A D¡¯Artagnan lo mataron los mosqueteros de Flandes
El ensayo ¡®Los ¨²ltimos tercios. El ej¨¦rcito de Carlos II¡¯ repasa el devenir militar del ¨²ltimo Austria, muy alejado de los estereotipos extendidos por los historiadores europeos
No se sabe si fueron las tropas de las Provincias Unidas o el Ej¨¦rcito de Flandes de la Corona espa?ola. Lo que s¨ª es seguro es que una bala salida de un mosquete de los aliados acab¨® en la garganta de D¡¯Artagnan y puso fin a su vida el 25 de junio de 1673. En realidad, el famoso personaje de Alejandro Dumas se llamaba Charles de Batz-Castelmore, conde de Artagnan, formaba parte del Ej¨¦rcito de Luis XIV que hab¨ªa puesto cerco a la ciudad de Maastricht (Holanda). Lo cuenta Davide Maffi en su nuevo libro Los ¨²ltimos tercios. El Ej¨¦rcito de Carlos II. Los franceses dejaron en ¡°el campo de batalla unos 2.300 muertos y heridos, entre ellos el celeb¨¦rrimo D¡¯Artagnan¡±, escribe este profesor de Historia Moderna de la Universidad de Pav¨ªa y especialista militar de la monarqu¨ªa de los Austrias.
En contra de lo que se suele creerse, el reinado de Carlos II de Espa?a (1665-1700) no result¨® ni un desastre econ¨®mico ni militar. Al contrario, logr¨® revitalizar la Hacienda real ¨Cconsigui¨® un inesperado super¨¢vit¨C y sus ej¨¦rcitos se segu¨ªan haciendo temer en Europa. Los holandeses, por ejemplo, los requer¨ªan para defenderse de los continuos ataques franceses que arrasaban f¨¢cilmente las Provincias Unidas ante la incapacidad de los mandos neerlandeses.
Pero el monarca hechizado ¨Cposiblemente el m¨¢s vituperado de los reyes de Espa?a¨C se top¨® con un problema de muy dif¨ªcil soluci¨®n: el crecimiento vegetativo de la poblaci¨®n ¨Cemigraciones a Am¨¦rica y guerras¨C era ¨ªnfimo, por no decir negativo. Los conflictos en los que se ve¨ªa implicada la Corona hispana se extend¨ªan por todo el planeta y hubo que olvidar el ¡°sistema de voluntariado tradicional¡± de soldados para defender los territorios y sustituirlo por levas. ¡°Signific¨®¡±, dice Maffi, ¡°que los soldados perdieron su hist¨®rica profesionalidad y, al final, la tropa baj¨® de nivel de preparaci¨®n y mostr¨® una calidad inferior¡±.
Castilla, con el nuevo sistema de reclutamiento, lograba movilizar a unos 12.000 efectivos al a?o, ¡°una proporci¨®n que, a pesar del declive generalizado de la cantidad de poblaci¨®n, se mantuvo a un nivel incre¨ªblemente alto y, para muchos, fue la causa de la reducci¨®n demogr¨¢fica que afect¨® a varias provincias castellanas¡±. Aproximadamente, en un siglo los territorios peninsulares pusieron a disposici¨®n de las tropas reales m¨¢s de medio mill¨®n de hombres. De hecho, el esfuerzo para dotar de militares a los Ej¨¦rcitos reales fue soportado principalmente por las dos Castillas y por Andaluc¨ªa. ¡°Fueron obligadas a hacerse cargo de casi todas las levas, pr¨¢cticamente, y de los repartos forzosos¡±. Las provincias vascongadas, sin embargo, fueron eximidas de este esfuerzo ¡°porque ten¨ªan la obligaci¨®n de defender su territorio en caso de invasi¨®n enemiga¡±. Aun as¨ª, entre 1648 y 1700, ?lava aport¨® voluntariamente entre 100 y 200 hombres anuales.
Por su parte, Navarra, ofreci¨® 600 soldados en 1677 ¡°armados, vestidos y mantenidos con sus pagas por seis meses¡±. Murcia, Extremadura, Granada y Galicia ¨Ca pesar de estar exentas de reparos y levas ¨C, ofrecieron una ¡°contribuci¨®n constante¡±. Granada, por ejemplo, en 1657, aport¨® 2.000 hombres. Entre 1648 y 1700, se calcula, que m¨¢s de 20.000 gallegos fueron destinados a Flandes, al tiempo que los canarios fueron distribuidos, adem¨¢s de en Flandes, en las fronteras de la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica.
¡°Un discurso distinto merece la situaci¨®n de los reinos de la Corona de Arag¨®n¡±, explica el escritor italiano, que ¡°participaban en los esfuerzos b¨¦licos de la Monarqu¨ªa Hisp¨¢nica con escasas cantidades de dinero y hombres¡±. Es cierto que ¡°aragoneses y valencianos hicieron elevados donativos de hombres y dinero, [mientras que] los catalanes se mostraron contrarios a conceder los medios demandados¡±. ¡°En los acontecimientos de Fuenterrab¨ªa [ataque franc¨¦s a la ciudad], aragoneses y valencianos movilizaron sus fuerzas, pero ni un solo soldado catal¨¢n particip¨® en el socorro de la plaza¡± que defend¨ªan valientemente las tropas vascas. Mallorca, ¡°el [reino] m¨¢s despoblado y pobre, no pudo mandar gran cantidad de soldados¡±, pero aun as¨ª entre 1610 y 1647 ¡°salieron de la isla unos 15.000 hombres para el servicio de la Armada¡±,
Los soldados espa?oles de los tercios de la Corona ocupaban los puestos m¨¢s arriesgados en las batallas y rivalizaban con ¡°las unidades levantadas en Italia, que fueron consideradas, al igual que las espa?olas, como la parte m¨¢s fiable de todas las tropas reales¡±. Se calcula que entre 1613 y 1659, m¨¢s de 200.000 italianos abandonaron ¡°su patria para servir al rey [espa?ol] en los campos de batalla de media Europa¡±. De hecho, las unidades napolitanas ¡°se ganaron el respeto y la admiraci¨®n del alto mando¡±. Algo parecido a lo que pasaba con los soldados flamencos y alemanes, a los que se les divid¨ªa en ¡°altos¡± y ¡°bajos¡±; los primeros proven¨ªan del sur de Alemania y los segundos del norte. Los altos cobraban m¨¢s que los germanos m¨¢s recortados.
Maffi va recorriendo y analizando en el ensayo todas las nacionalidades que conformaban los tercios, as¨ª como los semblantes de los hombres que los comandaban. ¡°Los oficiales espa?oles siempre tuvieron un gran reconocimiento entre sus enemigos hasta que en 1632¡± las Ordenanzas ¡°precisas en que para ascender al grado de maestre de campo eran necesarios solo ocho a?os de servicio para todos aquellos que pod¨ªan jactarse de sangre ilustre, contra los 18 que se les requer¨ªa a todos los dem¨¢s¡±. Esta pol¨ªtica llen¨® de nobles los puestos de mando, ¡°pero con el precio de destruir por completo el sistema de promociones basado en el m¨¦rito¡±, lo que ¡°hizo del cuerpo de oficiales espa?oles, considerados en el siglo XVI el m¨¢s competente y preparado de toda Europa, el m¨¢s arcaico e ineficiente del viejo continente¡±. ¡°Tales fallos continuaron durante la segunda mitad del XVII, con el alto mando del Ej¨¦rcito espa?ol, que estaba constituido en su mayor¨ªa por ineptos iracundos cortesanos¡±, a?ade el autor. Pero esto no impidi¨® que los tercios demostrasen su val¨ªa durante d¨¦cadas en la centuria. ¡°En realidad, la maquinaria militar espa?ola demostr¨® saber adaptarse a las necesidades de cada momento y no fue en nada inferior a la de sus oponentes o la de sus aliados¡±.
¡°La visi¨®n de los tercios espa?oles como una masa indefensa incapaz de introducir cualquier tipo de innovaci¨®n no se corresponde en absoluto a la realidad y las unidades de la Corona supieron ganarse en el campo de batalla el respeto tanto de enemigos como de sus aliados¡±. ¡°Entonces¡±, se pregunta el autor, ¡°?por qu¨¦ la monarqu¨ªa espa?ola perdi¨® al final todas las guerras si sus fuerzas armadas se revelaron iguales en calidad a la de sus adversarios?¡±. Y da una respuesta. ¡°La gran cantidad de provincias que hab¨ªa que defender y la dispersi¨®n de los territorios implicados en distintas contiendas obligaron a las autoridades pol¨ªticas y militares espa?olas a dividir sus ej¨¦rcitos y a operar en teatros de guerra muy alejados entre ellos y sin ninguna posibilidad de interrelacionarse con rapidez y a con actuar con una estrategia com¨²n¡±. Sin embargo, Carlos II logr¨® mantener la presencia espa?ola en Italia y en el norte de Europa durante el siglo XVII gracias a una pol¨ªtica militar inteligente, a un esfuerzo humano inmenso y as¨ª pudo ¡°entregar casi intacta su herencia a su sucesor¡±, aunque fuera a costa de matar al mism¨ªsimo D¡¯Artagnan.
Los ¨²ltimos tercios. El Ej¨¦rcito de Carlos II. Davide Maffi. Desperta Ferro Ediciones. 364 p¨¢ginas. 24,95 euros.
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