Vuelve Hubert Selby Jr., maldito entre los malditos
Se publican por primera vez en espa?ol los relatos in¨¦ditos del autor de ¡®R¨¦quiem por un sue?o¡¯, el escritor que intent¨® ¡°humanizar lo aparentemente inhumano¡±

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Hubert Selby Jr. (Nueva York, 1928-Los ?ngeles, 2004) ten¨ªa 15 a?os cuando dej¨® el colegio y se uni¨® a la marina mercante, y 19 cuando una tuberculosis lo devolvi¨® a tierra firme, le postr¨® en una cama, lo dej¨® sin algunas costillas y le hizo perder parte de un pulm¨®n. Su temprana adicci¨®n a la hero¨ªna fue consecuencia de un desv¨ªo m¨¦dico de la ¨¦poca: por entonces se ten¨ªa por un poderoso calmante. El escritor encaden¨® todo tipo de trabajos mientras se volcaba en la literatura. Fue vendedor de seguros, redactor publicitario, empleado en una gasolinera. Luego se cas¨®, tuvo una hija, y cuid¨® de ella mientras su mujer trabajaba, porque no hab¨ªa demasiado que ¨¦l pudiera hacer con aquella afecci¨®n pulmonar que solo le exig¨ªa consumir, y que, a su vez, lo consum¨ªa.
Lo primero que logr¨® completar fue una colecci¨®n de relatos que tres d¨¦cadas m¨¢s tarde dar¨ªa nombre al disco m¨¢s famoso de The Smiths, The Queen Is Dead. Ese pu?ado de historias fue el germen de su primera novela, ?ltima salida para Brooklyn (1964), en realidad, un collage de musculosas y torcidas narraciones de perdedores perdidos en sus a ratos oscur¨ªsimos, a ratos ilusos, laberintos mentales. El libro golpe¨® de tal manera los cimientos de lo pol¨ªticamente correcto que fue prohibido en Italia.
Una de sus historias, Tralala, hab¨ªa acabado con el editor de la revista The Provincetown Review en la c¨¢rcel acusado de vender pornograf¨ªa a menores. El Reino Unido tambi¨¦n lo llev¨® a juicio, pero ante el tribunal tuvo un ilustre defensor: el mism¨ªsimo Anthony Burgess, autor de La naranja mec¨¢nica. En Espa?a la novela fue publicada en 1988 por Anagrama (que la reeditar¨¢ pr¨®ximamente) y acabar¨ªa convirti¨¦ndose en un cl¨¢sico del realismo sucio cinematogr¨¢fico, una historia que su editor, Jorge Herralde, define como ¡°un documento atroz de la zona m¨¢s salvaje de Nueva York¡±
¡°Selby Jr. es un Dostoievski moderno¡±, asegura Alejandro Roque, editor en Hermida Editores, que acaba de publicar El canto de la nieve silenciosa, ¨²nico libro de cuentos del autor, in¨¦dito hasta ahora en espa?ol. Dice Daniel Osca, el editor de R¨¦quiem por un sue?o (que ahora recupera Sajal¨ªn), que sobre Selby Jr. se cierne ¡°una especie de leyenda negra¡± en Espa?a pues, hasta la fecha, dos de las cuatro editoriales que hab¨ªan publicado alguno de sus libros ¡ªhay cinco t¨ªtulos suyos en circulaci¨®n y cada uno ha sido editado por un sello distinto¡ª han tenido que cerrar: Huac¨¢namo y Ediciones Escalera. ?Asusta? ¡°No, para nada¡±, dice Roque. A Herralde no le ha ido tan mal en Anagrama.

Despu¨¦s de debutar con un ¨¦xito apabullante en 1964, Selby Jr. desapareci¨® durante seis a?os. Regres¨® en 1971 con una novela, La habitaci¨®n, en la que se met¨ªa en la mente de un iracundo criminal a la espera de juicio. Sus atrocidades reduc¨ªan a hilarantes juegos de ni?os las desventuras de los airados y marginales protagonistas de ?ltima salida para Brooklyn. Aquella misma d¨¦cada publicar¨ªa El demonio y R¨¦quiem por un sue?o, y luego volver¨ªa a desaparecer hasta 1986.
Como dijo uno de sus m¨¢s ilustres disc¨ªpulos, Richard Price (The Wire), Selby Jr. no hizo otra cosa que ¡°humanizar lo aparentemente inhumano¡±, esto es, tomar al ser humano como el animal poderosamente salvaje que es, y preguntarse de qu¨¦ forma esconde lo que esconde, y c¨®mo no puede escond¨¦rselo a s¨ª mismo. Sus personajes ¡ªyonquis, prostitutas, oficinistas aburridos, travestis¡ª quieren creer que pueden escapar al fracaso, que el sue?o americano existe y cuando descubren que no es m¨¢s que un espejismo caen en el pozo de la adicci¨®n, que no es m¨¢s que un intento de escapar. Algunos, como el Harry White de El demonio, coleccionan conquistas a las que destruir. Otros, como el otro Harry del relato Galleta de la fortuna, galletitas que siempre mienten.
Su estilo, desafiante en el uso de las may¨²sculas, en la puntuaci¨®n indefinida, en la incorrecci¨®n constante, puede haberle convertido en un escritor de escritores, porque su fama nunca fue la de Jack Kerouac ¡ªpese a que comparti¨® agente con ¨¦l¡ª, en parte, porque lleg¨® tarde a lo beat, pero tambi¨¦n porque su mundo es otro, y la manera en que lo construye, tambi¨¦n.
¡°Leerle es una experiencia¡±, dice Osca. ¡°No solo lees una historia: est¨¢s dentro de esa historia, en la cabeza de esos personajes. Vives lo que han vivido, y exactamente como lo han hecho¡±. ¡°Su conciencia era una conciencia l¨²cida adelantada a su tiempo¡±, sentencia Roque, y eso, a?ade, ¡°es lo que necesita el mundo hoy¡±.
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