El posibilismo y Banderas superan el ¡°gran marr¨®n¡±
Condujo la gala con estilo, profesionalidad, naturalidad, sin pasarse ni quedarse corto
Debe de haber sido laborioso, imaginativo, posibilista y agotador el montaje de los Premios Goya. Con la gran familia del cine espa?ol, como se autodenominan ellos (qu¨¦ calorcito debe de otorgar la certidumbre de que no hay lugar para la desvalida soledad), ingeni¨¢ndoselas para estar reunida de forma virtual, cada uno en sus casas, pero sabiendo que los corazones laten juntos en la solidaria ceremonia para premiar a los que hayan sido los m¨¢s listos de la clase en el a?o del desastre colectivo, con pel¨ªculas retenidas o inacabadas, con cines cerrados o luchando heroicamente contra la agon¨ªa, con el miedo y la impotencia exigiendo su feroz tributo.
Y han sacado adelante y meritoriamente una tarea complicada. Ha tenido un notable presentador, se?or que se fue hace muchos a?os a hacer las Am¨¦ricas y las conquist¨®, se hizo rico y famoso, pero no se envileci¨® ni olvido sus ra¨ªces. Y ha retornado a ellas para echar una poderosa y seductora mano en tiempos de desdicha. Se llama Antonio Banderas. Condujo la gala con estilo, profesionalidad, naturalidad, sin pasarse ni quedarse corto, apostando por la supervivencia del cine espa?ol cuando todo parece triste, solitario y final, que dir¨ªa Philipe Marlowe. No ten¨ªa desperdicio nada de lo que cont¨® El Zorro y tambi¨¦n apareci¨® la emotividad en el discurso del presidente de la Academia, Mariano Barroso, resaltando que el buen cine siempre posee valor de ant¨ªdoto contra la tristeza, que la oscuridad y la desolaci¨®n del alma se esfuman durante un rato si las historias que te est¨¢n narrando en la pantalla logran embrujarte, te provocan sensaciones agradecibles, te distraen de tu pena. Le ocurri¨® a ?ngela Molina en medio de una depresi¨®n atroz tras la muerte de su padre. Nos ocurre a todos. Y fue muy merecido el Goya de honor a esta bell¨ªsima se?ora y actriz genuina. A¨²n recuerdo el arrobo y la fascinaci¨®n que me provocaron sus primeras interpretaciones, la memorable Sabina, aquella mujer lo pose¨ªa todo.
Imagino que igualmente fue Banderas el que consigui¨® que sus colegas m¨¢s ilustres del cine internacional se prestaran mediante grabaciones a mostrar su incondicional apoyo al cine espa?ol. Vale, muy enternecedor el solidario gesto. Pero no puedo evitar el rubor o el rictus sarc¨¢stico cuando algunos de ellos se desmadran en su solidaridad afirmando que el cine espa?ol es la hostia, que no pueden vivir sin ¨¦l. No hac¨ªa falta inventarse esa admiraci¨®n incondicional. Era suficiente con la palmadita de ¨¢nimo.
Y nadie se escaque¨® del sagrado compromiso en situaci¨®n tan problem¨¢tica. Ah¨ª estaban las grandes vedetes del cine patrio repartiendo premios a los que todav¨ªa no hab¨ªan encontrado su lugar en el sol. O sea, el monarca Almod¨®var, la reina con causa Pen¨¦lope Cruz y otros familiarizados desde hace mucho tiempo con el ¨¦xito como el revientataquillas Juan Antonio Bayona, la vistosa Paz Vega y ese se?or tan inteligente como sencillo llamado Alejandro Amen¨¢bar. A mi ancestral amigo Fernando Trueba se le rompi¨® el sonido, pero cre¨ª escuchar su necesaria apolog¨ªa del hombre bueno que act¨²a, que no permanece sentado.
?Y los galardones? No he podido ver gran parte de las pel¨ªculas que estaban nominadas, pero estoy de acuerdo con que hayan reconocido el poder de observaci¨®n y sensibilidad con los que retrata la directora Pilar Palomero a un grupo de cr¨ªas (maravillosa la protagonista) en ese territorio tan temible, en el que ocurren cosas que perdurar¨¢n siempre, que marca el final de la ni?ez y el arranque de la adolescencia. Esa inquietante pel¨ªcula se titula Las ni?as. Tambi¨¦n celebro el reconocimiento que le han otorgado a la bonita, triste, dura y conmovedora Ad¨². Y echo de menos que no se hayan percatado del valor tragic¨®mico de Sentimental y de que no hayan premiado a la formidable actriz Griselda Siciliani, todo sutileza, clase, hermosura, sobriedad, matices.
Aunque los aspirantes permanecieran en sus casas, me daban escalofr¨ªos pensando en las comprensibles e interminables dedicatorias a los seres amados que podr¨ªan soltar los galardonados. Sobre todo cuando observaba que se hab¨ªan reunido un mont¨®n. Bueno, forma parte cansina del ritual. Puede resultar muy fatigoso para la paciencia del espectador.
Ojal¨¢ que la fiesta de pompa y circunstancias pueda celebrarse de otra forma el pr¨®ximo a?o. Observo en el homenaje que dedican al centenario de Berlanga im¨¢genes de las geniales Pl¨¢cido y El verdugo, ser¨ªa bonito y necesario que estas obras maestras tuvieran continuidad en el futuro cine espa?ol.
Y sospecho que la conciencia social de Alberto San Juan durmi¨® esa noche como un beb¨¦ despu¨¦s de su ruego o exigencia al Partido Socialista Obrero Espa?ol sobre el derecho de todo cristo a la vivienda. Ya le gustar¨ªa a mi embrutecimiento moral poder evitar el insomnio.
Babelia
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