Sylvain Prudhomme: ¡°El idealismo extremo esconde una desesperaci¨®n¡±
El escritor se sirve de la amistad entre dos autoestopistas para indagar en la libertad y su relativismo en 'Por las carreteras', una de las revelaciones del a?o pasado en Francia
Durante su juventud, Sylvain Prudhomme (La Seyne-sur-Mer, Francia, 1979) fue adicto al autoestop. Recorri¨® la geograf¨ªa europea subi¨¦ndose a coches de desconocidos. Le gustaba viajar sin costes, por supuesto, aunque no m¨¢s que sentir picos de adrenalina cada vez que un conductor le abr¨ªa la puerta. Junto a esos individuos de toda clase y condici¨®n, el escritor vivi¨® momentos de genuina intimidad, en los que crey¨® ver aflorar verdades sobe la existencia. Esa vieja afici¨®n, que interrumpi¨® hacia los 25 a?os, ha inspirado Por las carreteras (AdN), quinta novela de Prudhomme y la primera traducida al castellano, propulsada por su ¨¦xito en Francia, donde se alz¨® con el prestigioso Premio Femina y se convirti¨® en una de las revelaciones literarias del a?o pasado.
Cuando su entorno supo que Prudhomme escrib¨ªa un libro sobre el autoestop no tard¨® en intentar disuadirle. ¡°Me dec¨ªan que estaba pasado de moda y que har¨ªa mejor en hablar de BlaBlaCar¡±, recuerda el autor en la bulliciosa terraza de un gentrificado barrio africano de Par¨ªs, que tal vez le haga recordar una infancia transcurrida en pa¨ªses como Camer¨²n, N¨ªger o Burundi, a los que le condujo el trabajo de un padre cooperante. ¡°Para m¨ª, era importante usar una pr¨¢ctica tan anticuada como hacer dedo, porque me permit¨ªa introducir temas como el abandono al azar, la confianza en la vida o el encuentro con el pr¨®jimo, a contrapelo respecto a nuestra manera de vivir en la ¨¦poca actual¡±. En realidad, BlaBlaCar no tiene mucho que ver con el autoestop, al ser su reverso mercantil. ¡°No se asume ning¨²n riesgo al utilizar esa plataforma: quedas con alguien a una hora precisa, le pagas parte del viaje, pones una nota al conductor y una empresa responde si surge cualquier problema. Es el reflejo de la sociedad de hoy, en la que exigimos eficacia y garant¨ªas. Yo quer¨ªa hablar de un salto al vac¨ªo¡¡±, dice el autor.
Su novela est¨¢ protagonizada por Sacha, escritor parisiense algo desilusionado con la vida (?pleonasmo?) que, tras cumplir 40 a?os sin hijos ni ataduras, decide mudarse a una peque?a ciudad del sureste franc¨¦s. All¨ª se reencuentra con un ¨ªntimo amigo de juventud, el Autoestopista, personaje sin nombre con el que parti¨® peras d¨¦cadas atr¨¢s despu¨¦s de compartir un sinf¨ªn de viajes por carretera y noches iluminadas por las estrellas.
El tiempo parece haber templado a ese hombre, convertido en un padre de familia visiblemente feliz. Aun as¨ª, sus ganas de aventura no se han extinguido del todo. De vez en cuando, no duda en abandonar por unos d¨ªas a su compa?era y a su hijo para volver a montar en coches ajenos, sin un destino determinado. ¡°Es cuesti¨®n de necesidad. Hay quien necesita hacer deporte. Los hay que beben, salen de fiesta. Yo necesito irme. Si me quedo demasiado tiempo, me asfixio¡±, le hace decir Prudhomme en el libro, contraponiendo su sed de libertad absoluta al relativo gusto de Sacha por la estabilidad y sus confortables rutinas. Salvo si, como sucede al final de ciertas pel¨ªculas, los dos personajes no son m¨¢s que un mismo ser desdoblado, dos vertientes que cohabitan en el interior de cada adulto cuando la juventud empieza a quedar atr¨¢s. ¡°No quise ir tan lejos, pero s¨ª me interesaba subrayar esa dualidad. En cierto modo, fue como si yo mismo me desdoblara en dos mitades. Cada personaje refleja una postura que existe dentro de m¨ª, un conflicto entre el deseo y el deber en t¨¦rminos absolutos¡±, reconoce Prudhomme, admitiendo que es un dilema propio de un hombre de su edad ¨Clo escribi¨® mientras se acercaban peligrosamente los 40¨C, aunque sospeche que ese conflicto nunca se resolver¨¢ del todo. Existen dos interpretaciones de Famous Blue Raincoat, la famosa canci¨®n de Leonard Cohen. La primera defiende que se dirige a un amigo de juventud. La segunda jura que se est¨¢ hablando a s¨ª mismo, al hombre que fue en un tiempo lejano. De estas p¨¢ginas brota la misma ambig¨¹edad que en esa vieja tonada, que Prudhomme admite que fue ¡°la matriz de la que surgi¨® el libro¡±.
"No viv¨ª la ¨¦poca dorada del autoestop y no me interesa idealizarla. Entonces tambi¨¦n exist¨ªan fuerzas conservadoras en la sociedad"
El tercer v¨¦rtice del tri¨¢ngulo lo ocupa Marie, esa compa?era a la que una mirada prejuiciosa podr¨ªa tildar de abnegada, traductora literaria que parece acomodarse en los textos ajenos igual que en las vidas de los dem¨¢s. La realidad es menos categ¨®rica en una novela que aspira a reflejar distintas maneras de entender y de experimentar la libertad, sin que una sea m¨¢s deseable que la otra. ¡°Es una cuesti¨®n que el libro no zanja. No estoy seguro de que el Autoestopista sea el personaje m¨¢s libre de los tres. En el fondo, act¨²a con mucha rigidez. Para m¨ª, la libertad tambi¨¦n surge de la flexibilidad, de la adaptaci¨®n a la vida y sus movimientos. En el idealismo extremo de quien no acepta la realidad se esconde cierta desesperaci¨®n¡±.
A ratos, Por las carreteras parece esconder una cr¨ªtica a una sociedad regulada hasta el ¨²ltimo mil¨ªmetro, que intuye un r¨¦dito comercial en la m¨¢s nimia interacci¨®n entre humanos y se ve asaltada, de un tiempo a esta parte, por un sentimiento generalizado de desconfianza. Escribir sobre el autoestop, que Prudhomme define como ¡°la prueba de fuego de la hospitalidad¡±, parece solo una excusa para denunciar ese modelo. ¡°Quer¨ªa un personaje anacr¨®nico, un poco como Don Quijote, totalmente desfasado respecto a sus semejantes. Pero, a la vez, capaz de recordarles de lo que somos capaces. Yo creo que esa generosidad sigue siendo posible. La ¨¦poca del liberalismo m¨¢s duro, la del 'trabajar m¨¢s para ganar m¨¢s' que enunci¨® Sarkozy, empieza a quedar atr¨¢s¡±, dice el escritor, que observa con esperanza el reciente triunfo de los ecologistas en varias grandes ciudades francesas. ¡°Sin embargo, no es un libro escrito con nostalgia. No viv¨ª la ¨¦poca dorada del autoestop y no me interesa idealizarla. En los sesenta y setenta, tambi¨¦n exist¨ªan fuerzas conservadoras en la sociedad¡±.
En cierto momento del libro, Prudhomme cita la famosa elipsis del ¨²ltimo cap¨ªtulo de La educaci¨®n sentimental, de Flaubert: ¡°Viaj¨®. Conoci¨® la melancol¨ªa de los paquebotes, el fr¨ªo despertar bajo una tienda, el asombro de los paisajes y ruinas, la amargura de las simpat¨ªas interrumpidas. Regres¨®¡±. Su libro est¨¢ lleno de esos mismos vac¨ªos: transcurre en una ciudad sin nombre, donde un protagonista an¨®nimo desaparece sin que el lector sepa ad¨®nde va ni a qu¨¦ se dedica, dejando atr¨¢s a personajes que aprenden a convivir con el poso que dejan las cosas que uno se calla. ¡°Lo escrib¨ª as¨ª porque nos deja en una posici¨®n muy cercana a la que tenemos en la vida. Debemos aceptar que nunca lo sabremos todo del otro, ni siquiera de nosotros mismos, y encajar esa parte de enigma y de opacidad como podamos¡±, sostiene el autor. Desde que termin¨® el libro, dice que su manera de escribir ha cambiado. Ahora le interesa seguir tocando ese hueso. En los ¨²ltimos meses, replegado en su hogar, Prudhomme ha trabajado en un libro de relatos breves con un tema en com¨²n. A falta de una palabra mejor, lo llama ¡°la fisura¡±: ese breve instante en el que todo cambia en el interior de un individuo, pese a que nadie a su alrededor se haya dado cuenta.
Por las carreteras. Sylvain Prudhomme. Traducci¨®n de M. Dolores Torres. AdN, 2020. 248 p¨¢ginas. 18 euros.
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