Mil maneras de morir en la Antigua Roma
Un ensayo de la historiadora Emma Southon aborda la veneraci¨®n por la muerte deliberada en la sociedad romana
Escuela de gladiadores de Lentulo Batiato, en Capua (a pocos kil¨®metros de N¨¢poles), a?o 73 a. C. Dos patricios y sus esposas han viajado hasta all¨ª para contratar la lucha de dos parejas de gladiadores. Ellos ofrecen una cantidad astron¨®mica, pero con la condici¨®n de que el combate sea a muerte. Salen a la arena un et¨ªope y un tracio. Ambos se golpean con extrema dureza mientras los patricios conversan sosegadamente en el palco sobre el ambiente pol¨ªtico en Roma. El et¨ªope consigue derribar al tracio y acerca su tridente al cuello de este, que cierra los ojos y asume su final. El vencedor mira al palco y una de las mujeres mueve su pulgar hacia abajo: el gladiador tracio ha de morir. Pero el et¨ªope duda, ?por qu¨¦ tiene que obedecer una orden brutal y caprichosa y asesinar a su compa?ero? La duda se convierte en ira y lanza su tridente contra los ocupantes arist¨®cratas del palco. Todos los que hayan visto Espartaco, el mejor p¨¦plum de la historia del cine, recordar¨¢n este momento memorable de la pel¨ªcula. El et¨ªope perdona la vida a Espartaco, pero en Roma la vida, por s¨ª misma, no tiene ning¨²n valor. Nadie tiene el derecho a ella. Solo aquellos que poseen grandes riquezas y han obtenido logros militares o pol¨ªticos gozan de algo similar al derecho a la vida.
¡±Hay pocas sociedades que hayan venerado tanto como los romanos la muerte deliberada e intencionada de hombres y mujeres, y que se hayan deleitado tanto con ella¡±, afirma Emma Southon en la introducci¨®n de Sangre en el Foro. Los asesinatos de la Antigua Roma, publicado por Pasado y Presente a finales de 2020. Esta obra es la segunda de la joven autora brit¨¢nica, que ya sorprendi¨® muy gratamente con Agripina. La primera emperatriz de Roma ¡ªpublicada en la misma editorial¡ª, una revisi¨®n de la vida de Agripina la Menor, esposa y sobrina de Claudio y madre de Ner¨®n. ¡°La cultura de Roma estaba respaldada por la esclavitud y la guerra y para que una vida significase algo al gobierno del Imperio ten¨ªa que haber contribuido de manera muy visible a ¨¦l. Solo la gente con mucha dignitas (honor) y fama (reputaci¨®n) estaban protegidos por el Estado¡±, detalla Southon en declaraciones por correo electr¨®nico. Esto no significaba que los romanos no llorasen la muerte en una familia o a nivel personal. Incluso los que fueron esclavizados eran llorados por alguien. ¡°Se trata de que estas muertes no ten¨ªan impacto a un nivel cultural m¨¢s amplio. La vida humana era bastante prescindible¡±, explica la historiadora.
Quien se acerque a Sangre en el Foro dif¨ªcilmente va a soltar el libro hasta que llegue a su ¨²ltima p¨¢gina. Con un estilo divertido, fresco e irreverente, la doctora en Historia Antigua por la Universidad de Birmingham sumerge al lector en el mundo m¨¢s turbio de una civilizaci¨®n tan compleja y fascinante como la Antigua Roma. Hay autores, como la tambi¨¦n brit¨¢nica Mary Beard, que han demostrado saber conectar con el gran p¨²blico en un ¨¢mbito que podr¨ªa resultar pedregoso, y Southon lo consigue de manera magistral.
Mediante un esquema de tr¨ªadas de minirrelatos que abordan los asesinatos en todos los niveles sociales y pol¨ªticos, la historiadora presenta el crimen y la muerte en la familia, el Senado, entre los emperadores, con el uso de la magia... De esta manera, el lector se ve en medio de situaciones hilarantes, como la del emperador Tiberio convertido en una especie de Miss Marple de Roma, investigando la muerte de Apronia, la esposa del pretor Plaucio Silvano, en la misma escena del crimen. El historiador Paul Veyne afirm¨® que los romanos sufr¨ªan una ¡°neurosis nacional¡± asociada al parricidio. Aquellos que hayan buscado en Internet el significado de poena cullei sabr¨¢n que eso era lo que esperaba en la Antigua Roma al que se atrev¨ªa a matar a sus padres. Se la conoc¨ªa como la pena del saco y era horroros¨ªsima. Los que no hayan o¨ªdo hablar de este espanto ser¨¢ mejor que lo conozcan leyendo Sangre en el Foro porque sentir¨¢n la truculencia de que eran capaces los romanos, pero tambi¨¦n pasar¨¢n un buen rato. Como ¨²ltimo ejemplo, a alguien le ten¨ªa que caer el sambenito de ser el primer asesino en serie de la historia. Ese papel ha sido reservado a Locusta, la m¨¢s famosa de las envenenadoras de Roma. Tres veces us¨® Ner¨®n sus artes para intentar matar a su madre, Agripina, seg¨²n Suetonio. Lo que no sab¨ªa Ner¨®n es que, seg¨²n relata Southon, ¡°su plan qued¨® frustrado porque Agripina tomaba varios ant¨ªdotos al d¨ªa¡± (que solo pod¨ªan proceder de Locusta).
El car¨¢cter esclavista del Estado romano es esencial para comprender esta civilizaci¨®n. Los esclavos eran los gl¨®bulos rojos del sistema circulatorio de Roma, su base social y econ¨®mica. ¡°La esclavitud es fundamental para la gloria de Roma. Cuando Julio C¨¦sar volvi¨® de Galia proclam¨® que hab¨ªa matado a un mill¨®n de galos y hab¨ªa esclavizado a otro mill¨®n. La esclavitud hac¨ªa que todo funcionase con suavidad e hizo posible que el Imperio fuese tan opulento y civilizado como lo fue¡±, se?ala Southon. Los romanos y los habitantes libres del Imperio pod¨ªan ser v¨ªctimas de la violencia arbitraria, pero esta era incomparablemente menor a la que sufr¨ªan los esclavos, tan enorme que no es cuantificable porque sus vidas val¨ªan lo mismo que un objeto o un animal dom¨¦stico. ¡°Roma se construy¨® sobre la opresi¨®n y sufrimiento de innumerables millones de personas esclavizadas a lo largo de muchos siglos y eso es algo de lo que se deber¨ªa hablar¡±, enfatiza la autora brit¨¢nica.
El manejo de las fuentes romanas es algo peliagudo para un asunto como el de los asesinatos en la historia de Roma. Un ejemplo de ello es el de Julio C¨¦sar, del que hay una cantidad inmensa de documentaci¨®n de la ¨¦poca, pero no de cuando el crimen sucedi¨®. En su obra, Southon ofrece pistas para conocer las fuentes antiguas, sus posicionamientos y sus puntos d¨¦biles, entre los que sobresale la misoginia. En Roma la manipulaci¨®n informativa ya se practicaba con soltura y contar con claves para entender el grado de fiabilidad de los historiadores romanos es de agradecer. Tras este c¨²mulo de muerte y violencia, las palabras de Southon en la conclusi¨®n del libro son esclarecedoras: ¡°Echar una mirada al asesinato en el mundo romano nos permite imaginarlo desde la perspectiva de los desamparados, de las v¨ªctimas, de los perdedores, y no solo de los triunfadores. El asesinato nos permite atisbar cu¨¢n parecidos y, a la vez, cu¨¢n diferentes de nosotros eran los romanos¡±.
EMPERADOR DE ROMA, UN CARGO DE ALTO RIESGO
Cuando se estudian las fr¨ªas estad¨ªsticas y el n¨²mero de emperadores romanos muertos violentamente -el 58% de ellos fue asesinado o se suicid¨® y el tiempo medio de reinado fue de 7,8 a?os- es imposible evitar la cuesti¨®n de c¨®mo el Imperio, como sistema pol¨ªtico, pudo resistir este nivel de violencia en el puesto de la autoridad suprema. En la imagen, la moneda es un ¨¢ureo de Cal¨ªgula, primer emperador asesinado, con su padre Germ¨¢nico (a la derecha) en el reverso. Seg¨²n Emma Southon, un emperador de ¨¦xito ten¨ªa que ser un l¨ªder militar fuerte -para controlar el ej¨¦rcito-, un pol¨ªtico diplom¨¢tico experto -para controlar al Senado- y una figura carism¨¢tica y generosa, para ganarse el afecto del pueblo de Roma. "Lo que hace realmente d¨¦bil al sistema imperial romano es que, despu¨¦s de 69 d. C. [con el final de la dinast¨ªa julio-claudia], cualquiera puede ser emperador. No hay una l¨ªnea sangu¨ªnea m¨¢gica o divina ni ninguna prueba que pasar. Cualquiera con una espada puede intentarlo", destaca.
Todas las transformaciones pol¨ªticas de calado en Roma se ejecutaron con un asesinato y la idea del l¨ªder romano que se subleva y mata a un mal gobernante es parte fundacional de la identidad romana, seg¨²n la autora brit¨¢nica. "Casi siempre, eso solo daba a los malos la excusa para matar a otros malos, pero ocasionalmente alg¨²n hombre, al que nosotros no considerar¨ªamos bueno, era al menos popular y matar¨ªa a uno malo", concluye ir¨®nicamente Southon.
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