Tres mujeres en coche, de Londres a la casa griega de Paddy Leigh Fermor
Un emotivo libro reconstruye el agridulce viaje en 1990 de unas viejas amigas del escritor hasta su villa al sur del Peloponeso
Uno de los libros m¨¢s tristes que conozco es de apenas cien p¨¢ginas, arranca como una alegre comedia y tiene que ver con el escritor y h¨¦roe de guerra Patrick Leigh Fermor, Paddy. En la maravillosa Joyride to a reunion at Kardamyli (Shelf Lives, 2018), algo as¨ª como ¡°alocado paseo en coche a una reuni¨®n en Kardamyli¡±, Tony Scotland, cuenta la, a priori, muy simp¨¢tica historia de tres mujeres mayores, tres ¡°old ladies¡±, las tres viudas, que se embarcan en octubre de 1990 en la aventura de conducir desde Londres hasta la punta del Peloponeso para hacer una visita a sus amigos Paddy y Joan (n¨¦e Eyres-Monsell), la esposa de este. Son m¨¢s de 3.200 kil¨®metros los que las damas han de recorrer hasta llegar a la villa griega de los Leigh Fermor en la pen¨ªnsula de Mani, y lo hacen con el mismo esp¨ªritu viajero que anim¨® al propio autor de El tiempo de los regalos aunque (ya no son unas jovencitas como lo era ¨¦l en su inolvidable periplo) concedi¨¦ndose algunas comodidades m¨¢s (i.e. recalar en buenos restaurantes). Eso s¨ª, no reservan en los hoteles, para tener el placer de la improvisaci¨®n.
Las aventureras son Lady Dorothy Heber-Percy, de 78 a?os, una de las famosas chicas Lygon, llamada Coote, que hace de conductora y ha planeado meticulosamente la ruta; Lady Wilhelmine Harrod (Billa), de 79, navegadora y portadora de los mapas; y la m¨¢s joven, la benjamina Lady Berkeley (Freda), de 67. Las tres han estado casadas con hombres ilustres, y, curiosamente, todos ellos homosexuales o bisexuales, y las tres han inspirado famosas creaciones art¨ªsticas, dos de ellas novelas y la tercera una ¨®pera. Coote fue la modelo nada menos que para Cordelia Flyte en Retorno a Brideshead, de Evelyn Waugh, del que era gran amiga; Billa, la de Fanny, la narradora de A la caza del amor y Amor en clima fr¨ªo, de Nancy Mitford. Mientras que Freda inspir¨® a su marido, Sir Lennox Berkeley (amante de Britten), la ¨®pera b¨ªblica Ruth.
El Rover blanco de alta gama en el que viajan es de Coote y como en El mago de Oz, con el que la historia tiene paralelismos, cada una de las viajeras tiene objetivos propios en la aventura, aparte de escapar de sus vidas cotidianas. Coote quiere aprovechar para visitar una parte de Italia en la que sirvi¨® durante la Segunda Guerra Mundial como oficial de vuelo de la Fuerza Auxiliar de Mujeres de la RAF; Billa -que ha sido una de las responsables, con John Betjeman, de la campa?a para salvar las iglesias medievales de Norfolk-, lleva un mensaje personal para Paddy de su amigo el Pr¨ªncipe de Gales, mientras que Freda, que hace poco que ha enviudado y est¨¢ de duelo, aspira a cerrar la herida. En las primeras etapas del viaje, muy leighfermoriano, las mujeres visitan los cementerios del Somme, recordando al padre de Billa que cay¨® en la retirada de Mons, la catedral de Reims y el tesoro de Vix. Compran salchich¨®n, hacen picnic, comen poulet de Bresse, y comparten una botella de whisky (y varias de borgo?a).
Mientras las sigue en su trayecto, el libro va brindando informaci¨®n de la vida de las viajeras, pura historia de la cultura y la sociedad del siglo XX (incluida la presentaci¨®n ante la Reina de las chicas debutantes, debs, con ambiente muy Bridgerton). Cluny, las vistas del Mont Blanc, Italia¡ En los t¨²neles de acceso hay que darle m¨¢s whisky a Bella que sufre claustrofobia. En passant, nos enteramos de que Coote se cas¨® con Robert Heber-Percy, notable homosexual, para general estupefacci¨®n. El matrimonio fue ¡°blanc as her trousseau¡±, escribe Scotland con iron¨ªa digna del propio Waugh. Parma, Cesena, Urbino, rindiendo visita a sus joyas art¨ªsticas y la antigua base a¨¦rea de San Severo. Luego Brindisi y el paso a Grecia (Igoumenitsa) en el ferry Ouranos. Un trayecto que yo mismo he hecho aunque con muchos menos a?os y ni les digo glamour. Nuestras chicas se lanzan al ouzo y los spanakopitakia, con feta y espinacas, como si no hubiera un ma?ana. Ya las tenemos en Corinto, luego Olimpia y tirando hacia Kardamyli, que les aseguro que es toda una conducci¨®n (tambi¨¦n lo he hecho, aunque en cambio, a diferencia de todos los hombres que ellas conocen, no he ido a Eton; espero que no se note mucho).
Arribadas a destino, la villa en el peque?o caser¨ªo y playa de Kalamitsi, tras 11 d¨ªas de la partida de Bayswater, las tres viajeras se encuentran con Paddy y Joan. La casa de los Leigh Fermor, dise?ada por el propio Paddy y hoy devenida museo y ocasional casa de alquiler para ricos, era un punto de encuentro de escritores y amigos de la destellante y envidiada pareja, un must en el tour griego tan obligado como el Erecteion. Betjeman dijo que el lugar era en realidad ¡°un libro de Paddy, y el m¨¢s duradero¡±. La llegada de las tres amigas es saludada con entusiasmo (y bebidas) por los anfitriones, Paddy guapo y derrochando inteligencia, Joan no menos atractiva, y asistimos, tras el reparto de habitaciones, al inicio de lo que se prev¨¦n unos d¨ªas deliciosos de charlas, chismes, amistad, risas, pereza y felicidad punteados por ¨¢gapes, paseos, t¨¦s y siestas, y otras visitas (como la de James Knox, el bi¨®grafo de Robert Byron). Todo con la c¨¦lebre terraza sobre el mar turquesa como centro y la omnipresencia de los gatos de Joan.
Para¨ªso con espinas
Pero al pasar los d¨ªas, un inesperado mal ambiente empieza a envolverlo todo, como el olor de los gatos que campan a sus anchas. La relaci¨®n de los encantadores due?os de la casa muestra amargas fisuras. Paddy es un tipo sensacional, pero tambi¨¦n un mujeriego compulsivo, un snob y un gorr¨®n, un Peter Pan muy pagado de s¨ª mismo que a veces saca de sus casillas a Joan, que se lo ha perdonado (y pagado) casi todo. Ella hasta ha sacrificado la maternidad por ¨¦l. Las invitadas deben presenciar abrumadas y tratando de mirar hacia otro lado algunos roces desazonadores. El para¨ªso de Kardamyli tiene sus espinas. El viaje se ti?e de un aura de aflicci¨®n y pesadumbre; las viajeras no encuentran la magia salv¨ªfica que buscaban y sienten, esas tres mujeres solitarias, una inesperada pena por la universalmente envidiada pareja. A su manera se aman, pero Paddy sufre su famoso bloqueo que le impide acabar la obra de su vida, el libro que cerrar¨¢ su gran trilog¨ªa viajera, y se desespera. Y Joan, nacida para ser una criatura solar y florecer cada d¨ªa, vive a la sombra de su brillante e infiel marido y sin una vida de realizaci¨®n propia.
La partida tiene lugar en medio de una atm¨®sfera agridulce. Durante el regreso las tres viajeras hablan de la inesperada compasi¨®n que les provoca la pareja. Y el lector siente esa misma pena que se va haciendo m¨¢s grande hasta inundar las vidas de los personajes del libro, todos ya muertos -Paddy, Joan, Coote, Billa, Freda-, y sumergirle a ¨¦l mismo en un raro desasosiego y una infinita tristeza. Pues no hay vidas, ni viajes, ni amistades completamente felices.
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