El ave del a?o viene con libro bajo el ala
La elecci¨®n del vencejo por votaci¨®n popular como p¨¢jaro del 2021 coincide con una nueva obra que habla de ¨¦l, ¡®Vesper flights¡¯, de Helen Macdonald, la autora de ¡®H de halc¨®n¡¯
Dif¨ªcilmente se saludar¨¢ de manera m¨¢s bella la elecci¨®n del ave del a?o: ¡°Los vencejos son m¨¢gicos a la manera de todas las cosas que existen justo un poco m¨¢s all¨¢ de la comprensi¨®n¡±. Lo escribe Helen Macdonald, la autora del tan conmovedor H de halc¨®n (?tico de los libros, 2018), uno de los libros m¨¢s hermosos que se han escrito sobre la naturaleza, el amor y el duelo, en su nueva obra, que tiene previsto publicar en castellano Anagrama, Vesper flights (Jonathan Cape, 2020), una colecci¨®n de ensayos centrados tambi¨¦n en el mundo natural y que ella presenta como una especie de po¨¦tico Wunderkammer, gabinete de curiosidades.
El texto que da t¨ªtulo al volumen, que luce en la cubierta un precioso vencejo dibujado, est¨¢ consagrado a estas aves, de las que tambi¨¦n se habla en algunas otras p¨¢ginas. Es una feliz coincidencia con la proclamaci¨®n del vencejo com¨²n (Apus apus) como p¨¢jaro del 2021 por la Sociedad Espa?ola de Ornitolog¨ªa (SEO-Bird), tras el concurso anual en el que se elige al ganador por votaci¨®n popular de entre una terna finalista. La idea de la iniciativa es dar visibilidad a un ave que precisa de atenci¨®n especial, en este caso su declive poblacional a causa del cambio clim¨¢tico y la p¨¦rdida de biodiversidad. El vencejo, que ha vencido con el 49,58 % de los votos, no era mi candidato. Yo hab¨ªa votado por el alcaud¨®n real (27,15 %) -el tercero en discordia era el aguilucho cenizo (23,27%)-, que es un ave por la que tengo una debilidad morbosa: me fascina su costumbre de empalar a sus presas (lagartijas, ratones, insectos) en espinas, pinchos o alambradas que usa como almacenes, y tambi¨¦n porque ¡°alcaud¨®n¡±, W¨¹rger, es como se apodaba el Focke-Wulf 190, el mejor caza alem¨¢n de la Segunda Guerra Mundial.
Pero bueno, el vencejo me parece muy bien. Omnipresente en grandes y chillonas bandadas en verano, es consustancial a las alegr¨ªas de la estaci¨®n (para m¨ª es una piscina en la que bajan a beber sin detenerse, en un feliz carrusel de alas al atardecer). Veloc¨ªsimo (160 kil¨®metros por hora), volando en los cielos estivales resulta un verdadero poema visual trazado con tinta negra sobre azul. M¨¢s prosaicamente, siempre me ha recordado su paso vertiginoso el de una escuadrilla de cazas imperiales TIE de La Guerra de las Galaxias.
Los vencejos se aparean en el cielo, sexo ingr¨¢vido -como el de los astronautas, imagino- en el turbulento aire del est¨ªo. En ¨¦poca de cr¨ªa es habitual encontrar a los inmaduros por tierra, incapaces de levantar el vuelo ellos solos desde el suelo. Hay que cogerlos con la mano y lanzarlos como emplumados aviones de papel para que vuelvan a probar suerte.
Helen Macdonald recuerda que los vencejos pasan la vida volando, hasta a?os sin posarse. Antiguamente se les conoc¨ªa como p¨¢jaros diab¨®licos, quiz¨¢ porque esas bandadas gritonas de cruces negras alrededor de las iglesias parec¨ªan salidas de la oscuridad, no de la luz. ¡°Pero para m¨ª¡±, se?ala la autora, ¡°son criaturas del aire superior y de naturaleza ininteligible, lo que los hace m¨¢s parecidos a ¨¢ngeles¡±. Escribe que una vez encontr¨® uno muerto. ¡°Lo cog¨ª, lo puse en la palma de la mano, observ¨¦ el polvo en sus plumas, sus alas cruzadas como cuchillas desafiladas¡±. Le pareci¨® que el ave estaba ¡°impregnada de una gravedad muy cercana a la santidad¡±. Sin saber qu¨¦ hacer con ella, la envolvi¨® en una toalla y la meti¨® en el congelador. En mayo del a?o siguiente, cuando vio a los primeros vencejos regresar, sac¨® el p¨¢jaro helado y lo enterr¨® en el jard¨ªn bajo la tierra caliente por el sol.
La escritora se emborracha en su texto de im¨¢genes de los vencejos: siluetas parpadeantes, una gavilla vertida de grano negro contra las nubes luminosas. Explica que sus nidos est¨¢n hechos de cosas capturadas en el aire: hebras de hierba seca elevadas por las corrientes t¨¦rmicas, plumas de la muda del pecho de las palomas, p¨¦talos de flores, hojas, trocitos de papel, incluso mariposas. Durante la Segunda Guerra Mundial, apunta, los vencejos utilizaban tambi¨¦n fragmentos de papel de aluminio de los que lanzaban los aviones para confundir los radares enemigos.
En los crep¨²sculos del verano, ascienden cada vez m¨¢s alto -llegan a tres mil metros- hasta desaparecer de la vista. Es lo que se llama ¡°vuelos vespertinos¡± y que Macdonald asocia con el oficio de v¨ªsperas, convertido en un rezo sublime de plumas y alas sibilantes. Dice que en esos vuelos en los que parec¨ªa que los vencejos simplemente se remontaban para dormir volando, min¨²sculas estrellas negras iluminadas por la luz de la luna, las aves lo que hacen es previsiones del tiempo y maniobras de orientaci¨®n. De alguna manera suben para ver desde m¨¢s arriba sus vidas en perspectiva.
Vesper flights est¨¢ lleno de otras muchas cosas asombrosas y emocionantes. La maravilla de los bosques en invierno, la persecuci¨®n de un eclipse, la ¨²nica vez que la autora ha visto una orop¨¦ndola, halcones peregrinos urbanos, la famosa Pfeilstork de Rostock ¡ªla cig¨¹e?a disecada con una lanza africana atravesada en el cuello y que sirvi¨® para demostrar ad¨®nde iban esas aves cuando se marchaban de Alemania¡ª, o una salida para anillar cisnes y reflexionar sobre su simbolismo en Inglaterra y sobre el Brexit, bajo el influjo de un cuadro de Stanley Spencer (Swan Upping at Cookham, en la Tate Britain)¡ª?sab¨ªan que los soldados de Cromwell mataron a todos los cisnes del T¨¢mesis por su asociaci¨®n con la monarqu¨ªa?¡ª. Historias sensacionales como la de la urraca que se present¨® en un funeral y pas¨® toda la ceremonia instalada sobre el ata¨²d mirando fijamente a los asistentes, o la del viejo piloto de helic¨®pteros que el mismo d¨ªa que le cancelaron la licencia de vuelo empez¨® a ser visitado cada d¨ªa por un halc¨®n negro. Historias para leer este a?o, que necesitamos respirar tanto, en las alas del vencejo.
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