Bernardine Evaristo: ¡°Black Lives Matter y el Me Too ya han cambiado la sociedad¡±
La ultima revelaci¨®n de las letras brit¨¢nicas es de origen nigeriano, escribe novelas en verso y persigue un cambio social. Publica ¡®Ni?a, mujer, otras¡¯, con la que gan¨® el ¨²ltimo Premio Booker
Cuando o¨ªmos hablar de ella por primera vez, Bernardine Evaristo (Londres, 1959) no ten¨ªa nombre. Era solo ¡°otra autora¡±. As¨ª la design¨® un desubicado presentador de la BBC al recordar que la escritora hab¨ªa compartido el ¨²ltimo Premio Booker, el m¨¢s importante de las letras angl¨®fonas, con un mito como Margaret Atwood. Sucedi¨® en diciembre, semanas despu¨¦s de hacer historia al convertirse en la primera mujer negra que conquistaba el galard¨®n. ¡°No fue capaz de recordar mi nombre o tal vez no consider¨® que tuviera mucha importancia. Me sorprendi¨® la velocidad con la que me borraban de la historia¡±, recordaba Evaristo en la casa que comparte con su marido en el distrito londinense de Hillingdon, en la lejana zona seis del mapa de transporte p¨²blico, en un d¨ªa de marzo inmediatamente anterior al encierro colectivo.
Ante aquella omisi¨®n, Evaristo enfureci¨®. ¡°No tengo un ego muy grande, pero no me gust¨® que me volvieran a hacer invisible. Si ha hecho sus deberes, ya sabr¨¢ que la visibilidad es un tema muy importante para m¨ª¡±, afirma. Lo dice porque ese es el tema de su libro, Ni?a, mujer, otras (AdN), una novela de 500 p¨¢ginas escrita en verso lib¨¦rrimo que relata las vidas de una docena de mujeres negras, sobre las que raras veces recae la atenci¨®n literaria. Tras seis d¨¦cadas trabajando en la sombra, a Evaristo le apagaron unos focos que apenas empezaban a calentarse. Ante su enfado, tuvo una reacci¨®n muy de nuestro tiempo: encender el ordenador y abrir Twitter. Escupi¨® su ira en 280 caracteres. Lo public¨® y respir¨® hondo. ¡°La sorpresa lleg¨® cuando empec¨¦ a recibir apoyo. Cada segundo crec¨ªa m¨¢s y m¨¢s. La gente se ofend¨ªa en mi nombre¡±, recuerda, todav¨ªa admirada. Entendi¨® que tal vez algo hubiera cambiado en esa sociedad que tanto sol¨ªa criticar. De repente, ya no estaba sola. Por primera vez en su vida, sinti¨® que ten¨ªa el viento a favor.
A Evaristo, el ¨¦xito le ha llegado tarde, a los 60 a?os, pero como un torrente. Tras el Booker, Ni?a, mujer, otras se convirti¨® en un fen¨®meno editorial en el mundo anglosaj¨®n, un final inesperado para un volumen de corte experimental que parec¨ªa destinado a un p¨²blico minoritario, aunque ella asegure que tampoco lo escribi¨® ¡°para una selecta minor¨ªa de 100 personas¡±. Poco despu¨¦s, un prescriptor cultural llamado Barack Obama lo incluy¨® en su lista de lecturas favoritas de 2019, en lo que pareci¨® el gesto posracial definitivo. Evaristo, que ha venido a esta batalla armada hasta los dientes, duda que la guerra haya terminado, y sabe que esto podr¨ªa ser tanto su Waterloo como un ilusorio Austerlitz. Pero tambi¨¦n admite sentir un optimismo ins¨®lito a la luz de los ¨²ltimos acontecimientos. ¡°Black Lives Matter y el MeToo han provocado una conciencia de g¨¦nero y de raza que nunca hab¨ªa existido a esta escala. La confluencia de ambos ya ha transformado la sociedad¡±, asegura esta hija de concejal laborista nigeriano y maestra de escuela inglesa, que creci¨® en ¡°un hogar socialista¡± gobernado por dos animales pol¨ªticos, de los que heredar¨ªa una m¨¢xima de la que se acuerda cada ma?ana frente al espejo: ¡°Si quieres cambiar la sociedad, empieza por ti misma¡±.
¡°Escribo en oposici¨®n al statu quo, con la voluntad de perturbarlo, contra la norma social y cultural¡±
Su libro, claro est¨¢, llega en el momento indicado, aunque la mera evocaci¨®n de este contexto favorable saque de sus casillas a una autora que siempre ha escrito contra la corriente (y que, antes de escoger un tema que est¨¦ de moda, seguramente preferir¨ªa cortarse las dos manos). ¡°Escribo en oposici¨®n al statu quo, con la voluntad de perturbarlo y de alejarme de la norma social y cultural. Formalmente, mis libros toman direcciones muy inesperadas. No son la marca de un escritor guiado por el oportunismo¡±, se defiende, aunque no hubiera ataque. ?Le sorprendi¨® que los lectores respondieran a tan inusual propuesta? No, porque no cree que el problema sea de falta de curiosidad, sino de ausencia de riesgo del sector editorial. ¡°La gente no ha tenido ning¨²n problema en leer un libro sobre mujeres negras. Dir¨ªa que, hist¨®ricamente, ha habido muy pocos negros en esta industria. Hoy sigue siendo un mundo muy blanco y de clase media. Hasta hace muy poco tiempo, no se ha entendido el potencial de este tipo de literatura¡±, se?ala Evaristo. Un potencial que es literario y econ¨®mico. ¡°Se puede ganar dinero publicando obras sobre colectivos infrarrepresentados. Cuando descubren que hay un libro que habla sobre ellos, no dudan en comprarlo¡±, a?ade.
Ni?a, mujer, otras es una novela polif¨®nica por la que pasa una infinidad de personajes. Amma es una dramaturga negra y lesbiana que, tras una vida actuando en los m¨¢rgenes, logra estrenar una obra en el National Theatre (un personaje inspirado en la propia Evaristo, que ha acabado viviendo una consagraci¨®n similar, como si fuera una profec¨ªa autorrealizada). Yazz es su hija, estudiante universitaria y feminista de pro. Dominique es su madrina, una mujer maltratada que trabaj¨® con Amma en sus inicios en el teatro independiente. Carole estudi¨® en Oxford y tiene un alto cargo en un banco de la City, un milagro sociol¨®gico siendo hija de inmigrantes nigerianos. Bummi es su progenitora, una encargada de la limpieza que se enamora de otra mujer en la iglesia. LaTisha, cajera de supermercado, fue a clase con Carole. Shirley, hija de la emigraci¨®n caribe?a, sol¨ªa ser la maestra de ambas. Winsome, su madre, vive una jubilaci¨®n dorada en su casa de Barbados. Penelope, compa?era de trabajo de Shirley, parece blanca de piel, aunque su historia familiar le reserve alguna sorpresa. Megan pasa a llamarse Morgan cuando decide vivir su vida como persona no binaria. Hattie es su bisabuela, una mujer negra que creci¨® en el norte de Inglaterra. Grace es la madre de Hattie y el punto final de una historia que oscila entre pasado y presente para dibujar algo parecido a un retrato colectivo de esa comunidad imaginaria. Aun as¨ª, Evaristo no quiso que ese coro griego fuera representativo de la realidad, sino un muestrario aleatorio, extra¨ªdo al azar de una masa formada por las cerca de 800.000 mujeres negras que viven en el Reino Unido. ¡°Invent¨¦ tantos perfiles como pude. Los negros somos pr¨¢cticamente invisibles en la ficci¨®n, pero incluso cuando no lo somos estamos sometidos a muchos estereotipos, como el de los chicos violentos y las mujeres que se prostituyen. Eso da una perspectiva muy reducida y muy af¨ªn a la que ya existe en los medios de comunicaci¨®n. Yo escribo tambi¨¦n contra eso¡±, se?ala la autora.
Evaristo ha firmado un libro muy arraigado en el presente, lleno de referencias a la cultura de la celebridad, la omnipresencia de las redes sociales y los debates interseccionales, que convoca a Netflix, a Roxane Gay y a todo tipo de identidades no monol¨ªticas. ¡°He intentado evitar lo que les sucede a los escritores de cierta edad, que se encierran en sus burbujas y dejan de estar conectados con la vida que tienen a su alrededor. Yo estoy rodeada de j¨®venes¡±, dice la autora, que lleva una d¨¦cada ense?ando escritura creativa en la Universidad de Brunel, a las afueras de la capital brit¨¢nica. ¡°Cada a?o tengo m¨¢s estudiantes que no se sienten ni hombre ni mujer. De ah¨ª surge el personaje de Morgan. Quer¨ªa que fuera transg¨¦nero, pero decid¨ª ir todav¨ªa m¨¢s lejos. Yo los escucho, les hago preguntas, tomo cosas prestadas y uso mucho Internet. Absorbo cualquier encuentro o interacci¨®n. Vaya con cuidado: puede que usted tambi¨¦n termine en uno de mis libros¡¡±. Para que los di¨¢logos no chirr¨ªen, Evaristo se sirve de su formaci¨®n como actriz. ¡°Mis or¨ªgenes est¨¢n en el teatro. Para crear cada personaje, me met¨ª en su interior. Los escrib¨ª desde dentro, de manera que fueron ellos mismos los que me indicaron qui¨¦nes eran¡±.
La existencia de Evaristo fue radical desde su nacimiento, siendo hija de un soldador nigeriano que hab¨ªa llegado a Inglaterra en 1949 (y futuro primer hombre negro que ofici¨® en el Consistorio municipal de Greenwich) y de una maestra inglesa de origen irland¨¦s y alem¨¢n. En el comedor de su casa, una colorida estancia en la que abundan los estampados africanos, salta a la vista una fotograf¨ªa de su infancia. Fue tomada cuando ten¨ªa dos a?os, cuando los Beatles todav¨ªa no hab¨ªan debutado y la revoluci¨®n sexual segu¨ªa pareciendo una perspectiva inimaginable para un futuro inmediato. Es un retrato familiar donde aparecen sus padres, sus abuelas y cinco de sus siete hermanos. Dos m¨¢s estaban por llegar. Su madre, devota cat¨®lica, quiso tener tantos hijos como fuera posible. Su padre accedi¨®: despu¨¦s de todo, esa muchachada no dejaba de ser ¡°una prueba de su hombr¨ªa¡±.
¡°El verso me permite condensar muchas ideas en un espacio peque?o. Me deja escribir sin censura¡±
Creci¨® en una casa victoriana comprada por 1.900 libras esterlinas all¨¢ por 1960 en Woolwich, suburbio pegado al T¨¢mesis a media hora del centro de Londres, volcado en la construcci¨®n de equipamientos militares. ¡°Hoy ya no queda nada de eso: han levantado apartamentos de lujo frente al r¨ªo y, en un encomiable intento de rebranding, lo llaman Royal Arsenal Riverside¡±, se carcajea Evaristo, que hace poco volvi¨® a pasear por el lugar y se encontr¨® con una antigua compa?era del colegio. ¡°Me hizo una pregunta inesperada: ¡®De peque?a, ?fuiste infeliz?¡¯. Supongo que lo dice porque yo era la ¨²nica ni?a negra¡¡±, ironiza. Quiso marcharse con todas sus fuerzas de ese lugar, aunque ahora est¨¦ convencida de que fueron aquellos veranos perezosos en ese distrito industrial, durante los que se aburri¨® soberanamente, los que la convirtieron en escritora. Al terminar sus estudios de interpretaci¨®n, fund¨® el Theatre of Black Women, el primero de ese tipo en el Reino Unido, convencida de que nadie escribir¨ªa para ella m¨¢s que papeles de criminales y sirvientas. Durante a?os, sobrevivieron con una subvenci¨®n de 100.000 libras anuales. Un buen d¨ªa, el dinero dej¨® de llegar. Evaristo se puso a escribir novelas, todas ellas in¨¦ditas en castellano, que imaginaban genealog¨ªas alternativas de la negritud brit¨¢nica, como The Emperor¡¯s Babe (2001), sobre una ni?a de color en el Londinium romano de hace 20 siglos, o Blonde Roots (2008), relato par¨®dico que imaginaba un colonialismo invertido, en el que los africanos esclavizaban a los europeos. En Mr. Loverman (2013), la escritora entr¨® en un territorio rayano en el realismo social al escoger a un septuagenario homosexual de origen afrocaribe?o como protagonista.
Evaristo ha alternado la prosa y la poes¨ªa en una serie de experimentos que parecen llegar a su culmen en Ni?a, mujer, otras, escrita en un verso narrativo desprovisto de puntos, que Evaristo ha bautizado con el peculiar apelativo de fusion fiction. ¡°Le da una gran energ¨ªa a mi escritura y me permite condensar muchas ideas en un espacio muy peque?o. Esta forma me permite escribir sin censura¡±, se?ala sobre su libro, situado en alg¨²n punto entre el poema ¨¦pico y un mensaje de WhatsApp algo pasado de caracteres. Su libro se opone a un entendimiento binario de la realidad, de la sociedad y del individuo. Las nociones de raza, clase social, g¨¦nero y sexualidad solo se entienden a partir de espectros, otra palabra rabiosamente contempor¨¢nea. Su propia biograf¨ªa puede entenderse as¨ª. De joven, Evaristo tuvo relaciones homosexuales, como tambi¨¦n las tuvo su madre, aunque la autora no quiera entrar en detalles. ¡°Eso ser¨¢ otro libro¡¡±, suele decir.
¡°Vivo en un pa¨ªs cada vez m¨¢s insular. Trump ha fijado el modelo y nosotros lo seguimos¡±
Con Ni?a, mujer, otras, Evaristo aspira a ofrecer un referente que ella no tuvo de joven, cuando se refugi¨® en las obras de escritoras afroamericanas como Toni Morrison o Alice Walker, ya que el equivalente brit¨¢nico no exist¨ªa. Pese a las apariencias, la autora no est¨¢ de acuerdo con todas las reclamaciones de las pol¨ªticas de identidad. Por ejemplo, se opone a la noci¨®n de apropiaci¨®n cultural. ¡°Como escritores, debemos ser libres de hablar de cualquier grupo demogr¨¢fico. Es de sentido com¨²n. Lo que importa es ser lo suficientemente preciso. Si vas a escribir sobre una mujer saud¨ª, aseg¨²rate de que no lleva minifalda¡±, bromea Evaristo. ¡°Espero que en unos 10 a?os hayamos superado ideas tan simplistas. Si aspiramos a una sociedad pluralista e igualitaria, no podemos creer en ellas¡±.
Cuando se siente excesivamente optimista, Evaristo se acuerda de esa desgracia llamada Brexit. ¡°Vivo en un pa¨ªs cada vez m¨¢s insular. Me parece incre¨ªble preferir eso que estar en el mundo global, con todas las ventajas que eso supone. Nunca querr¨ªa quedarme aqu¨ª solo con brit¨¢nicos¡±, bromea (o no). ¡°Se supone que ahora el Reino Unido debe volver a ser grande. Donald Trump ha fijado el modelo y nosotros tenemos que seguirlo. Contamos con nuestro propio Trump, que parece algo m¨¢s educado que el original, pero est¨¢ provocando los mismos problemas, aunque sea a una escala menor¡±. Pese a todo, como suced¨ªa en La se?ora Dalloway, de Virginia Woolf, Evaristo quiso que su libro terminase con una fiesta. ¡°No quer¨ªa crear personajes que fueran v¨ªctimas, porque ya ha habido suficientes mujeres negras que eran personajes tr¨¢gicos. Quer¨ªa que esta novela tambi¨¦n fuera un espacio de celebraci¨®n¡±. Puede que la guerra no haya terminado, pero ahora Evaristo cuenta con tropas mucho m¨¢s numerosas.
Ni?a, mujer, otras. Bernardine Evaristo. Traducci¨®n de Julia Osuna Aguilar. AdN, 2020. 496 p¨¢ginas. 19 euros.
La novela se pone dif¨ªcil
Algo se transforma en la novela en ingl¨¦s. Los libros que utilizan m¨¦todos relacionados con la experimentaci¨®n literaria conquistan, de un tiempo a esta parte, nuevos p¨²blicos en el mercado anglosaj¨®n. Las obras que resucitan el stream of consciousness, el viejo mon¨®logo interior de James Joyce o Virginia Woolf, han regresado a las listas de ventas, igual que t¨ªtulos que parecen versiones reanimadas de la verse novel propia de los tiempos victorianos. El apoyo de los grandes premios como el Booker o el Orwell, que se anunciar¨¢ a finales de este mes, funciona como un reclamo promocional que logra acercarlos a un p¨²blico masivo, como demuestra el ¨¦xito de la novela de Bernardine Evaristo. "Con el declive del inter¨¦s por la posmodernidad, surge un compromiso renovado con formas literarias m¨¢s asociadas con el modernism", confirma Laura Marcus, profesora de literatura inglesa en el New College de Oxford.
El otro fen¨®meno de los ¨²ltimos meses ha sido Ducks, Newburyport, de la estadounidense Lucy Ellmann, una novela de un millar de p¨¢ginas formada por una sola frase en la que no hay ni un solo punto, narrada por una ama de casa de Ohio. El libro fue nominado al ¨²ltimo Booker. Mientras, Anna Burns se alz¨® con ese premio en 2018 con Milkman, en la que narraba el conflicto norirland¨¦s sirvi¨¦ndose de t¨¦cnicas inhabituales, como el anonimato de todos sus protagonistas. Varios libros de Nell Zink, otra de los escritores m¨¢s en boga en los ¨²ltimos a?os, tambi¨¦n utilizan t¨¦cnicas experimentales sin renunciar a un p¨²blico masivo. Por su parte, Ali Smith suele jugar con la multiplicidad de voces narrativas, como suced¨ªa en How to Be Both, que pod¨ªa leerse de dos maneras distintas. Tambi¨¦n Rachel Cusk podr¨ªa figurar en la lista con sus ¨²ltimos libros, donde el narrador es un mero transmisor que se limita a dejar constancia de historias que le cuentan los dem¨¢s. El escoc¨¦s Robin Robertson tambi¨¦n logr¨® una nominaci¨®n al Booker de 2018 con The Long Take, una novela negra escrita en verso. "Durante siglos, la poes¨ªa fue la ¨²nica manera de contar historias: ah¨ª est¨¢n la Odisea, la Eneida, el Gilgamesh, el Mabinogion o el Tain Bo. Hasta que la novela apareci¨® en el siglo XVIII en la forma que conocemos hoy, solo hab¨ªa poes¨ªa o teatro en verso", relativiza Robertson, insinuando que la excepci¨®n, en t¨¦rminos hist¨®ricos, podr¨ªa ser la novela en prosa.
En su ensayo Dos direcciones para la novela, Zadie Smith, que abri¨® camino a esta renovaci¨®n all¨¢ por el cambio de milenio, se preguntaba por qu¨¦ asociamos el realismo a la alternancia de fragmentos de di¨¢logo y copiosos flashbacks. "?Es eso m¨¢s real o es solo que estamos m¨¢s acostumbrados a ello?", se pregunta Anelise Chen, profesora en Columbia y autora de So Many Olympic Exertions, una novela en forma de hyponemnata griega, fabricada a partir de fragmentos de memoria descontextualizados. "Esos trozos que no suman y que no resuelven nada se adec¨²an al presente. No hay respuestas ni lecciones inmediatas. Puede que sea frustrante, pero a m¨ª me parece m¨¢s real", asegura. En los mismos t¨¦rminos se expresa Ocean Vuong, el joven poeta que ha despuntado con En la Tierra somos fugazmente grandiosos, novela donde alterna una prosa extremadamente l¨ªrica con alg¨²n que otro cap¨ªtulo escrito en verso narrativo. "Quer¨ªa escribir una novela que se rompiese en pedazos hasta convertirse en poes¨ªa, en aforismos fragmentados. Me parec¨ªa m¨¢s de verdad que escribirla usando una prosa pura como un sue?o inmaculado", concluye.
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