El libro era mejor: as¨ª es la fallida adaptaci¨®n de ¡®Las luminarias¡¯
La serie de HBO inspirada en la novela de Eleanor Catton, un dickensiano y exuberante w¨¦stern ambientado en Nueva Zelanda, termina convirtiendo una obra total en 'fast food' televisivo
La frondosidad de ciertas novelas, esas en las que el lector se interna como lo har¨ªa en un bosque de innumerables senderos, es, obviamente, imposible de llevar a la peque?a o la gran pantalla. Puede llevarse parte de su esp¨ªritu, o puede ¨¦ste reelaborarse y adaptarse al nuevo medio, pero en ning¨²n caso puede darse a trav¨¦s de un guion el particular viaje que propone ese mont¨®n de p¨¢ginas, siempre infinitamente m¨¢s ¨ªntimo que el que permite el soporte visual, por aquello que Stephen King llamaba la telepat¨ªa que se da entre el lector y el escritor cuando el primero lee lo que el otro ha pensado en un tiempo pasado.
Ocurre as¨ª en obras como la prodigiosa Jonathan Strange y el se?or Norrell, de Susanna Clarke, o Las luminarias, de Eleanor Catton, tan cercana a la primera en intenci¨®n m¨¢gica y totalitaria ¨Cambas son novelas totales, esto es, novelas que describen un mundo alternativo en toda su extensi¨®n¨C, que podr¨ªa considerarse su descendiente m¨¢s directa. Dickensiana y asombrosamente exuberantes ambas, la diferencia entre ellas, se dir¨ªa, es que la llegada de la primera a la peque?a pantalla tuvo algo m¨¢s en cuenta el esp¨ªritu de la obra, lo ¨²nico que puede adaptarse cuando se tiene delante algo tan grande. Porque aunque cuente entre sus filas con la mism¨ªsima Eleanor Catton ¨Cque ya se hab¨ªa probado como guionista adaptando Emma, de Jane Austen¨C, la producci¨®n de Las luminarias que HBO estrena esta semana no es solo que no sea fiel al esp¨ªritu de la novela, sino que simplifica su complejo y soberbiamente literario ¨Co, por qu¨¦ no, culto¨C universo, rebaj¨¢ndolo a producto de consumo insulso y, por momentos, confuso, que elimina cualquier tipo de misticismo alrededor de los personajes, que, en la historia original, es, desde el majestuoso inicio, su principal atractivo.
Catton (Londres, Ontario, 35 a?os) se convirti¨® en 2013 en la autora m¨¢s joven en ganar el Man Booker ¨Cten¨ªa apenas 28 a?os¨C y Las luminarias, que en Espa?a public¨® Siruela, en la novela m¨¢s larga que lo hab¨ªa hecho nunca ¨C832 p¨¢ginas¨C. El presidente del jurado, Robert McFarlane, asegur¨® en su momento que se trataba de un trabajo ¡°deslumbrante¡±, una obra ¡°inmensa y luminosa¡±. Catton, que se mud¨® con sus padres a Nueva Zelanda a los 6 a?os ¨Csu padre era neozeland¨¦s¨C, se enamor¨® a los 14 de la Costa Oeste del pa¨ªs tras un viaje de turismo interior que hizo con su progenitor. Fue entonces que se interes¨® por la nada conocida Fiebre del Oro que tuvo lugar en ese punto de las ant¨ªpodas en la d¨¦cada de 1860.
Fue en aquel momento, ha explicado despu¨¦s, cuando empez¨® a gestarse algo parecido a una historia en su cabeza, pero no ser¨ªa hasta mucho m¨¢s tarde ¨CLas luminarias es su segunda novela¨C cuando se puso manos a la obra. Cuando lo hiciera, lo har¨ªa con la determinaci¨®n y el esp¨ªritu digresivo de un Julio Verne que hubiese le¨ªdo m¨¢s de la cuenta a Thomas Pynchon, o bien una Susanna Clarke en la que el asunto de la magia hubiese sido sustituido por la obsesi¨®n por el oro, y mantuviese intacta la pormenorizaci¨®n dickensiana de ambientes y, sobre todo, personajes. Porque es precisamente en la construcci¨®n (sublime) de personajes donde Catton, desde la publicaci¨®n de Las luminarias tan valiosa para el pa¨ªs que fue nombrada miembro de la Orden del M¨¦rito de Nueva Zelanda, brilla. Walter Moody, el extra?o que irrumpe en la asamblea de los tipos m¨¢s poderosos del lugar ¨Cconvocada en la m¨ªtica sala de fumadores del hotel Crown, y m¨ªtica solo porque todo lo que toca la prosa de Catton adquiere ese car¨¢cter, la sensaci¨®n de que ha existido siempre y que lo ha hecho al margen de lo real¨C, es la punta del iceberg de la constelaci¨®n de luminarias.
La novela tiene la determinaci¨®n y el esp¨ªritu digresivo de un Julio Verne que hubiese le¨ªdo m¨¢s de la cuenta a Thomas Pynchon
Su aparici¨®n en la novela ¨Cde aspiraci¨®n quijotesca en la elaboraci¨®n de los t¨ªtulos de cada cap¨ªtulo, y par¨®dica tambi¨¦n al respecto¨C es central, y sin embargo, en la serie, su personaje, que apenas aparece en dos episodios, es min¨²sculo, como lo es todo lo dem¨¢s. Aunque la adaptaci¨®n es l¨ªcita (despu¨¦s de todo, la que est¨¢ detr¨¢s es la propia Catton), la obra resultante es tan distinta a la original que apenas es reconocible en los trazos. La trama es la misma, s¨ª, pero tan simplificada como lo estar¨ªa de proceder, no de una obra tot¨¦mica como de la que procede, sino de un esquem¨¢tico best seller. Y uno que tiene aspecto de w¨¦stern descentralizado, porque ?qui¨¦n iba a decir que en Nueva Zelanda tambi¨¦n hubo una vez algo parecido a un Lejano Oeste?
Eva Green, la estrella m¨¢s destacada del elenco, interpreta correctamente a la nada fiable Lydia Wells, la mujer del envidiado Crosbie Wells (Ewen Leslie), cuya muerte desencadena la serie de casualidades que llevan a la prostituta Anna Wetherell (Eve Hewson) a convertirse en la llave que pondr¨¢ fin a todos los misterios. Tal vez la importancia de Green ¨Cen la novela, un personaje interesante por su trato con fantasmas pero no tan central como en la serie¨C en tanto que cara m¨¢s conocida del reparto, hiciera a Catton plantearse contar la historia desde otro punto de vista ¨Cel de las mujeres¨C pero lo ha hecho una intenci¨®n extra?amente ornamental.
No debe ser sencillo para un creador, una creadora en este caso, comprimir un universo al que se ha dado forma durante a?os en seis cap¨ªtulos de una ficci¨®n televisiva con una estrella que no quiere verse relegada a un papel secundario. Darle la vuelta, sin embargo, es un riesgo que no deber¨ªa correrse si lo que queremos es que la obra siga brillando con la intensidad que merece. La confusi¨®n derivada de la falta de piezas clave es tambi¨¦n un s¨ªntoma de que las cosas se han hecho como han podido y no como era debido, teniendo en cuenta el alcance del original, y de ah¨ª el aspecto de extravagante fast food televisiva de la adaptaci¨®n.
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