La revoluci¨®n y los objetos
La Revoluci¨®n Francesa fue creando sus propias festividades, reemplazando en muchos casos a las cat¨®licas, en un evidente intento de transferencia de sacralidad
1. Fiestas
Leo que en alg¨²n rinc¨®n de ese cada d¨ªa m¨¢s indescifrable y decadente pa¨ªs en que se est¨¢ convirtiendo Estados Unidos se han organizado encuentros masivos entre los infectados y los que no lo est¨¢n para acelerar una pretendida inmunidad de reba?o. Y leo tambi¨¦n la noticia (y el desmentido posterior) de que por aqu¨ª hay quien pretend¨ªa organizar un encuentro de balompi¨¦ entre positivos y negativos de la covid-19, quiz¨¢s para celebrar el esp¨ªritu fraterno. Ambas noticias (y algunas im¨¢genes de apelotonado ocio nocturno o playero) me han tra¨ªdo a la cabeza, quiz¨¢s incongruentemente, los legendarios (y nunca probados) bals ¨¤ victimes (bailes de v¨ªctimas) que, seg¨²n algunos (entre ellos ?Carlyle), se celebraban en el Par¨ªs posrevolucionario, poco despu¨¦s de la muerte de Robespierre. Aquellos bailes estaban organizados por clubes para cuya pertenencia se exig¨ªa que el/la titular hubiera tenido un familiar guillotinado/a por los revolucionarios, y su pretendida funci¨®n era cat¨¢rtica (nada que ver con el baile de Cyd Charisse y Gene Kelly en Cantando bajo la lluvia o con cualquiera de las sofisticadas danzas del t¨¢ndem Ginger-Astaire en sus pel¨ªculas de los a?os treinta).
En todo caso, y mitos aparte, la Revoluci¨®n Francesa tuvo sus fiestas bien diferentes. La Universidad de Zaragoza acaba de publicar, 44 a?os despu¨¦s de que fuera originalmente publicada, La fiesta revolucionaria, 1789-1799, de Mona Ozouf, un libro fundamental del que, inexplicablemente, no hab¨ªa traducci¨®n espa?ola. Entre la gran Fiesta de la Federaci¨®n (el 14 de julio de 1790) y la Fiesta del Ser Supremo (8 de junio de 1794), la Revoluci¨®n fue creando sus propias festividades, reemplazando en muchos casos a las cat¨®licas, en un evidente intento de transferencia de sacralidad. Ozouf analiza en su libro el sentido de esas fiestas, sus relaciones con el espacio (casi siempre al aire libre), con el tiempo (aprovechando las oportunidades abiertas por el nuevo calendario revolucionario) y la pedagog¨ªa (educar al pueblo, transmitir valores propiciando la exaltaci¨®n colectiva). Un libro que deja en pie preguntas y alguna respuesta acerca de la proverbial relaci¨®n entre la Fiesta y la Revoluci¨®n ¡ªcomo hija de la Utop¨ªa¡ª, un t¨®pico ideol¨®gico que a mediados del siglo XX (revoluciones de 1968) volvi¨® a apoderarse del imaginario de quienes quer¨ªan cambiar el mundo.
2. Coleccionismos
En un libro pionero del que ya casi no se habla (El sistema de los objetos; 1968, Siglo XXI), Jean Baudrillard distingue las dos funciones de cualquier objeto: una, la de ser utilizado (pr¨¢ctico), y otra, la de ser pose¨ªdo. De la segunda dice que ¡°el objeto puro, desprovisto de funci¨®n o abstra¨ªdo de su uso (¡), cobra un estatus estrictamente subjetivo. Se convierte en objeto de colecci¨®n¡±. Seg¨²n los freudianos, el instinto y af¨¢n coleccionista se desarrolla en la llamada fase anal de la evoluci¨®n ps¨ªquica: el ni?o colecciona y clasifica cosas, las organiza en conjuntos que tienen significado para ¨¦l y son solo suyas. Se pueden coleccionar cosas seg¨²n su especie (libros que no se leen, por ejemplo, o belenes o cucharitas con el escudo de la ciudad) o coleccionar de todo; llev¨¢ndolo hasta la aberraci¨®n, ese coleccionismo podr¨ªa conducir al s¨ªndrome de Di¨®genes, tan bien expuesto en Homer y Langley (Roca Editorial), la excelente novela de E. L. Doctorow (1931-2015).
Coleccionistas los ha habido siempre: tanto usted, improbable lector/a, como yo lo somos o lo hemos sido de algo alguna vez, y todos sabemos que uno de los mayores placeres del coleccionista consiste en a?adir una pieza m¨¢s a sus posesiones. Pero hubo una ¨¦poca en que el coleccionismo alcanz¨® la categor¨ªa de arte. Entre el Renacimiento y el Siglo de las Luces, con especial intensidad en el Barroco, prolifer¨® entre las clases privilegiadas europeas una forma sofisticada de coleccionismo, identificada como ¡°gabinetes de maravillas¡± (cabinet de curiosit¨¦s, Wunderkammer, studiolo), en los que se acumulaban y clasificaban objetos heter¨®clitos procedentes de todos los ¨¢mbitos: desde conchas de moluscos hasta gemas, desde f¨®siles hasta creaciones art¨ªsticas ¡°ex¨®ticas¡± o artefactos mec¨¢nicos (relojes, aut¨®matas): se valoraba especialmente la novedad, la rareza, la singularidad, incluso la extravagancia. Federico I de M¨¦dici, el emperador Rodolfo II o Fernando II de Habsburgo fueron algunos de los mantenedores de esas ¡°enciclopedias de la Humanidad¡± en las que se pretend¨ªa reunir todo el conocimiento en un solo lugar.
Los objetos, cercanos unos a otros, se clasificaban seg¨²n su pertenencia taxon¨®mica al ¨¢mbito naturalia (reinos animal, vegetal o mineral) o artificialia (cualquier objeto manipulado por un ser humano, incluyendo las artes y las t¨¦cnicas). Como es evidente, algunos de esos gabinetes de curiosidades formaron, despu¨¦s de desmantelados, el n¨²cleo de muchos museos (el Ashmolean de Oxford, por ejemplo; o, por poner un ejemplo tard¨ªo de nuestro ¨¢mbito, el de Frederic Mar¨¨s, de Barcelona). En Cabinet of Curiosities, un lujoso (advierto: 100 euros) volumen recientemente publicado por Taschen (que acaba de inaugurar en Madrid, desafiando a los colaps¨®logos, su primera tienda espa?ola), el fot¨®grafo Massimo Listri ha reunido un deslumbrante conjunto de placas en color de 19 gabinetes de curiosidades que se conservan en siete pa¨ªses europeos. Un breve y documentado pr¨®logo (en ingl¨¦s, franc¨¦s y alem¨¢n) del especialista Antonio Paolucci contextualiza las im¨¢genes. El libro es, a su manera, un museo de (peque?os) museos.
3. ¡®Best seller¡¯
?Le apetece escribir un best seller?: no problemo. Solo necesita tener un libro publicado y disponer de algo de pasta (tela, plata, lana, guita). Mark Dawson, autor del thriller The Cleaner, consigui¨® pasar del puesto 13? de los m¨¢s vendidos de Nielsen al 8? de la lista de The Sunday Times con solo comprar 400 ejemplares de su propio libro. Y as¨ª se situ¨® en el top ten (los 10 primeros). Ya ven: si su libro no vende es porque a usted no le da la gana. O, a¨²n peor, es pobre.
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