La figura del padre en tiempos del #MeToo
¡®Babelia¡¯ adelanta el arranque del ¨²ltimo libro de Katherine Angel, ¡®Daddy Issues¡¯, que Alpha Decay pone a la venta hoy: una reflexi¨®n sobre la tendencia a obviar la responsabilidad del progenitor en la sociedad patriarcal
Durante los espantosos y agotadores meses en que los medios de comunicaci¨®n informaron a diario sobre los repetidos abusos de Harvey Weinstein hacia las mujeres, me percat¨¦ de que yo misma, como tantas otras, me hac¨ªa preguntas y hablaba sobre los hombres de mi vida: exnovios, exacosadores, exabusadores, extocones. Mis amigas y yo ech¨¢bamos la vista atr¨¢s de forma intermitente, alteradas, hacia todo lo que hab¨ªamos soportado, todo lo que hab¨ªamos callado, y observ¨¢bamos a nuestro alrededor las cosas que ahora nos molestaban. A lo largo de ese oto?o y ese invierno, contamos y recontamos nuestras historias, las reconsideramos desde una nueva perspectiva y mencionamos con cautela detalles que conoc¨ªamos de la vida de otras personas, recuerdos turbios, hechos que no hab¨ªamos comentado en a?os. Habl¨¢bamos con una rabia y una franqueza renovadas, con una renovada sensaci¨®n de estar autorizadas a hacerlo¡ y quiz¨¢ tambi¨¦n con una renovada sensaci¨®n de naturalidad. Cuestion¨¢bamos a todos los hombres que hab¨ªan pasado por nuestras vidas, todas las formas de poder patriarcal, pero raras veces habl¨¢bamos de nuestros padres.
Poco despu¨¦s de que se hicieran p¨²blicas las acusaciones contra Weinstein, su esposa, Georgina Chapman, anunci¨® que se divorciaba de ¨¦l. Y a m¨ª me dio por pensar: ?Y qu¨¦ pasa con las hijas? Una puede, al menos en teor¨ªa, divorciarse de un marido, pero no es posible divorciarse de un padre.
En su poema?Noche de domingo, Sharon Olds cuenta c¨®mo su padre, cuando com¨ªan en familia en un restaurante, llevaba
"su mano a la falda de la camarera
a la menor ocasi¨®n: mano, mu?eca,
antebrazo".
Olds se?ala que nunca previno a las j¨®venes.
"?Ups!, dec¨ªa ¨¦l, como si todos
lo pas¨¢ramos
en grande".
Ella fantasea con clavar un tenedor en el brazo del padre, con escuchar "el chillido del m¨²sculo", con sentir "el resbal¨®n sobre el hueso.
"A veces
imagino que me cuelo bajo las faldas
de las mujeres que mi padre ofendi¨®, aquellas
campanas de
misterio, aquellos sagrados bosques techados.
Quiero barrer, asear, ordenar¡
hacer algo, limpiar esa cuadra
que es la mente de mi padre".
La intenci¨®n de Sharon Olds es de desagravio: quiere curar las heridas infligidas por su padre; quiere utilizar el lenguaje para restablecer la dignidad y la belleza. ?Pueden las palabras hacer que el tiempo retroceda, deshacer el da?o? Desear¨ªamos que pudieran, pero ?qui¨¦nes somos cuando lo intentamos? ?En la piel de qui¨¦n escribimos?
En su libro autobiogr¨¢fico Apegos feroces, Vivian Gornick cuenta horrorizada que se siente consumida por su madre. Evoca las ¨ªntimas relaciones familiares como una contaminaci¨®n, una infecci¨®n:
"Me pon¨ªa la piel de gallina. [¡] Su influjo se as¨ªa como una membrana a mis fosas nasales, a mis p¨¢rpados y a mi boca abierta. La introduc¨ªa en m¨ª cada vez que inhalaba aire. Me adormec¨ªa dentro de su atm¨®sfera anestesiante".
En este caso, la intimidad es un tipo peligroso de interpenetraci¨®n; la intimidad es narc¨®tica, una amenaza para la consciencia, la vigilia, el estado de alerta. Las barreras se rompen, o jam¨¢s llegan a establecerse, y se produce una fusi¨®n. Habitamos, nos transformamos y remedamos a nuestros progenitores. Los llevamos dentro; estamos hechos de ellos, para bien y para mal.
Sharon Olds, como Gornick, ha escrito largo y tendido sobre su propia vida ¡ªsobre sus padres, su marido, sus hijos, su divorcio¡ª y ha tenido que lidiar durante a?os con las acaloradas reacciones a estos textos. Todo el mundo presupone e insiste en que escribir desde la propia experiencia es sin¨®nimo de desnudez y vulnerabilidad. Y en cierto sentido es as¨ª, en gran medida porque las convenciones del lenguaje y la sexualidad que se aplican a las mujeres las hacen vulnerables al dictamen, al escarnio y a la violencia. Pero la insistencia en la vulnerabilidad que comporta la escritura en primera persona insin¨²a algo m¨¢s: es una elecci¨®n literaria que no solo desnuda, sino que tambi¨¦n protege. Escribir es un ensalmo, conjura una nueva persona y erige un muro protector. Es capaz de generar una distinci¨®n clara y feroz entre el yo y los dem¨¢s. Posibilita el descubrimiento de un modo de "existir como uno mismo, y de relacionarse con los objetos como uno mismo, y de tener una persona dentro de la cual poder retirarse para el relajamiento".
As¨ª es como el psicoanalista Donald Winnicott describi¨® la experiencia de "sentirse real", una experiencia que depende de una educaci¨®n temprana positiva, de unos cuidados maternos "suficientemente buenos". (Su ret¨®rica refleja que, hist¨®ricamente, han sido las mujeres quienes han cargado con el peso de la educaci¨®n temprana, aunque subray¨® que el rol de la madre suficientemente buena puede ser desempe?ado por otros.) Para Winnicott, esta experiencia suficientemente buena implicaba que la madre se entregase en cuerpo y alma al beb¨¦, que gestionase con flexibilidad la frustraci¨®n y decepci¨®n de este y que fuera capaz de tolerar y superar sus agresiones. La madre debe ser capaz tanto de reflejar al ni?o como de resistir sus impulsos destructivos; debe ser capaz de permitirle establecer con ella una "relaci¨®n cruel", un "abuso benigno".
Para los padres, el gran reto de la educaci¨®n es alimentar un entorno que sea, como describi¨® Adam Phillips en su libro sobre Winnicott, "lo bastante el¨¢stico y receptivo para soportar el enorme impacto del impulso del amor primitivo"¡ y el enorme impacto de la agresi¨®n. "?Para que un ni?o crezca de tal modo que pueda descubrir la parte m¨¢s profunda de su naturaleza ¡ªescribi¨® Winnicott¡ª es necesario que alguien sea desafiado, e incluso odiado por momentos [¡] sin que exista el peligro de una ruptura definitiva en la relaci¨®n?".
Con frecuencia, la cr¨ªtica de la familia patriarcal ha provenido de las feministas blancas de clase media
Existe una larga relaci¨®n, a menudo antag¨®nica, entre el feminismo y el padre. Con frecuencia, la cr¨ªtica de la familia patriarcal ha provenido de las feministas blancas de clase media, en particular, mujeres hist¨®ricamente atrapadas en el hogar burgu¨¦s, deseosas de emanciparse de la familia y entrar en el mercado laboral. En 1938, Virginia Woolf utiliz¨® de forma contundente la figura del padre contrapuesta a la figura del trabajo en su libro Tres guineas. Su largo ensayo versa sobre el acceso al mundo profesional de las "hijas de hombres instruidos", y reflexiona en torno a las repercusiones de la ley de 1919 que se lo permiti¨®: "Las puertas de las casas privadas se abrieron".
La propia Woolf no era ajena al concepto del padre tirano y posesivo; su padre, Leslie Stephen, fue el modelo en que se inspir¨® para describir a los padres victorianos en sus obras de ficci¨®n: en Los a?os, en Noche y d¨ªa, en Al faro. Leslie Stephen ejerc¨ªa un control asfixiante sobre sus hijas, especialmente sobre su hijastra Stella Duckworth, control que se redobl¨® tras la muerte de la madre, Julia Stephen.
Hermione Lee cuenta que, tras la prematura muerte de Julia, Leslie Stephen "se adue?¨® completamente de Stella como sustituta, y ella se lo permiti¨®". En Recuerdos, texto escrito entre 1907 y 1908, la propia Woolf lo describ¨ªa de este modo:
"Creo que Stella ni siquiera por un momento perdi¨® la serenidad durante aquellos meses en que tu abuelo m¨¢s agobiado estuvo. [¡] A veces, por la noche, Stella pasaba largo rato a solas con ¨¦l, en su estudio, escuchando una y otra vez la amarga historia de su soledad, su amor y sus remordimientos".
Stella era el p¨²blico sobre el cual Leslie Stephen descargaba su aflicci¨®n, a pesar de la aflicci¨®n que ella misma padec¨ªa y de que, de forma impl¨ªcita, reca¨ªa sobre ella el cuidado de sus hermanastras Virginia y Vanessa. Para colmo, Leslie castig¨® a Stella por intentar abandonar el hogar familiar para casarse: su matrimonio se pospuso varios meses a causa de la angustia paterna. En un texto de 1939 titulado Memoir, Woolf volv¨ªa a recordar aquella ¨¦poca, como hac¨ªa cada cierto tiempo, con estas palabras:
"Cu¨¢nto tortura y exacerba la estructura familiar [¡] Creo que de haber logrado que padre dijese 'tengo celos' en lugar de 'eres ego¨ªsta', la atm¨®sfera familiar se habr¨ªa tornado m¨¢s l¨ªmpida y luminosa".
No es de extra?ar que Woolf depositase sus esperanzas en el mundo laboral como ant¨ªdoto contra el padre opresivo. Esa era, en parte, la tesis de Una habitaci¨®n propia: son el dinero y la independencia de la familia los que permiten escribir a una mujer. Y tambi¨¦n es la tesis de Tres guineas, donde postula que si las mujeres han de ejercer cierta influencia, una influencia distinta de la influencia vulnerable y dependiente que ejercen dentro de la familia patriarcal, esta residir¨¢ en la capacidad de sostener entre sus manos "una nueva arma, nuestra ¨²nica arma, el arma de la opini¨®n independiente basada en los ingresos independientes".
Sin embargo, esta jerarqu¨ªa de lo p¨²blico sobre lo privado ¡ªde las libertades que ofrece la vida profesional sobre las restricciones familiares¡ª se entrelaza con los privilegios sociales. Como escribi¨® bell hooks en 1984, "muchas mujeres negras dec¨ªan: ¡®queremos tener m¨¢s tiempo libre para pasarlo con la familia, queremos abandonar el mundo del trabajo alienante". Y los puestos de trabajo a los que siempre han estado relegadas las mujeres menos privilegiadas quiz¨¢ no conciten una promesa de libertad tan seductora.
En todo caso, Woolf no se hace ilusiones sobre ninguno de los dos mundos. Opina que las hijas de hombres instruidos est¨¢n "entre la espada y la pared. A nuestra espalda se extiende el sistema patriarcal; la casa privada, con su inanidad, [¡] su servilismo". Y m¨¢s adelante, ilusionada y decepcionada al mismo tiempo, sostiene que "frente a nosotras se extiende el mundo p¨²blico, el sistema profesional, con su obsesi¨®n por la posesi¨®n, su recelo, su combatividad, su codicia"¡, t¨¦rminos aplicables, todos ellos, a Leslie Stephen. Para las mujeres, tanto lo p¨²blico como lo privado est¨¢ corrupto.
Tres guineas describe la oposici¨®n de los hombres a las incursiones femeninas en la vida p¨²blica. Cuando escribi¨® este ensayo, Woolf rumiaba, con su habitual mezcla de curiosidad y ambivalencia al evaluar la obra de otros escritores, las ideas de Freud que a la saz¨®n ganaban predicamento en Inglaterra. Describe a los padres como "agrupados en sociedades, en profesiones", y reacios a permitir que sus hijas trabajen. "Parece que la sociedad era un padre ¡ªescribi¨®¡ª y un padre afecto a la fijaci¨®n infantil, tambi¨¦n".
El trabajo, sin embargo, no ha sido el ansiado refugio que se esperaba. En Revolutionary Parenting, bell hooks escribe: "Las mujeres que lucharon por la liberaci¨®n y deseaban entrar en el mundo laboral no lo ve¨ªan como un mundo alienante. Ahora s¨ª lo ven as¨ª". En los ¨²ltimos a?os se ha intensificado el escrutinio p¨²blico del acoso sexual en el ¨¢mbito laboral, y con raz¨®n, aunque este se ha centrado principalmente en la industria cinematogr¨¢fica y la musical, en la clase pol¨ªtica y en los medios de comunicaci¨®n¡ En las profesiones de Woolf. ?Puede entenderse esta renovada mirada escrutadora, entre otras cosas, como un relato del desencanto de la clase media blanca hacia la promesa de emancipaci¨®n que ofrec¨ªa el trabajo?
El patriarcado ¡ªentendido como el gobierno de los hombres en general, no tan solo el de los padres¡ª fue en tiempos un asunto esencial en el discurso feminista, su piedra angular, incluso
El patriarcado ¡ªentendido como el gobierno de los hombres en general, no tan solo el de los padres¡ª fue en tiempos un asunto esencial en el discurso feminista, su piedra angular, incluso. Como concepto organizativo, sin embargo, sufri¨® cierto desprestigio debido al universalismo ut¨®pico que caracteriz¨® en gran medida su formulaci¨®n: al diagnosticarlo como un problema simple, parec¨ªa requerir una soluci¨®n simple. Del mismo modo que fue puesto en entredicho el t¨¦rmino "mujer" ¡ªen particular por las feministas de color, que se?alaron su habitual equiparaci¨®n con "mujer blanca de clase media"¡ª, tambi¨¦n el resto de monolitos del feminismo ¡ªcomo el patriarcado¡ª fueron desmoron¨¢ndose pro-gresivamente.
El posfeminismo socav¨® a¨²n m¨¢s la ubicuidad del patriarcado como concepto. En los a?os noventa ¡ªd¨¦cada del girl power y del hincapi¨¦ en que la libertad econ¨®mica y social de las mujeres depend¨ªa de que desistiesen de criticar las relaciones de g¨¦nero¡ª, las menciones al patriarcado ¡ªy al feminismo¡ª sonaban rancias, anticuadas, y evocaban todos los ancestrales estereotipos asociados con el feminismo: amargura, asexualidad, irritabilidad.
En todo caso, el feminismo contempor¨¢neo ha vuelto a embarcarse en la reflexi¨®n sobre los grandes conceptos ¡ªcapitalismo, trabajo, cuidados¡ª, y la noci¨®n del patriarcado est¨¢ resurgiendo. Ha estado muy presente en las pancartas de las manifestaciones tras la toma de posesi¨®n de Donald Trump y tiene una amplia difusi¨®n a trav¨¦s de productos tan instagrameables como camisetas, tazas y bolsas de tela. Est¨¢ en boca de expertos, comentaristas y pol¨ªticos. Vuelve a ser un tema de actualidad.
Pero, a pesar de todo lo que se habla sobre el patriarcado, ?se ha olvidado el feminismo del padre? Los padres, y por extensi¨®n la familia heterosexual, siguen siendo intocables. La incansable ?o?er¨ªa publicitaria, sea de detergentes o de hipotecas, a menudo nos muestra c¨®mo los miembros de una familia ¡ªinfantilizados, caricaturescos¡ª adoptan embobados los preceptivos hitos familiares: matrimonio, afectuosa exasperaci¨®n hacia los ni?os sucios, coche familiar, firma en la l¨ªnea de puntos. Y el culto a la familia ha trascendido el ¨¢mbito heterosexual, en buena parte porque a muchos les ha sido cruelmente vedado el derecho a formar la suya. La lucha por la igualdad matrimonial y los derechos de crianza igualitarios ¡ªla lucha por la igualdad de los ciudadanos¡ª ha sido, y sigue siendo, necesaria y apremiante. Aun as¨ª, tal y como afirma Garth Greenwell, esa lucha comporta un riesgo: el riesgo de que el estilo de vida queer tenga que ser traducido a valores comprensibles y sancionados por "quienes odian lo queer".
Es m¨¢s, la batalla por la igualdad es totalmente compatible con la ausencia de un ideario pol¨ªtico en torno a la familia; al fin y al cabo, en el Reino Unido fue David Cameron quien impuls¨® el matrimonio igualitario. De hecho, el Partido Conservador lleva mucho tiempo permiti¨¦ndose cierto pinkwashing ¡ªuna cordialidad impostada hacia sistemas familiares distintos del heterosexual¡ª para enfatizar su liberalismo pol¨ªtico, al tiempo que desarrolla pol¨ªticas punitivas utilizando la "austeridad" como excusa. Los recortes en las ayudas familiares al desempleo han dejado a muchas mujeres atrapadas en matrimonios abusivos; la "tasa dormitorio" se ha cebado especialmente con los individuos m¨¢s d¨¦biles, como los discapacitados; y el l¨ªmite de dos hijos para obtener desgravaciones, acompa?ado de la cruel "cl¨¢usula de violaci¨®n" que exige la denuncia de violencia para acceder a exenciones fiscales, demuestran cu¨¢n a menudo la veneraci¨®n hacia la familia va de la mano de una ignorancia garrafal sobre la vulnerabilidad de los individuos dentro de la propia familia. En 2018, el ministro conservador James Brokenshire neg¨® que las pol¨ªticas de austeridad hubieran contribuido al alarmante aumento en el n¨²mero de personas sin techo desde 2010, atribuy¨¦ndolo (entre otras causas) a "los j¨®venes que, debido a sus pr¨¢cticas sexuales, son expulsados del hogar familiar". Un estrat¨¦gico ataque hom¨®fobo para justificar las brutales pol¨ªticas sociales de un partido que a lo largo de toda su historia ha demostrado su fan¨¢tica hostilidad hacia los derechos LGBT.
Una madre "activa" es una madre ¡ªvalga la tautolog¨ªa¡ª, mientras que un padre "activo" es un santo
Hoy d¨ªa, los pap¨¢s sentimentales gozan de un gran cach¨¦ cultural. Los nuevos padres, tan sensibles, proclaman su feminismo en cuanto cogen por primera vez en brazos a su hija reci¨¦n nacida. De la noche a la ma?ana, se transforman en heroicos defensores de los derechos de la mujer¡, aunque dicha defensa se confunde con la defensa de la pureza de sus hijas; tiene que ver, en otras palabras, con la identificaci¨®n de una masculinidad predadora que el padre reconoce pero de la que ahora reniega; ahora que ama a una criatura que sabe vulnerable a la violencia del alma oscura de la masculinidad, es capaz de percibirla. Y la adulaci¨®n que recibe un padre cuando participa en la tediosa e interminable tarea de la crianza ¡ªcuando "ayuda" con los ni?os, o "se queda a cuidarlos"¡ª evidencia hasta qu¨¦ punto las labores y los cuidados parentales m¨¢s cotidianos dotan al padre de un halo de santidad, mientras que pasan desapercibidos, porque se dan por hechos, cuando los realiza una madre. Una madre "activa" es una madre ¡ªvalga la tautolog¨ªa¡ª, mientras que un padre "activo" es un santo. C¨®mo nos gusta un papi bueno.
Traducci¨®n de Alberto G? Marcos.
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Autora: Katherine Angel.
Traducci¨®n: Alberto Garc¨ªa Marcos.
Editorial: Alpha Decay, 2020. A la venta a partir de hoy.
Formato: tapa blanda (82 p¨¢ginas, 15,50 euros).
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