Un ba?o de sangre y basura

Toda la repulsi¨®n que provoca El monstruo de St. Pauli, que es mucha y bien calculada, se podr¨ªa concentrar en el exceso de sebo de la piel y el pelo de su personaje principal, Fritz Honka, un hombre de una fealdad extrema que entre 1970 y 1975 viol¨®, asesin¨® y descuartiz¨® a cuatro m¨ªseras prostitutas. La insoportable repugnancia f¨ªsica del personaje, su suciedad, sus incesantes jadeos y gru?idos y su enfermiza mirada rozan lo grotesco. Pero lo que de verdad dificulta el tr¨¢nsito por esta nueva pel¨ªcula del cineasta alem¨¢n Fatih Akin es su mimado realismo. La historia es lo que es: una serie de episodios muy desagradables y sangrientos a lo largo de esos cinco a?os en los que Honka se convirti¨® en figura estelar de la cr¨®nica negra alemana. Sus v¨ªctimas, pobres mujeres mayores, deformadas por el alcohol y la calle, son un desecho de la sociedad, solo m¨¢s basura dentro de la basura.

Akin se regodea directamente en la mierda y, aunque su psic¨®pata parece buscar un hueco entre un hito del sadismo de hace ya m¨¢s de tres d¨¦cadas, Henry, retrato de un asesino, y el m¨¢s reciente y perverso humor negro de Lars von Trier en La casa de Jack, se queda bastante solo en su guarro ba?o de sangre. Para revolver a¨²n m¨¢s el est¨®mago del espectador, algo que parece el principal prop¨®sito de este filme, su carnicero resulta ser un cutre y torpe ejecutor atrapado por sus instintos sexuales. La pel¨ªcula se mueve b¨¢sicamente en dos espacios cerrados, la casa-trampa de Honka, donde abunda la informaci¨®n soez, y el peque?o bar de borrachos que da nombre al t¨ªtulo original (El guante dorado), donde la fealdad de este Quasimodo llegado del fr¨ªo se diluye entre litros de aguardiente y otros monstruos alcoh¨®licos como ¨¦l. Si Akin pretend¨ªa hablar de lo que se esconde detr¨¢s de tanta sordidez (enfermedad, violencia de g¨¦nero, racismo, la podredumbre de un falso bienestar social o lo que sea ), definitivamente no lo logra enterrando al espectador bajo tanta mugre.