William James, el fantasma de la libertad
El fil¨®sofo nos leg¨® una serie de m¨¢ximas inolvidables: no somos marionetas biol¨®gicas y nuestros ideales y valores no son el resultado de una fisiolog¨ªa ciega o inerte

Inmigrante irland¨¦s y pobre de solemnidad, el abuelo de William James lleg¨® a la isla de Ellis sin zapatos, en una ¨¦poca en que s¨®lo los tuberculosos, los anarquistas, los pol¨ªgamos y los criminales eran deportados. Siendo un muchacho, se emple¨® en una mercer¨ªa en Albany. Invirti¨® sus exiguas ganancias y acab¨® comprando la tienda. Con el tiempo se convirti¨® en el banquero m¨¢s importante del estado de Nueva York. Se cas¨® tres veces y tuvo 13 hijos. El padre del fil¨®sofo fue un bala perdida. Rom¨¢ntico, noct¨¢mbulo y bebedor, se dedic¨® a la ¨²nica profesi¨®n que permite esas inclinaciones: el periodismo. Su vida de cr¨¢pula le vali¨® que lo desheredaran. Pleite¨® durante una d¨¦cada y finalmente logr¨® su parte en la herencia. La invirti¨® en la educaci¨®n de sus hijos, entre ellos Henry, el escritor, William, el fil¨®sofo, y Alice, una de las primeras diaristas americanas. Henry se convirti¨® en el primer escritor americano estudiado en Oxford y William en el fundador de la psicolog¨ªa y el pragmatismo, una escuela deliciosa de pensamiento cuyo nombre no le hace justicia. Un m¨¦todo para apaciguar las interminables disputas metaf¨ªsicas. ?Es el mundo uno o m¨²ltiple? ?Libre o determinado? ?Material o espiritual? James sugiere investigar cada posibilidad en funci¨®n de sus consecuencias vitales. Si no hay diferencias de orden pr¨¢ctico, entonces las alternativas significan lo mismo y toda disputa es vana.
James lleg¨® a la filosof¨ªa tras abandonar su vocaci¨®n de pintor y asumir la formaci¨®n cient¨ªfica que quer¨ªa su padre. Se gradu¨® en medicina pero nunca ejerci¨® la profesi¨®n. No era animal de laboratorio, de hecho, se sent¨ªa incompatible con el tubo de ensayo. Prefer¨ªa los experimentos con uno mismo. La psicolog¨ªa, entonces una excentricidad (que contribuy¨® a fundar), le permiti¨® escapar de la fisiolog¨ªa y la anatom¨ªa, de las que fue profesor titular en Harvard. Era demasiado intenso para congeniar con la tibieza positivista y demasiado despierto para el materialismo, ¡°que sugiere una infinita f¨¢brica insomne¡± (Borges). Ley¨® a Schopenhauer, Spencer y Goethe, que le ense?aron a no sobrevalorar el m¨¦todo cient¨ªfico (un modo de satisfacer los deseos de una comunidad) y se neg¨® a reducir las experiencias emocionales y est¨¦ticas a modelos mec¨¢nicos, epifen¨®menos o ilusiones creadas entre bastidores. La ret¨®rica de lo elemental (explicar lo elevado por lo inferior) le parec¨ªa vana y mojigata, una negligencia vital, una claudicaci¨®n ante la aventura de la experiencia.
De estudiante particip¨® de una expedici¨®n biol¨®gica por el Amazonas. Entonces consideraba que los naturalistas de gabinete eran tipos infames. Lo mismo pensar¨ªa despu¨¦s de los fil¨®sofos sistem¨¢ticos, que encerraban el todo en adjetivos y categor¨ªas, distanciados de la experiencia viva y numinosa. Preferir¨ªa el trabajo de campo o escuchar el relato de experiencias ins¨®litas, antes que diseccionar el monstruo metaf¨ªsico. Dec¨ªa sarc¨¢sticamente que si lo religioso era una neurosis, el ate¨ªsmo podr¨ªa ser una disfunci¨®n del h¨ªgado. Hab¨ªa heredado de su padre la desconfianza hacia el positivismo y su man¨ªa de ignorar aspectos ausentes y no cuantificables de la experiencia. La vida de la mente para James se cifraba en c¨®mo aceptamos el universo, si lo hacemos de mala gana y parcialmente, o de todo coraz¨®n y en conjunto, si consideramos la vida como f¨¢bula o pesadilla. Esa sensibilidad hacia fuerzas invisibles y oscuras ten¨ªa su raz¨®n de ser. La nube opaca de la depresi¨®n lo visit¨® con frecuencia. Hasta el punto de que en su juventud tuvo que disciplinarse para ¡°obligarse a vivir¡± y no romperse por dentro. Cre¨ªa en muchas cosas en las que no suelen creer los fil¨®sofos, en lo que popularmente se llaman fantasmas o esp¨ªritus y los budistas llaman ¡°cuerpo sutil¡±.
Tras leer un panfleto titulado La revelaci¨®n anest¨¦sica y la esencia de la filosof¨ªa, James se someti¨® a la inhalaci¨®n de ¨®xido nitroso. Una experiencia que recomienda a todo aquel que quiera ver por s¨ª mismo las fortalezas y debilidades de la filosof¨ªa de Hegel. Comprob¨® que el gas ralentizaba la actividad mental y suspend¨ªa la funci¨®n anal¨ªtica de la inteligencia, provocando estados expandidos de conciencia, euforia y alucinaciones. James public¨® un detallado informe cient¨ªfico, donde destacaba una genuina ¡°revelaci¨®n metaf¨ªsica¡± durante la cual pudo ver simult¨¢neamente los v¨ªnculos sutiles que atan las cosas. La imposibilidad de expresar la torrencial sensaci¨®n de identificaci¨®n de los opuestos (lo tr¨¢gico y lo c¨®mico, la vida y la muerte, el bien y el mal) qued¨® de manifiesto cuando ley¨® lo anotado durante un trance, un conjunto de frases inconexas. Quedaba el recuerdo de una inmensa reconciliaci¨®n, la misma que caracteriza a ciertos estados de ebriedad, y la sospecha de que ¡°el hegelianismo era cierto despu¨¦s de todo¡±.
Cada oposici¨®n se desvanec¨ªa en una unidad superior en la cual se basaba y las llamadas contradicciones pertenec¨ªan al mismo nivel. Era como si los antagonismos del mundo se disolvieran y se rindieran en unidades sucesivas. El ego y sus objetos, lo m¨ªo y lo tuyo se hac¨ªan uno, y una de las especies, la m¨¢s noble y mejor, asimila y absorbe a su opuesta. Otra de las sensaciones fue la certeza de que habitamos en un universo infinito donde el esfuerzo de lo finito resulta despreciable. Navegamos en la infinitud y ese es nuestros destino, ineludible y vertiginoso. Fue la emoci¨®n m¨¢s poderosa hab¨ªa experimentado y concluy¨®, en l¨ªnea con las upani?ad, que la conciencia normal era s¨®lo un tipo particular de conciencia. ¡°Por encima de ella, separada por una pantalla trasparente, existen formas potenciales de conciencia completamente diferentes. Podemos pasar por la vida sin sospechar de su existencia, pero si aplicamos el est¨ªmulo requerido, con un simple toque, aparecen con claridad tipos de mentalidad que probablemente tienen en alg¨²n lugar su campo de aplicaci¨®n y adaptaci¨®n¡±. Y parece estar hablando de ¨¢ngeles, daimones o bodhisattvas cuando afirma que ¡°ninguna descripci¨®n del universo puede ser definitiva si descuida esas otras formas de conciencia¡±. El profesor de Harvard confiesa que todo esto suena oscuro, pero se ve incapaz de sustraerse a la autoridad de aquella experiencia.
Cualquiera que haya probado el hach¨ªs o el ¨¢cido lis¨¦rgico sabe que estos estados, sistematizados por el yoga y las tradiciones cham¨¢nicas, permiten atisbar (conmoverse y percibir) un genio m¨ªstico en la realidad. Bergson, con el que mantuvo amistad, le hab¨ªa sugerido que nada impide al pensador llevar hasta el final la idea que el misticismo le sugiere: un universo que no ser¨ªa m¨¢s que el aspecto visible y tangible del amor y la necesidad de amar¡±. Le fascinaba la idea de Bergson de una energ¨ªa creadora y amante que fuera capaz de extraer de s¨ª misma seres dignos de ser amados, pudiendo as¨ª sembrar mundos. Con ellos es posible mantener una relaci¨®n magn¨¦tica, pues el impulso vital y la materia son complementarios. La corriente vital que atraviesa la materia recorre incontables caminos y puede quedarse estancada en los pozos de la depresi¨®n. Finalmente, da con seres destinados a amar y ser amados, capaces de reconocer esa misma energ¨ªa creadora como amor.
James se atrevi¨® a ser un hereje de la filosof¨ªa, postulando un multiverso de hechos particulares donde la racionalidad existiera solo a trozos y no en bloque. Tuvo la sagacidad de advertir que la filosof¨ªa brit¨¢nica hab¨ªa ca¨ªdo (v¨ªa Hume) en manos de Kant (que crey¨® que el espacio y el tiempo eran anteriores a la mente y la percepci¨®n), e hizo la vista gorda hacia ese giro siniestro. Se mantuvo fiel al empirismo radical de Berkeley. Como record¨® Borges, logr¨® que sus hip¨®tesis tranquilas fueran no menos atrayentes que las m¨¢s fant¨¢sticas invenciones de la raz¨®n. Una filosof¨ªa supeditada a la vida, que no pretende reducir la diversidad y riqueza del mundo, sino simplemente acompa?arla, crecer con ella.
En su estudio sobre las variedades de la experiencia religiosa, James se propuso deshacer la oposici¨®n entre ciencia y espiritualidad. Ambas pasar¨ªan a ser aspectos complementarios de una misma realidad. De ese modo no nos encontrar¨ªamos abocados a vivir en un mundo vac¨ªo de contenido interior. En la ¨¦poca de James la ciencia mecanicista empezaba a ser superada, sobre todo en el ¨¢mbito de la f¨ªsica. James pudo contemplar estos avances pero advert¨ªa que la visi¨®n positivista segu¨ªa profundamente arraigada en la gente instruida. Descartes segu¨ªa vivo en el consciente colectivo, sobre todo en la insistencia a considerar la extensi¨®n como algo inerte (y al margen del pensamiento). James prefer¨ªa la visi¨®n pampsiquista (que ahora vuelve a estar de moda), le parec¨ªa un modo mejor de entender la naturaleza y tratar de imitarla, en lugar de la esta pulsi¨®n ciega que trata de someterla y sacar el m¨¢ximo provecho de ella. Prefer¨ªa la visi¨®n de que todo lo vivo est¨¢ interconectado. Se puede arreglar una parte de un mecanismo sin da?ar el resto, pero no ocurre lo mismo con lo vivo, porque cada una de sus partes corresponde a una totalidad interactiva. James reconoci¨® las amenazas de la epistemolog¨ªa cartesiana, que hoy constatamos en forma de dram¨¢ticos avisos que nos lanza el planeta.
William James fue un escritor admirable que nos leg¨® una serie de m¨¢ximas inolvidables. No somos marionetas biol¨®gicas y nuestros ideales y valores no son el resultado de una fisiolog¨ªa ciega o inerte. Como cient¨ªfico, advirti¨® que la nada, el azar y la necesidad, son pobres elementos para sustentar la casu¨ªstica del relato cient¨ªfico, un panorama estrecho y oscuro. Hace falta un relato mejor, un complemento sutil del esp¨ªritu, en el que intervengan la imaginaci¨®n y el sentir, tal y como hab¨ªa ensayado Goethe. Hoy m¨¢s que nunca se actualizan las propuestas de James y la necesidad de conciliar ambos mundos, de renovar nuestra envejecida cultura cient¨ªfica oficial. Reivindicar la intuici¨®n nunca est¨¢ de m¨¢s. Y no porque nos lleve a alguna parte, sino porque est¨¢ de partida en todas partes.
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