Pasqual, el hombre que vino a vivir a casa
La vida y la lucha de Maragall contadas a los ochenta a?os del pol¨ªtico al que la m¨²sica hace feliz
Lluna Pindado conoci¨® a aquel hombre que usurp¨® su cama cuando ella ten¨ªa ocho a?os y ahora que tiene 34 ya ¨¦l no sabe qui¨¦n es esta joven actriz, cuya casa se abri¨® para que el entonces alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, se quedara unos d¨ªas a conocer c¨®mo viv¨ªan esta y otras familias del municipio. El 20 de octubre de 2007 aquel hombre que trajo como alcalde los juegos ol¨ªmpicos de 1992 anunci¨® que ten¨ªa alzh¨¦imer, decidi¨® ganar la batalla contra el mal, pero este o ha ido desprendiendo de la realidad que antes (tambi¨¦n como president) lo convirtieron en una daga contra la pereza pol¨ªtica.
Lluna volvi¨® a coincidir con ¨¦l, hace un a?o, cuando a¨²n viv¨ªa Diana Garrigosa, la esposa de aquel ins¨®lito hu¨¦sped. Pasqual se qued¨® mirando al piano que iba a hacer sonar la ni?a a la que ¨¦l ya no recordaba, y de pronto apareci¨® Silvia P¨¦rez Cruz. Lluna vio venir ¡°la vida a los ojos de aquel hombre¡± en cuanto Silvia empez¨® a cantar Le parapluie, de Brassens. Lo que sigui¨® fue un baile que inici¨® el propio Maragall. Al piano, Lluna, y danzando con ¨¦l, tarareando, su cantante favorita, la m¨²sica que da vida a sus ojos.
Es el episodio final de un documental, Maragall i la Lluna, y que llega a los cines el 29 de enero, que el 13 de enero conmemor¨® los ochenta a?os de quien se resisti¨® a su propio olvido y que en estas dos horas de rememoraci¨®n recibe el reconocimiento de numerosos amigos (como Joan Manuel Serrat) y tambi¨¦n vaivenes dif¨ªciles con adversarios, como Jordi Pujol. La conductora de esta cr¨®nica general de la aventura pol¨ªtica y humana de Maragall es Lluna, un rostro que parece desear fortuna a todo el mundo. El gui¨®n de este retrato es de Josep M. Ma?¨¦ y Francesca Catal¨¢. Al productor ejecutivo, Xavier Atance, le viene este recuerdo cuando habla del Maragall que conoci¨®: ¡°Nos queda esa imagen suya de ni?o grande que intenta cuidar a su ciudad, luego a su pa¨ªs y a su Estado, porque ¨¦l no era un hombre de fronteras¡±.
Figura en episodios del pasado plet¨®rico, pero tambi¨¦n en los a?os del presente claroscuro, su esposa, Diana Garrigosa, que muri¨® hace un a?o, cuando ya se hab¨ªa terminado el documental y ella se dispon¨ªa a presentarlo con el amparo de las fundaciones que prolongan el trabajo de Maragall, tambi¨¦n en lucha con la enfermedad que no le ha podido robar la pasi¨®n musical que brilla en sus ojos. A Lluna le vienen al recuerdo los d¨ªas con aquel grandull¨®n usurpando su cama. Avisaron a los padres que vendr¨ªa Pasqual. Ella presum¨ªa en la escuela, ¡°en mi casa vive el alcalde¡±. La madre prepar¨® la cena, ¡°pizza o algo as¨ª¡±. Ella durmi¨® en el sof¨¢. Y como en el colegio no creyeron que fuera verdad esa visita ins¨®lita, un d¨ªa ¡°el amigo Pasqual¡± la llev¨®, de mano, hasta la clase¡ El equipo del alcalde ¡°buscaba gente que no tuviera que ver con la pol¨ªtica, eligieron a mis padres, y a otras familias¡±. No lo hab¨ªa visto desde entonces, hasta que se produjo aquel encuentro en que ella toc¨® al piano la canci¨®n de Brassens, Silvia empez¨® a cantar y a ¨¦l se le despertaron todos los sentidos que ponen en marcha la alegr¨ªa de recordar y de bailar.
¡°Se le ilumin¨® la cara. ?La Silvia! Quiso bailar, y bailamos¡±, recuerda Silvia. ¡°?Se sab¨ªa la letra mejor que Silvia! Atesoro este momento¡±, dice Lluna, aquel ni?a que le prest¨® la cama.
Babelia
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