¡®Mumblecore¡¯: a la verdad por el balbuceo
Quince a?os despu¨¦s de sus inicios, la est¨¦tica de este extinto movimiento f¨ªlmico, que reivindic¨® una nueva espontaneidad y un regreso a las ra¨ªces de lo independiente, persiste en parte del cine y la televisi¨®n actuales
Los bautismos m¨¢s afortunados no necesitan de grandes rituales. Se cuenta que fue en el curso de una trivial charla de bar, que tuvo lugar durante la celebraci¨®n del festival de cine independiente South by Southwest, en Austin (Texas) en 2005, cuando el t¨¦cnico de sonido Eric Masunaga dio con el m¨ªnimo com¨²n denominador que un¨ªa a tres de las pel¨ªculas programadas en el certamen: The Puffy Chair, primer largometraje dirigido por los hermanos Mark y Jay Duplass; Mutual Appreciation, segundo trabajo de Andrew Bujalski, y Kissing on the Mouth, de Joe Swanberg, que el cineasta debutante puntuaba con la gr¨¢fica declaraci¨®n de principios de masturbarse frente a la c¨¢mara. Seg¨²n Masunaga, quiz¨¢ resentido tras su labor en la mezcla de sonido de los di¨¢logos aparentemente err¨¢ticos e improvisados de Mutual Appreciation, lo que un¨ªa a ese tr¨ªo de pe?l¨ªcu?las era que sus personajes, m¨¢s que hablar, balbuceaban (en ingl¨¦s, mumble). Surg¨ªa as¨ª de la nada una etiqueta ¡ªel mumblecore¡ª que acab¨® santificando, a su pesar, el propio Andrew Bujalski cuando emple¨® el t¨¦rmino en una entrevista concedida a Indiewire. Lo de mumblecore empez¨®, as¨ª, como una broma para acabar convirti¨¦ndose en arma arrojadiza por parte de los detractores de esa corriente que parec¨ªa reivindicar una nueva espontaneidad y reclamar un regreso a las ra¨ªces m¨¢s puras del cine independiente norteamericano. Y, por supuesto, lejos de sentirse miembros de un movimiento organizado, casi todos los autores vinculados ocasionalmente al mumblecore acabaron rechazando la etiqueta, como gatos huyendo de un balde de paralizadora agua fr¨ªa.
Es posible que a muchos lo del mumblecore les suene al en¨¦simo descubrimiento de la sopa de ajo: en el fondo, la reacci¨®n colectiva que dio forma al movimiento no estaba tan lejos de la que, en su d¨ªa, prendi¨® la mecha de la nouvelle vague o de la que, d¨¦cadas m¨¢s tarde, impulsar¨ªa al revulsivo movimiento Dogma 95. Lo que hizo que una serie de j¨®venes cineastas norteamericanos apostasen, a comienzos del nuevo milenio, por un modelo apoyado en los di¨¢logos y la improvisaci¨®n de actores a menudo no profesionales, con metrajes y presupuestos escuetos que sacaban partido de las nuevas c¨¢maras digitales, para contar relatos tan enraizados en lo cotidiano que, a menudo, parec¨ªan tratar sobre nada fue, sin duda, la erosi¨®n a la que hab¨ªa sido sometida la etiqueta indie desde los tiempos en que, al amparo del Festival de Sundance, cineastas como Kevin Smith, Robert Rodr¨ªguez o Quentin Tarantino conquistaron los cielos de una supuesta independencia autom¨¢ticamente instrumentalizada por la industria. Resulta significativo que fuera el South by Southwest de Austin, emergente competencia de Sundance, el escenario de este golpe de tim¨®n.
Tambi¨¦n pueden resultar algo ilustrativos del esp¨ªritu del mumblecore los otros nombres con que ha sido identificado este cambio de sensibilidad generacional: por un lado, hay quien habl¨® de cine Slackavetes ¡ªt¨¦rmino que une el recuerdo del fundacional John Cassavetes con el nombre de la ¨®pera prima de Richard Linklater, Slacker (1990), emblema de un cine indie al que Miramax a¨²n no hab¨ªa mostrado la chequera¡ª; por otro, el IFC Center del Greenwich Village decidi¨® programar una retrospectiva de mumblecore bajo el t¨ªtulo de The New Talkies: Generation DIY, fundiendo en una sola f¨®rmula la memoria de esas screwball comedies que, en los a?os treinta, descubrieron el poder del di¨¢logo como motor de la acci¨®n y elemento expresivo ¡ªofreciendo, de paso, un diagn¨®stico instant¨¢neo del estado de la guerra de sexos¡ª, y la cruda energ¨ªa de ese hazlo-t¨²-mismo de la cultura fanzinera que permite jugar a la guerrilla cultural cuando la gran industria parece inexpugnable.
El canal Back to Indie, en Filmin, permite descubrir algunas de las joyas de este no-movimiento: entre la veintena de pel¨ªculas seleccionadas por la plataforma figuran The Color Wheel, de Alex Ross Perry; Green, debut de Sophia Takal; Silver Bullets, de Joe Swanberg (las tres, de 2011 y reci¨¦n estrenadas por la plataforma de streaming), y We Go Way Back (2006), de la recientemente fallecida Lynn Shelton. Los cuatro trabajos sintetizan algunas de las singularidades de esta ¨¦tica (y est¨¦tica) posibilista. Lejos del registro bienhumorado de su c¨¦lebre Humpday (2009) ¡ªen la que dos amigos heteros decid¨ªan rodar un porno dom¨¦stico gay¡ª, la Shelton principiante de We Goy Way Back revela la delicada sensibilidad de una maestra del relato breve, capaz de poner la flexibilidad de su lenguaje visual al servicio de una poderosa historia m¨ªnima que disuelve las fronteras entre lo cotidiano y la fantas¨ªa introspectiva, enfrentando a su desnortada protagonista veintea?era con su inquisitivo yo de 10 a?os atr¨¢s. Enso?aci¨®n y realidad tambi¨¦n libran un pulso en Green, donde Sophia Takal interpreta a una chica de campo que se convierte en inesperado v¨¦rtice del tri¨¢ngulo que completa una joven pareja neoyorquina en crisis.
En su siguiente trabajo, Siempre amigas (2016), Takal, al igual que el Alex Ross Perry de Queen of Earth (2015), intent¨® medirse con el modelo de Persona (1966), de Bergman, subrayando otra de las se?as de identidad del mumblecore: los balbuceadores son muy cin¨¦filos. A veces, fastidiosamente cin¨¦filos. Y tan antip¨¢ticos y narcisistas como el novio que, en la primera escena de Green, subestima a su pareja en el curso de una pomposa discusi¨®n masculina sobre la literatura de Philip Roth. Practicando el equilibrismo entre el narcisismo y la autocr¨ªtica m¨¢s lacerante, tanto Joe Swanberg como Alex Ross Perry protagonizan, respectivamente, Silver Bullets y The Color Wheel. La primera es una miniatura metaficcional que convoca las voces de Ch¨¦jov y Foster Wallace, introduciendo, de paso, un gui?o a Lunas de hiel (1992), de Polanski, para hablar de cine, licantrop¨ªa y vidas devoradas por el arte. En The Color Wheel, Perry es un perdedor mis¨¢ntropo que acompa?a a su hermana a recoger sus pertenencias de casa de su expareja (y exprofesor), mientras sus afiladas lenguas sirven para despellejarse mutuamente antes de encontrar otros inesperados ¡ªy transgresores¡ª usos.
El mumblecore acab¨® engendrando una variable af¨ªn al cine de terror ¡ªel mumblegore¡ª, ha dejado una remarcable huella en la nueva ficci¨®n televisiva ¡ªde la extraordinaria Girls, de Lena Dunham, a la perezosa, previsible Easy, de Swanberg¡ª y ha impulsado tanto maduraciones expresivas sustanciales ¡ªhoy Alex Ross Perry es un codiciado valor al alza en el circuito de festivales y Greta Gerwig, una de las primeras musas del movimiento, ha logrado conquistar su lugar en el sistema de Hollywood¡ª como destinos profesionales un tanto incomprensibles: ?alguien pod¨ªa prever que Bujalski, supuesto padre de todo esto tras ese Funny Ha Ha (2002) que entusiasm¨® a Tao Lin, acabar¨ªa guionizando el remake digital de la disneyana La dama y el vagabundo?
Canal Back to Indie. Disponible en Filmin.
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