el periplo: el del poeta Federico Garc¨ªa Lorca.
Aunque los cuatro escritores proven¨ªan del victorioso bando "nacional" de la Guerra Civil espa?ola, pol¨ªticamente no eran monol¨ªticos. De hecho, constitu¨ªan un buen reflejo de la variopinta coalici¨®n de derechas que se hab¨ªa unido para derrotar a la Segunda Rep¨²blica, un totum revolutum que inclu¨ªa de todo, desde fascistas recalcitrantes hasta tradicionalistas cat¨®licos, pasando por acaudalados miembros de la nobleza. El integrante de m¨¢s edad de la "embajada" era el conde Agust¨ªn de Fox¨¢, un aristocr¨¢tico vividor de 43 a?os autor de la novela Madrid, de corte a checa, en la que narraba c¨®mo un joven se pas¨® de la derecha a la izquierda durante la guerra. Fox¨¢, que pertenec¨ªa al cuerpo diplom¨¢tico y estaba destinado en Argentina, era tambi¨¦n el ingenio mordaz de su generaci¨®n, conocido por su famoso lema: ¡°Soy conde, soy gordo, fumo puros, ?c¨®mo no voy a ser de derechas?¡±.
Fox¨¢, que pertenec¨ªa al cuerpo diplom¨¢tico, era el ingenio mordaz de su generaci¨®n, conocido por su famoso lema: ¡°Soy conde, soy gordo, fumo puros, ?c¨®mo no voy a ser de derechas?¡±
El conservadurismo autocomplaciente y privilegiado del arist¨®crata contrastaba con la seriedad del fascismo de Antonio Zubiaurre. El poeta y editor riojano ten¨ªa 33 a?os y hab¨ªa luchado en Rusia al lado de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial alistado en la Divisi¨®n Azul, la unidad de soldados voluntarios enviados por Franco a combatir a Stalin. El tercero del grupo era Leopoldo Panero, de 40 a?os. Antes del estallido de la guerra, Panero hab¨ªa sido poeta comunista amigo de autores tan inequ¨ªvocamente izquierdistas como Pablo Neruda y Miguel Hern¨¢ndez. Tras ser hecho prisionero y escapar por poco de ser ejecutado por los sublevados, se alist¨® como soldado en el Ej¨¦rcito de Franco para sobrevivir y acab¨® seducido por la m¨ªstica de la Falange. Cuando se empez¨® a proyectar el viaje a Latinoam¨¦rica acababa de publicar su primer libro de poes¨ªa, un canto elemental a los valores espa?oles tradicionales como Dios y la familia.
Por ¨²ltimo, estaba Luis Rosales, el mejor amigo de Panero desde principios de la d¨¦cada de 1930, al que la guerra tambi¨¦n hab¨ªa cambiado la vida. Rosales proced¨ªa de una familia conservadora, y desde el primer momento se hab¨ªa puesto del lado de los sublevados. No obstante, y a pesar de sus diferencias pol¨ªticas, Federico Garc¨ªa Lorca hab¨ªa sido su mentor en la poes¨ªa y su amigo desde mucho antes de que empezase la guerra. Los dos eran de Granada, y cuando en agosto de 1936 empez¨® a correr por la ciudad el rumor de que algunos granadinos partidarios de la rebeli¨®n la ten¨ªan tomada con Lorca, la familia Rosales le dio refugio. El secreto no tard¨® en divulgarse ?se dice que uno de los hermanos de Rosales inform¨® a los participantes en la rebeli¨®n local? y lleg¨® a o¨ªdos de quien no ten¨ªa que llegar, el vengativo aspirante a pol¨ªtico Ram¨®n Ruiz Alonso. El rebelde ten¨ªa la esperanza de que, eliminando a Lorca, se elevar¨ªa a s¨ª mismo a un escalaf¨®n superior de la Falange. Con un cuerpo de casi 100 soldados rode¨® la casa de los Rosales y exigi¨® que Lorca abandonase su escondite. El poeta fue arrastrado a la c¨¢rcel y desapareci¨®.
Luis Rosales protest¨® en el cuartel general de Granada, causando una conmoci¨®n que estuvo a punto de hacer que peligrase su vida. Fue enviado al norte hasta que la guerra termin¨®, y all¨ª edit¨® una revista literaria fascista y supervis¨® otros medios de propaganda literaria. La muerte de Lorca dej¨® una huella indeleble en ¨¦l, como iba a dejarla en sus tres compa?eros poetas en su viaje a Latinoam¨¦rica.
De todas maneras, antes que nada, hab¨ªa que salir de Espa?a, lo cual era m¨¢s f¨¢cil de decir que de hacer.
***
La ma?ana del 6 de diciembre de 1949, el carguero Habana de la Compa?¨ªa Transatl¨¢ntica se preparaba para cruzar el Atl¨¢ntico. Pero hab¨ªa un problema. El barco ten¨ªa que zarpar a mediod¨ªa y Leopoldo Panero no aparec¨ªa por ninguna parte.
Tras emprender viaje unos d¨ªas antes desde Tarragona, el Habana hab¨ªa atracado en el puerto de C¨¢diz, en la costa meridional de Espa?a. Aprovechando la escala, Panero y Rosales se hab¨ªan reunido con un grupo de viejos amigos y hab¨ªan montado una francachela de proporciones ¨¦picas en la cercana ciudad de Jerez, emborrach¨¢ndose desde la comida de un d¨ªa hasta la ma?ana del siguiente. En la excursi¨®n los acompa?¨® Jos¨¦ Caballero Bonald, un joven de 23 a?os de la zona, aspirante a poeta, que el d¨ªa anterior hab¨ªa experimentado una sensaci¨®n de pasmo privilegiado cuando lo invitaron a unirse al grupo. Al d¨ªa siguiente, con el carguero amenazando con soltar amarras y dejar a Panero en tierra, Caballero participaba en la batida de b¨²squeda. Cincuenta a?os despu¨¦s recordaba en sus memorias aquellos momentos cr¨ªticos y su desenlace:
¡°Despu¨¦s de infructuosas pesquisas, se lleg¨® a la conclusi¨®n de que posiblemente se habr¨ªa quedado atascado en un prost¨ªbulo donde recalamos a altas horas de la noche. Y all¨ª estaba, en efecto, no en ninguna cama ni en ning¨²n presumible estado de embriaguez, sino entregado al minucioso deleite de un ba?o. La cosa ten¨ªa sus ribetes burlescos. Sumergido en una pila de lavar, con el agua hasta la cintura, Panero permanec¨ªa como en ¨¦xtasis mientras dos pupilas de la casa lo enjabonaban con juiciosa aplicaci¨®n. Cuando nos vio irrumpir en ese burdel ¡ªque gozaba, como no era raro entonces, de cierto confortable simulacro dom¨¦stico¡ª mont¨® en c¨®lera y se neg¨® a abandonar aquel sitio donde tan ricamente se solazaba¡±.
Por fin, Rosales convenci¨® a Panero de que se vistiese, y se dirigieron a toda prisa al puerto, donde la tripulaci¨®n se preparaba para retirar la pasarela. Caballero Bonald, que no tuvo oportunidad de despedirse, vio marchar a los dos hombres desencantado por lo que hab¨ªa presenciado. ¡°Mi ingenuidad se resist¨ªa a admitir que aquellos dos afamados poetas fuesen de consuno unos simples mortales enredados en el m¨¢s com¨²n de los zascandileos¡±.
El Habana zarp¨® rumbo a su puerto hom¨®nimo en Cuba, al otro lado del oc¨¦ano.
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El viaje tuvo lugar gracias al exjefe de Panero y Zubiaurre en una fundaci¨®n franquista, que en esos momentos ejerc¨ªa de embajador espa?ol en Per¨². El diplom¨¢tico hab¨ªa convencido a la Direcci¨®n General de Relaciones Culturales de Madrid de que desembolsase el dinero para la gira, que ten¨ªa que durar tres meses e incluir paradas en m¨¢s de 10 pa¨ªses latinoamericanos. Lo que nadie imaginaba entonces era el fr¨¢gil y singular punto de inflexi¨®n de la historia al que la traves¨ªa iba a llevar a los cuatro espa?oles.
Sab¨ªan mejor que nadie lo tr¨¢gica que hab¨ªa sido la Guerra Civil, pero ten¨ªan la esperanza de curar las heridas a trav¨¦s de la literatura. Sobre todo, Panero y Rosales, que no eran tanto franquistas fan¨¢ticos como oportunistas
La Guerra Civil espa?ola hab¨ªa sido un acontecimiento emotivo y amargamente polarizador no solo para la poblaci¨®n del pa¨ªs, sino para hombres y mujeres de todo el mundo, adem¨¢s del conflicto de la historia contempor¨¢nea m¨¢s recreado en la literatura. Como dice Pablo Neruda en sus memorias, ¡°no ha habido en la historia intelectual una esencia tan f¨¦rtil para los poetas como la guerra espa?ola¡±. Ernest Hemingway public¨® Por qui¨¦n doblan las campanas, y W.H. Auden compuso Espa?a, por citar solo dos obras de autores no espa?oles que hicieron que el conflicto arraigase en la imaginaci¨®n mundial. Mientras tanto, los escritores espa?oles que lograron sobrevivir a la guerra y la posguerra ?junto a la de Lorca, el conflicto se hab¨ªa cobrado las vidas de los legendarios poetas Miguel Hern¨¢ndez y Antonio Machado? huyeron al exilio, yendo a parar en su mayor¨ªa a Latinoam¨¦rica. Aunque la guerra hab¨ªa acabado hac¨ªa m¨¢s de una d¨¦cada, en el continente el recuerdo de sus m¨ªticas historias y del casi medio mill¨®n de vidas perdidas segu¨ªa grabado con fuerza, sobre todo entre los Gobiernos de izquierdas. A pesar de ello, desde el punto de vista geopol¨ªtico, su legado y el de la Segunda Guerra Mundial estaban dejando paso a las nuevas reglas de la incipiente Guerra Fr¨ªa. Las democracias del mundo ya no defin¨ªan su lugar en contraposici¨®n al fascismo, sino al comunismo. Con todo, muchos gobiernos comunistas segu¨ªan obsesionados con enemigos como la dictadura de Franco, ya que todav¨ªa faltaban unos cuantos a?os para que llegase el intervencionismo opresor de Estados Unidos en Latinoam¨¦rica.
Los cuatro desventurados poetas espa?oles se encontraron en el punto de mira de esta transici¨®n. Sab¨ªan mejor que nadie en el extranjero lo tr¨¢gica que hab¨ªa sido la Guerra Civil de su pa¨ªs ?todos hab¨ªan perdido personas queridas en ambos bandos?, pero ten¨ªan la esperanza de curar las heridas del pasado a trav¨¦s de la literatura. As¨ª ocurr¨ªa especialmente con Panero y Rosales, que no eran tanto franquistas fan¨¢ticos como supervivientes oportunistas. Como escribi¨® Panero, admirador desde tiempo atr¨¢s de la poes¨ªa latinoamericana, ¡°ibamos encendidos de pureza, como el novio que coge, por primera vez, la mano de su novia¡±. Los cuatro poetas no estaban preparados para lo que les esperaba.
El 16 de diciembre, el Habana arribaba al Nuevo Mundo en Hoboken, Nueva Jersey. Sus ocupantes estaban al mismo tiempo lejos de Espa?a y dolorosamente cercanos a ella, en particular Rosales. Despu¨¦s de la Guerra Civil, la familia Lorca hab¨ªa emigrado a Nueva York, donde los padres del poeta, su hermano, su hermana y sus respectivas familias se hab¨ªan labrado una nueva vida. Aunque los Rosales y los Lorca hab¨ªan sido amigos en Granada, ahora el pasado los divid¨ªa. Mientras caminaban por el puerto de Hoboken, los poetas sab¨ªan lo cerca que estaba la familia Lorca, pero no fueron a visitarla (todav¨ªa).
Los embajadores po¨¦ticos llegaron a La Habana justo antes de Navidad y bajaron al muelle. La prensa de izquierdas se deshizo en coloristas insultos para darles la bienvenida: ¡°ap¨®crifos poetastros", "escribas de Falange", "amanuenses amaestrados de la propaganda franquista.¡± Al mismo tiempo, un pu?ado de destacados escritores cubanos sali¨® en su defensa, entre ellos Dulce Mar¨ªa Loynaz.
En los albores de la d¨¦cada de 1950, Cuba oscilaba entre la derecha y la izquierda. La Uni¨®n Sovi¨¦tica hab¨ªa abierto una embajada en el pa¨ªs en 1943, mientras que las empresas de propiedad estadounidense hac¨ªan grandes inversiones en la peque?a pero lucrativa isla caribe?a. Mientras tanto, los personajes que iban a desencadenar la revoluci¨®n cubana una d¨¦cada despu¨¦s empezaban a converger. En 1948, Fidel Castro, que entonces ten¨ªa 21 a?os, hab¨ªa estado en Bogot¨¢ (Colombia) cuando el candidato del Partido Liberal, Jorge Eli¨¦cer Gait¨¢n, fue asesinado, a ra¨ªz de lo cual estallaron disturbios en los que particip¨® el revolucionario. Ese mismo a?o, los cubanos eligieron presidente a Carlos Pr¨ªos Sacarr¨¢s, el hombre al que el dictador Fulgencio Batista derrocar¨ªa cuatro a?os despu¨¦s. Batista gobern¨® el pa¨ªs hasta que, a su vez, Fidel Castro lo derroc¨® a ¨¦l.
El d¨ªa de Navidad, los cuatro poetas ofrecieron su primer recital en una organizaci¨®n ciudadana de La Habana, envueltos no precisamente en la cordialidad propia de esas fiestas. Sus versos fueron acogidos con los silbidos hostiles del p¨²blico seguidos por el lanzamiento de huevos. Panero esquiv¨® por poco los que llegaban volando en direcci¨®n a ¨¦l para ver c¨®mo se estrellaban contra los embajadores espa?ol y haitiano que estaban a su lado. Fox¨¢ escribi¨® a su madre sobre el incidente: ¡°Los comunistas intentaron interrumpirlo [¡] pero fueron detenidos y abofeteados, principalmente por los curas y frailes espa?oles, que se portaron heroicamente.¡± Los reventadores del acto protestaban contra los escritores de una dictadura fascista que hab¨ªan llegado a su isla a compartir su obra, pero su objetivo era una persona en concreto: el poeta Luis Rosales.
Por toda Latinoam¨¦rica corr¨ªan numerosos rumores seg¨²n los cuales Rosales, m¨¢s que intentar salvar a Lorca, hab¨ªa sido el Bruto del C¨¦sar granadino. Como informaba un peri¨®dico cubano anticipando la llegada de los escritores espa?oles mientras estos cruzaban el Atl¨¢ntico, ¡°Luis Rosales, el cabecilla de la misi¨®n, fue el traidor que consigui¨® enga?ar la buena fe de Garc¨ªa Lorca para que se ocultara en su residencia de Granada, de donde lo sac¨® a los pocos d¨ªas para entregarlo al pelot¨®n de la Guardia Civil que asesin¨® por la espalda al gran poeta espa?ol¡±. Seg¨²n el hijo de Rosales ?tambi¨¦n llamado Luis?, a la vista de las agresiones escritas y a¨¦reas, el poeta envi¨® un mensaje a Federico Garc¨ªa Rodr¨ªguez, padre de Lorca, a trav¨¦s de la embajada espa?ola, pidi¨¦ndole que escribiese una carta dando fe de su inocencia en la muerte de su hijo. Se dice que el padre accedi¨®, pero tras entregar la carta a la prensa cubana, Rosales se dio cuenta de que deber¨ªa haber pedido una casi para cada uno de los pa¨ªses que visit¨®.
A pesar de los contratiempos que deslucieron su primera aparici¨®n p¨²blica, los poetas triunfaron en otros escenarios de la isla m¨¢s receptivos. Antes de finales de diciembre, su plan de viaje los oblig¨® a seguir camino. El grupo se dividi¨® en dos para cubrir m¨¢s terreno. Zubiaurre y Fox¨¢ se dirigieron a la Rep¨²blica Dominicana, mientras que Panero y Rosales se trasladaban a Puerto Rico, a donde llegaron en 1950. El d¨ªa de A?o Nuevo, Panero escribi¨® una carta a la mujer de Rosales, que estaba en Espa?a, en la que le dec¨ªa: ¡°No tengas miedo¡±. Con ello no le estaba ofreciendo solo un consuelo gratuito. Puerto Rico se mostr¨® m¨¢s hospitalario que Cuba, al igual que su siguiente parada, la Rep¨²blica Dominicana, donde los cuatro poetas se reunieron y recitaron para grandes p¨²blicos. Estando en el pa¨ªs tuvieron un encuentro con Cipriano Rivas Cherif, un dramaturgo espa?ol que, despu¨¦s de ejercer como diplom¨¢tico de la Rep¨²blica, pas¨® a?os recluido en las c¨¢rceles de Franco tras librarse en el ¨²ltimo momento de una sentencia de muerte. En el pasado, la guerra los hab¨ªa convertido en enemigos, pero eso no impidi¨® el encuentro, un matiz de la herencia de la guerra civil que los manifestantes contra los cuatro poetas probablemente no entendieron. Tanto los exiliados como quienes se quedaron en Espa?a hab¨ªan sufrido grandes p¨¦rdidas, pero muchos segu¨ªan sintiendo afecto o, como m¨ªnimo, conservaban una actitud receptiva hacia personas que hab¨ªan acabado en el bando contrario. En esos momentos era como si un lazo familiar procedente del para¨ªso perdido de los a?os anteriores a la guerra trascendiese las divisiones, haciendo posible que quienes fueron enemigos volviesen a comportarse fugazmente como amigos. Estos encuentros nost¨¢lgicos, sin embargo, fueron breves. Desde el Caribe, los poetas siguieron viaje rumbo a Venezuela.
Al igual que Cuba, Venezuela result¨® ser un destino complicado. El a?o anterior, un golpe militar hab¨ªa puesto fin a tres a?os de democracia e instaurado una dictadura. No obstante, en el pa¨ªs qued¨® un movimiento disidente, y la segunda semana de enero los activistas se presentaron en el recital de los poetas en Caracas. Los espa?oles sab¨ªan que iba a haber manifestantes, pero les aseguraron que todo estar¨ªa bajo control. No fue as¨ª. Nada m¨¢s empezar el acto, alguien cort¨® el suministro el¨¦ctrico del edificio. En la oscuridad, una rociada de huevos y tomates ca¨ªa alrededor de los bardos. Sonaron disparos, y los poetas abandonaron el escenario precipitadamente. Igual que en Cuba, el principal objetivo era Rosales, el cual, como recordar¨ªa m¨¢s tarde Zubiarre, ¡°se sent¨ªa [¡] ¨ªntimamente herido¡±. Tras escapar de la refriega, Fox¨¢ intent¨® restar importancia al cuasidisturbio con su acostumbrada guasa sard¨®nica: "Vamos a tener que ir con una pancarta diciendo: Los asesinos de Garc¨ªa Lorca saludaban a la afici¨®n".
En Colombia, por otra parte, el panorama era totalmente diferente. Tras la violencia del a?o anterior, el presidente hab¨ªa aplastado a sus adversarios liberales, y los poetas eran esperados en una atm¨®sfera entusiasta. Durante los 12 d¨ªas de recitales ininterrumpidos, atrajeron a numeroso p¨²blico, y la prensa calific¨® su gira de "¨¦xito sin precedentes". Los "embajadores" se reunieron con m¨¢s exiliados espa?oles, entre ellos un exministro de la Rep¨²blica, tras lo cual se dirigieron al norte de Panam¨¢, donde leyeron sus poemas ante un p¨²blico de 2.000 personas. De all¨ª siguieron hacia Costa Rica. En una de las salas recibieron ovaciones; en la otra, huevos. (¡°Tienen una marcada afici¨®n por la tortilla¡±, bromeaba Fox¨¢ a su madre). Luego vino Nicaragua. El pa¨ªs estaba gobernado por la familia Somoza, y all¨ª donde fueron, los trataron como dignatarios de visita. A pesar de su adverso arranque en Cuba, al final la "embajada po¨¦tica" se hab¨ªa convertido en un ¨¦xito tal que la Direcci¨®n General de Madrid quiso ampliar el recorrido. Jos¨¦ Gallostra, diplom¨¢tico espa?ol, se encarg¨® del delicado trabajo previo, preparando los visados para M¨¦xico, que se negaba a reconocer el r¨¦gimen de Franco.
Tras regresar a La Habana, los cuatro poetas se prepararon para el viaje en avi¨®n al pa¨ªs centroamericano. Desde all¨ª continuar¨ªan hasta Estados Unidos con nuevas paradas a?adidas en Sudam¨¦rica. Sin embargo, el calor, el viaje y las largas jornadas empezaban a hacerles perder la paciencia. En determinado momento, Panero y Zubiarre, famosos por su irascibilidad, dejaron de dirigirse la palabra. En las fotos de la gira, los espa?oles aparecen ojerosos y desaseados. Entonces recibieron una terrible noticia.
El diplom¨¢tico Gallostra, que estaba organizando el viaje, hab¨ªa sido asesinado a plena luz del d¨ªa delante del edificio de su despacho en Ciudad de M¨¦xico. Recibi¨® dos disparos a quemarropa en la cabeza "mientras la multitud del mediod¨ªa abarrotaba el Paseo de la Reforma", informaba The New York Times. El asesino era un exiliado espa?ol, anarquista y excombatiente de la extinta Segunda Rep¨²blica.
El asesinato de Gallostra y la subsiguiente debacle diplom¨¢tica empujaron al Gobierno espa?ol a poner sigiloso fin al viaje. En M¨¦xico, los cuatro poetas embarcaron discretamente en el vapor Magallanes con destino a Nueva York, su ¨²ltima parada antes de poner rumbo a Espa?a.
***
¡°Arquitectura extrahumana y ritmo furioso¡±, escribi¨® Lorca refiri¨¦ndose a Nueva York, donde vivi¨® durante un breve periodo cuando estaba en la veintena, estancia que le inspir¨® su famoso libro Poeta en Nueva York. ¡°Geometr¨ªa y angustia¡±.
Efectivamente, fue un extra?o alineamiento geom¨¦trico de pol¨ªtica y poes¨ªa lo que llev¨® a los poetas a Nueva York, donde organizaron un encuentro con los miembros de la familia Lorca, que segu¨ªan arrastrando una gran angustia entre los rascacielos y el ruido que llenaba la ciudad. Hab¨ªan puesto un oc¨¦ano entre ellos y el pa¨ªs que les hab¨ªa quitado a su hijo y a otras personas queridas, pero ahora Espa?a se les aparec¨ªa en forma de tres hombres que no se hab¨ªan visto obligados a marcharse como ellos: Panero, Zubiaurre y Rosales (Fox¨¢ hab¨ªa vuelto a su destino diplom¨¢tico).
Se reunieron en un caf¨¦ del centro de Manhattan. Seg¨²n Rosales y Zubiaurre, el encuentro fue afectuoso y cordial. Asistieron Federico padre, as¨ª como el hermano de Lorca, Francisco, y su mujer, Laura de los R¨ªos (de la cual, casualmente, Panero hab¨ªa estado enamorado en la d¨¦cada de 1930 sin ser correspondido). Rosales entreg¨® al padre de Lorca varios documentos que hab¨ªan pertenecido a su hijo, y este le pidi¨® al poeta que le ayudase a resolver un asunto relacionado con una parcela de tierra de su propiedad que a¨²n ten¨ªa en Espa?a. Sin embargo, tiempo despu¨¦s, la hija de Laura y Francisco, la sobrina que nunca lleg¨® a conocer a su famoso t¨ªo poeta, oy¨® una versi¨®n diferente de la reuni¨®n. ¡°Mi madre me lo cont¨® a?os m¨¢s tarde como un encuentro tenso y perturbador¡±, recordaba, ¡°pero no dijo m¨¢s¡±. Tal vez la inc¨®moda ambig¨¹edad del relato de Zubiaurre sea la que mejor refleje lo que flotaba en el ambiente mientras los espa?oles hablaban en la ciudad que Federico hab¨ªa inmortalizado, a un mundo de distancia del pa¨ªs donde todos ellos hab¨ªan nacido: ¡°Yo tengo la sensaci¨®n muy firme de que Lorca [el padre del poeta] no consideraba a Luis [Rosales] culpable de nada¡±, recordaba Zubiaurre a Carmen D¨ªaz de Alda Heikkil?, investigadora de la Universidad Complutense de Madrid. ¡°Lo consideraba por supuesto enemigo, pero enemigo de la guerra, nada m¨¢s¡±.
"Enemigo de la guerra, nada m¨¢s". Cuesta imaginar una valoraci¨®n positiva de una relaci¨®n m¨¢s incongruente que esta, como si la Guerra Civil espa?ola no hubiese sido una epopeya fratricida, sino m¨¢s bien un desafortunado desencuentro. Parece que los poetas que se hab¨ªan quedado en Espa?a quer¨ªan que no fuese m¨¢s que eso, aunque el fantasma del conflicto los hubiese perseguido a lo largo de todo su viaje.
Que la "embajada po¨¦tica" fuera un ¨¦xito o no ya no ten¨ªa importancia. La misi¨®n hab¨ªa revelado la persistencia de los muertos, que no pueden ser devueltos a la vida ni siquiera a trav¨¦s de la palabra escrita
A principios de marzo de 1950, el Magallanes atracaba en una Galicia fr¨ªa y neblinosa. La remuneraci¨®n econ¨®mica por los tres meses de odisea fue exigua. A fin de complementar el pago por participar en ella, Panero trajo mercanc¨ªas de contrabando para vender en el estraperlo: transistores, bufandas, medias. Sin embargo, seg¨²n afirmaba, su recompensa espiritual fue mayor: ¡°!Cu¨¢nto me alegro de haber realizado aquel viaje: precisamente aquel y no otro!¡±, escribi¨® despu¨¦s. ¡°[¡] A trav¨¦s del dolor, con todo tan dif¨ªcil, tan espa?olamente dif¨ªcil, tan cara a cara de la verdad!¡±. Una verdad que se ofrecer¨ªa como explicaci¨®n de por qu¨¦ la experiencia lo inclin¨® a¨²n m¨¢s a la derecha a su regreso a Espa?a y lo llev¨® a escribir en 1953 Canto personal, un libro de poes¨ªa ferozmente fascista que era una especie de carta de odio a su antiguo amigo, el poeta comunista chileno Pablo Neruda. Ese libro reaccionario acabar¨ªa arruinando la reputaci¨®n de Panero en la d¨¦cada siguiente, cuando la intelectualidad espa?ola, incluido Luis Rosales, empez¨® a distanciarse de Franco.
En cuanto a Rosales, que tanta indignaci¨®n despert¨® en Latinoam¨¦rica, la muerte de Lorca lo atorment¨® el resto de su vida y pes¨® tambi¨¦n sobre la de su ¨²nico hijo. ¡°Lo de Lorca sigue siendo un horror,¡± afirmaba este ¨²ltimo en 2016, abatido por el hecho de que el asesinato del poeta granadino eclipsase cualquier otra cosa que su padre hubiese hecho y escrito, tal como lo hizo con los viajes ?y las aflicciones? de esta misi¨®n po¨¦tica hac¨ªa m¨¢s de medio siglo. En la segunda mitad de su vida, Luis Rosales se entreg¨® al proyecto de una tetralog¨ªa po¨¦tica que ten¨ªa que ser la culminaci¨®n de una vida dedicada al verso. Nunca termin¨® el cuarto volumen de la serie, Nueva York despu¨¦s de muerto, un viaje imaginario por la ciudad de la geometr¨ªa y la angustia en compa?¨ªa de Federico, su amigo muerto. El libro se inspir¨® en su visita de 1950 a Nueva York y en las emociones que dej¨® en ¨¦l. Que la "embajada po¨¦tica" a Am¨¦rica hubiese sido un ¨¦xito o no ya no ten¨ªa importancia, si es que la tuvo alguna vez. La misi¨®n hab¨ªa revelado la persistencia de los muertos, que no pueden ser devueltos a la vida ni siquiera a trav¨¦s de esa poderosa creaci¨®n humana que siempre ha servido de barrera contra la eternidad: la palabra escrita.
¡°Las personas que no conocen el dolor son como iglesias sin bendecir,¡± escribi¨® Rosales en un libro que public¨® poco antes de partir hacia Latinoam¨¦rica. Si de verdad as¨ª lo cre¨ªa, ¨¦l qued¨® sobradamente bendecido por la maldici¨®n de la muerte de Federico Garc¨ªa Lorca.
Traducci¨®n de News Clips.
Aaron Shulman es periodista y escritor estadounidense, autor de The Age of Disenchantments: The Epic Story of Spain¡¯s Most Notorious Literary Family and the Long Shadow of the Spanish Civil War (Ecco/HarperCollins).
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