Albert Camus, periodismo de combate en la larga noche
Los art¨ªculos del escritor para la revista clandestina ¡®Combat¡¯, recopilados ahora en un libro, reflejan su envergadura moral
![Albert Camus en 1945, en la oficina de la publicaci¨®n 'Combat'.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/7HACHAA6AFAK7PGDQPVAVOED4A.jpg?auth=739c066b570b255b401802b6ec100fe0084069f77e09e95c631d567fbf5a4787&width=414)
¡°Algunas veces pienso en lo que los historiadores del futuro dir¨¢n de nosotros. Una sola frase ser¨¢ suficiente para definir al hombre moderno: fornicaba y le¨ªa peri¨®dicos¡°. Esta sentencia de Albert Camus pertenece al periodismo rom¨¢ntico de los tiempos de Combat. La pronunci¨®, tal vez, acompa?¨¢ndose de una mirada ir¨®nica despu¨¦s de quitarse el cigarrillo de la boca. El peri¨®dico clandestino Combat apareci¨® en Lyon a finales de 1941. Durante la Segunda Guerra Mundial fue el portavoz de la Resistencia francesa frente a la invasi¨®n de los alemanes. Su cabecera llevaba, como divisa, este pensamiento de Clemenceau: ¡°En la guerra como en la paz la ¨²ltima palabra es la de aquellos que no se rinden nunca¡±. Debajo de la mancheta tambi¨¦n se pod¨ªa leer: ¡°Un solo jefe, De Gaulle, un solo combate, por nuestras libertades¡±. Al principio fue solo una hoja volandera de apenas 2.000 ejemplares, pero termin¨® lanzando 250.000, tirados desde varias imprentas de la zona libre para facilitar su distribuci¨®n por todas las regiones. Terminada la guerra se sigui¨® editando hasta 1947, ya en libertad, con la Francia liberada.
A esta altura de los tiempos aquella empresa period¨ªstica posee un aura rom¨¢ntica que pod¨ªa estar ilustrada con la canci¨®n de Yves Montand Bella Ciao, o por Edith Piaf con el desgarro de Non, je ne regrette rien, cuyas melod¨ªas te llevan a la figura de Albert Camus con las solapas de la gabardina subidas y un cigarrillo Gauloises en los labios, como un gal¨¢n de cine negro. Era entonces todav¨ªa un gran escritor en ciernes llegado a Par¨ªs desde Argelia donde hab¨ªa ejercido el oficio de periodista en Oran.
Su mujer, Francine, se hab¨ªa quedado en Argel mientras el escritor a¨²n vacilante, a caballo del ¨¦xito que le hab¨ªa proporcionado la publicaci¨®n en 1942 de la novela El extranjero y del ensayo El mito de S¨ªsifo, se ganaba la vida como lector en la editorial Gallimard y ensayaba sus dotes de seductor por el Barrio Latino. En aquel momento Camus estaba escribiendo La peste y en 1943 hab¨ªa entrado como editorialista en el clandestino Combat donde tambi¨¦n firmaba con seud¨®nimo algunos art¨ªculos. Llevaba en el bolsillo un carnet de identidad falsificado por la Resistencia con el nombre de Albert Math¨¦.
En la terraza del Caf¨¦ de Flore y en la de Les Deux Magots, entre oficiales alemanes que tomaban champ¨¢n, tambi¨¦n se sentaban Jean Paul Sartre y Albert Camus, entonces todav¨ªa c¨®mplices y correligionarios, envasados en una mutua admiraci¨®n. Frente al rostro poco atractivo de Sartre que ni siquiera la pipa pod¨ªa remediar, Camus tra¨ªa del Mediterr¨¢neo un aura de dicha solar, que, seg¨²n dec¨ªa, le hab¨ªa librado de cualquier resentimiento.
No dejaba de ser emocionante jugarse el pellejo por la libertad escribiendo en un peri¨®dico clandestino que pod¨ªa llevarte a la c¨¢rcel o al pared¨®n en el peor de los casos. Encima a este peligro se a?ad¨ªa el azaroso combate de una aventura amorosa que Camus y la actriz Mar¨ªa Casares hab¨ªan comenzado a vivir. Una noche en que los dos sal¨ªan de la redacci¨®n, en medio de un Par¨ªs desolado se encontraron con una patrulla nazi que sin duda les iba a pedir la documentaci¨®n. Camus llevaba en el bolsillo de la gabardina el editorial que acababa de escribir para Combat del d¨ªa siguiente. Antes de ser detenidos el periodista logr¨® pasar a Mar¨ªa Casares las cuartillas de forma solapada y mientras los polic¨ªas alemanes interrogaban y cacheaban a Camus, su amante se meti¨® en la boca el papel y comenz¨® a masticarlo y termin¨® por trag¨¢rselo entero.
Si al final Camus gan¨® la batalla ideol¨®gica frente Sartre fue porque era un hombre pose¨ªdo por una rebeld¨ªa moral
Si uno lee hoy aquellos art¨ªculos de Camus, que la editorial Debate acaba de publicar con el t¨ªtulo La noche de la verdad, m¨¢s all¨¢ de su vigor intelectual salta a la vista la envergadura moral de este escritor a la hora de enjuiciar el papel del periodista comprometido en los momentos m¨¢s aciagos de la historia. ¡°?Qu¨¦ es un periodista?¡±, se pregunta. ¡°Es un hombre que se supone que tiene ideas¡ que se encarga a diario de informar al p¨²blico de los acontecimientos del d¨ªa anterior¡ es un historiador sobre la marcha y su principal preocupaci¨®n el deber de decir la verdad¡±.
Camus admite que pese a los documentos y los testimonios la verdad es siempre escurridiza. Frente a este hecho, lo mismo en la guerra como en la paz, solo cabe la moral, la objetividad y la prudencia. Parecen ideas muy simples, pero pertenecen al eje de acero del imperativo categ¨®rico que te obliga a cumplir con tu deber solo porque es tu deber atado a la ¨¦tica, incluso a la est¨¦tica, m¨¢s all¨¢ de cualquier ideolog¨ªa.
El atractivo de la figura de Albert Camus no ha hecho sino acrecentarse a lo largo del tiempo. Su abandono del Partido Comunista, su forma de desenmascarar los cr¨ªmenes de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y su actitud equidistante ante al problema de Argelia lo convirtieron en un apestado, pero si al final Camus gan¨® la batalla ideol¨®gica frente Sartre fue porque era un hombre pose¨ªdo por una rebeld¨ªa moral, quien aun en medio de la confusi¨®n, ante cualquier clase de injusticia, supo decir no.
Babelia
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