Simone Weil, la gravedad y la gracia
Simone Weil sostiene que hay dos fuerzas que tensan cualquier fen¨®meno. La primera tiende a la pesantez, la segunda hace sentir a los cuerpos el soplo de la inspiraci¨®n
¡°Hay que repartir bien el logos por las entra?as¡± ¡ªEmp¨¦docles
Si el secreto de la vida es no tener nunca una emoci¨®n poco elegante, y si la vida real es aquella que no dirigimos, que nos lleva de una batalla a otra, como propon¨ªa Oscar Wilde, entonces la vida de Simone Weil es modelo de vida plena, injusta, como ha de ser una vida (pues de ser justa nos ir¨ªa peor). Weil es ejemplo de alma libre y encadenada. Libre por su f¨¦rrea voluntad de traspasar fronteras ideol¨®gicas, ¨¦ticas y metaf¨ªsicas: fue cristiana y jud¨ªa, obrera y anticomunista, campesina e intelectual, pacifista y combatiente, fil¨®sofa y te¨®loga. Encadenada, por su exquisita sensibilidad para percibir la deriva macabra de la Europa de entreguerras. Nadie de su tiempo tuvo una conciencia tan l¨²cida de la opresi¨®n que se cern¨ªa sobre el viejo mundo. De ah¨ª que Albert Camus la bendijera como ¡°el ¨²nico gran esp¨ªritu de nuestra ¨¦poca¡±. Para conocer de primera mano la realidad obrera, trabaj¨® en el campo y en las f¨¢bricas, se uni¨® a la columna de Durruti en la guerra civil espa?ola (con un fusil sin munici¨®n y una camisa de 11 varas) y luego a la resistencia francesa durante la ocupaci¨®n nazi. Su honestidad pod¨ªa resultar insoportable, pero su dulzura terminaba por allanar el camino al di¨¢logo y la compasi¨®n.
Tres meses despu¨¦s de que Hitler sea nombrado constitucionalmente canciller de Alemania, otra gran fil¨®sofa, Edith Stein, ingresa en el Carmelo de Colonia. Alemania se proyectaba, imperial, hacia fuera. Stein lo hace, emp¨¢tica, hacia dentro. Seis ba¨²les cargados de libros acompa?an su ingreso. En ese mismo a?o, Weil, que tiene la edad de Cristo, se enfrenta de otro modo a la crisis sociopol¨ªtica y espiritual de Europa. Ya se ha decantado por la exigencia de probidad intelectual, a lo que une una incansable cr¨ªtica de las formas de poder. Ecologista sin saberlo, cuestiona la l¨®gica marxista del crecimiento ilimitado de las fuerzas productivas y prepara Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresi¨®n social, que recogen lo aprendido en el seno del sindicalismo revolucionario antes de su experiencia como obrera en la industria del autom¨®vil. Ambiciona encontrar el mecanismo de la opresi¨®n en las condiciones materiales de la organizaci¨®n social. Reivindica el ¡°verdadero legado de Marx¡±, el materialismo como m¨¦todo de conocimiento y acci¨®n. Descubre las causas de la opresi¨®n no s¨®lo en la estructura jer¨¢rquica de la f¨¢brica, sino tambi¨¦n en la especializaci¨®n y la divisi¨®n del trabajo. Frente a la ¡°religi¨®n de las fuerzas productivas¡± caracter¨ªstica del marxismo vulgar (y el dogma reconfortante del progreso), propone una nueva ciencia de la sociedad que anticipa a Foucault y que se centra en el estudio de la lucha por el poder y de la fuerza social. Mientras proliferan los totalitarismos, busca las condiciones de una sociedad libre en la que la capacidad individual de pensar y actuar prevalezca sobre la m¨¢quina social y la colectividad ciega. Una situaci¨®n parecida a la que vivimos hoy con el data¨ªsmo. Weil estar¨ªa de acuerdo en que el data¨ªsmo supone la liquidaci¨®n del pensamiento y que entregar el pensamiento a las m¨¢quinas es la ¨²ltima claudicaci¨®n de la libertad.
Su honestidad pod¨ªa ser insoportable, pero su dulzura allanaba el camino al di¨¢logo y la compasi¨®n
Una profunda crisis religiosa la acerc¨® al cristianismo, pero, como Bergson, renuncia a ser bautizada por su condici¨®n de jud¨ªa. Sostiene que hay dos fuerzas que tensan cualquier fen¨®meno, por ¨ªnfimo que sea: la gravedad y la gracia. La primera tiende a la pesantez, la segunda ilumina lo grave y lo atrae hacia s¨ª, elev¨¢ndolo, haciendo sentir a los cuerpos el soplo de la inspiraci¨®n. Una doctrina antigua que ella actualiz¨® en sus cuadernos de anotaciones, que rellenaba con fervor. El universo no s¨®lo es gravedad, tambi¨¦n experimenta una fuerza ¡°de¨ªfuga¡± (la fuga de dios), con la que el Uno atrae la pluralidad en la que se ha disgregado. El motivo conductor de sus reflexiones metaf¨ªsicas es la unidad de lo finito y lo infinito que lo divino ha realizado en el tiempo. Como Leibniz, pensaba que la creaci¨®n exige a Dios renunciar a su omnipotencia. El amor al pr¨®jimo y la plegaria son el modo de despojarse del ego y reforzar el lazo con lo divino. Una idea consignada una y otra vez en la tradici¨®n griega e hind¨². M¨¦todos todos ellos, como la nostalgia del bien, de superar la propia finitud.
Estar¨ªa de acuerdo en que entregar el pensamiento a las m¨¢quinas es la ¨²ltima claudicaci¨®n de la libertad
Como en el caso de Spinoza, las obras de Weil fueron publicadas por sus amigos despu¨¦s de su muerte por tuberculosis. Ten¨ªa 34 a?os, 10 menos que el sefard¨ª. En su vida breve eligi¨® la empat¨ªa frente al poder, la experiencia a la instituci¨®n, lo exc¨¦ntrico a lo conc¨¦ntrico, la m¨ªstica al pragmatismo. Supo que el concepto de justicia, cuando se aplica a la vida, se pervierte, como tambi¨¦n el de contradicci¨®n. Busc¨® con denuedo una experiencia religiosa que no era patrimonio de los grandes o los intelectuales, sino aspiraci¨®n leg¨ªtima de obreros y gentes sencillas. Activista impenitente, fue m¨¢s griega que romana, m¨¢s ¨®rfica que pitag¨®rica. Se dejaba llevar con gusto por el presentimiento del destino divino del alma, por la nostalgia plat¨®nica del bien eterno. Una intuici¨®n ¡°que va destilando, gota a gota, en el sue?o del inconsciente¡±. A la hora de tomar conciencia de s¨ª mismo, a?ade, uno ya es presa de la gracia. S¨®lo queda dar el consentimiento. Un ethos femenino que huye de abstracciones y se orienta hacia lo vivo y concreto, a integrar lo intelectual y afectivo, a una percepci¨®n del coraz¨®n.
Weil suscribir¨ªa las palabras de Don Quijote a Sancho, aunque omitir¨ªa el insulto. ¡°Majadero, a los caballeros andantes no les toca ni ata?e averiguar si los afligidos, encadenados y opresos que encuentran por los caminos van de aquella manera o est¨¢n en aquella angustia, por sus culpas o por sus desgracias; s¨®lo le toca ayudarlos como a menesterosos, poniendo los ojos en sus penas, y no en sus bellaquer¨ªas¡±. Ella fue uno de ellos.
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