?Salvemos las librer¨ªas!
Las medidas aprobadas en el Consejo de Ministros resultan tremendamente descorazonadoras, especialmente en lo que se refiere al sector del libro
1. Desastre
Entre los sectores productivos m¨¢s profundamente afectados por la pandemia y el confinamiento destacan el turismo y la cultura. Del primero, no puedo hablar demasiado, pero si todo va (¡°razonablemente¡±, se apostilla ahora) bien, se ir¨¢ recuperando poco a poco, tras las necesarias reconversiones y readaptaciones: sol, playa, precios baratos, riqueza arquitect¨®nica e hist¨®rica, diversidad paisaj¨ªstica y cultural seguir¨¢n ah¨ª, esperando a que el miedo se disuelva y la gente vuelva a moverse.
El sector de la cultura lo tiene m¨¢s crudo. Es muy probable que los ciudadanos no perciban cabalmente su importancia para el funcionamiento de una sociedad democr¨¢tica, quiz¨¢s porque se d¨¦ por sobreentendida. Y, sin embargo, buena parte de la resistencia moral a la enfermedad y de la solidaridad entre los ciudadanos ¡ªincluso enclaustrados¡ª durante las pasadas semanas ha tenido lugar bajo el auspicio de la cultura. Los confinados no solo hemos recurrido a ella ¡ªm¨²sica, arte, literatura, espect¨¢culos, cine¡ª para distraernos, fortalecernos, comunicarnos y combatir la ansiedad y la alienaci¨®n del encierro, sino para mostrar simpat¨ªa y comprensi¨®n con nuestros conciudadanos.
Por eso resulta sorprendente la end¨¦mica insensibilidad de nuestros pol¨ªticos ¡ªde todo signo¡ª hacia las industrias culturales y sus creadores. Las medidas aprobadas en el Consejo de Ministros resultan tremendamente descorazonadoras, especialmente en lo que se refiere al sector del libro (que, por otra parte, factura cerca de 3.000 millones de euros anuales, much¨ªsimo m¨¢s que la industria del cine, la m¨¢s favorecida en el ¨²ltimo reparto de la miseria). Los 4 millones de euros destinados a las peque?as librer¨ªas, eslab¨®n final de la cadena del libro, constituyen casi una burla, sobre todo porque no se apoya en un eficaz y contundente plan de compras p¨²blicas de libros. Como tambi¨¦n lo es, sin el casi, la nula ayuda al otro eslab¨®n que inicia y da sentido a la cadena: los creadores (en su sentido m¨¢s amplio: escritores, traductores, ilustradores, etc¨¦tera).
De modo que la pandemia se ha cebado ¡ªy seguir¨¢ haci¨¦ndolo¡ª con ferocidad sobre los dos segmentos m¨¢s fr¨¢giles del ecosistema del libro. ¡°Cuando las librer¨ªas paran¡±, afirma en Livres Hebdo Fran?oise Nyssen, antigua ministra de Cultura de Francia y hoy directora de Actes Sud, ¡°todo se para en este sector¡±. Lo hemos comprobado: sin librer¨ªas o, ahora, con visitas concertadas y sin capacidad de hojear con calma los libros; sin esa bendita posibilidad de escoger otro en el que no pens¨¢bamos, pero que nos interpela desde su materialidad; sin el privilegio de hablar con un prescriptor que no sea un algoritmo, la p¨¦rdida cultural se nos antoja tremenda. Salvar las librer¨ªas, impedir el cierre de las m¨¢s fragilizadas ¡ªque este a?o, para colmo, no disponen de los eventos o conmemoraciones que tradicionalmente aliviaban su cuenta de resultados ¡ª, evitar o, al menos, mitigar el desastre que amenaza con desarbolar al sector es, m¨¢s que una consigna, un deber de todos. Empezando por las Administraciones, que para eso est¨¢n. Y que dependen de nuestros votos.
2. Lenguajes
Reconozco que me lo paso bastante bien familiariz¨¢ndome con el ya riqu¨ªsimo l¨¦xico de la neolengua (newspeak) alumbrada, difundida y viralizada por la pandemia. No solo apunto en un cuaderno de color negro (¡°como no pod¨ªa ser de otra manera¡±, dir¨ªa un diputado) los neologismos m¨¢s o menos evidentes, derivados del nombre del ¡°enemigo¡± (covidivorcio, covidiota, coronababy) o del lenguaje de los t¨¦cnicos (cronograma de fases, nueva normalidad, escalada y, lo que es peor, desescalada), sino que me entretengo lo m¨ªo estudiando la dicci¨®n de los pol¨ªticos.
Una de mis fuentes m¨¢s sorprendentes ¡ª al menos en el terreno de la met¨¢fora¡ª es el discurso de la aguerrida ministra de Hacienda y portavoz del Ejecutivo, c¨¦lebre por su reiterada man¨ªa de apocopar los participios de pasado de todos los verbos del castellano; su ¡°ao¡± final (acabao, Estao, elaborao, consensuao) me recuerda una canci¨®n que cantaban los pieles rojas en una versi¨®n de Peter Pan que escuchaba de ni?o por la radio y que dec¨ªa: ¡°Por qu¨¦ decimos ?ao! [para saludar]: es m¨¢s f¨¢cil decir ?ao! que decir c¨®mo has estao¡±. La misma ministra ¡ªuna de mis favoritas, sin duda¡ª emplea estupendas met¨¢foras, algunas procedentes de juegos de mesa (¡°pasar casilla¡±, como en el parch¨ªs o la oca), del automovilismo (¡°tengamos capacidad de luces largas¡±) o de los m¨¢s diversos campos de actividad.
En todo caso, uno de los t¨¦rminos m¨¢s profusamente empleados por ella y sus colegas es el de ¡°humildad¡± y sus derivados: el ¡°conjunto de la ciudadan¨ªa¡± se habr¨¢ dado cuenta de que todos los pol¨ªticos la utilizan y la ¡°ponen en valor¡±. Me encanta, porque casi todo lo que hacen y dicen lo llevan a cabo con humildad, que es una forma alternativa de expresar que, en todo esto, casi nadie sabe nada, que todo es probar y repetir, y que crucemos los dedos para que todo vaya bien y que no vuelva pronto.
3. Deposiciones
Una de las cosas que m¨¢s me fascinan de Kim Jong-un (o de su presumible doble) ¡ªadem¨¢s de su caballo tan blanco como el de mi h¨¦roe infantil Hopalong Cassidy¡ª es su impecable biblioteca, contra la que suele fotografiarse: tan ordenadita, dispuesta por tama?os y colores del lomo de los libros. La m¨ªa no se parece nada. Pero en ella he encontrado las joyas que he rele¨ªdo en mi confinamiento: ayer, por ejemplo, volv¨ª a devorarme la novela corta ¡®El canal del sufrimiento¡¯ (incluida en Extinci¨®n: 2004, Debolsillo), de David Foster Wallace, en la que el periodista Atwater intenta convencer a su redactor jefe para que publique su art¨ªculo acerca de un artista cuyas defecaciones o cagarrutas imitan espont¨¢neamente objetos y personajes. Una parad¨®jica reflexi¨®n narrativa, a la vez divertida y pesimista, sobre el proceso creativo.
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