Los muchos enigmas de H¨¦roes del Silencio
El cineasta Alexis Morante, en un documental para Netflix, y el escritor Antonio Cardiel, con una biograf¨ªa, acceden a los protagonistas y al formidable archivo del grupo
Estamos viviendo, ya lo habr¨¢n percibido, un pico de inter¨¦s medi¨¢tico por H¨¦roes del Silencio. Por el estreno del documental H¨¦roes: Silencio y rock & roll (Netflix), de Alexis Morante, y la publicaci¨®n de H¨¦roes de leyenda (Penguin Random House), una biograf¨ªa oficiosa firmada por Antonio Cardiel. Aparte de los valores intr¨ªnsecos de ambas obras, son bienvenidos acercamientos a grand¨ªsimos enigmas del rock espa?ol.
No cabe olvidarlo: las haza?as de H¨¦roes son asombrosas. En 12 a?os pasan de diminutos locales de ensayo en Zaragoza a encabezar carteles en festivales internacionales. Su feroz ritmo de trabajo les facilita conquistar mercados en la Europa continental, siempre cantando en espa?ol, y buena parte de Am¨¦rica. Con cuatro ¨¢lbumes de estudio recorren un amplio abanico estil¨ªstico, que se interrumpe con una separaci¨®n a cara de perro.
Todos los que luego nos aproxim¨¢bamos a la historia de H¨¦roes intu¨ªamos que se trataba de una misi¨®n imposible: heridas abiertas, asuntos que ni se pod¨ªan mencionar, serias reticencias ante la prensa. Por el contrario, tanto Morante como Cardiel han tenido acceso a los principales protagonistas y al formidable archivo documental y audiovisual del grupo. Otro nivel.
De hecho, uno recomendar¨ªa H¨¦roes de leyenda como libro de texto para investigar la mec¨¢nica interna del grupo de rock, una organizaci¨®n social que est¨¢ ¡ªdicen ahora los modernos¡ª en v¨ªa de extinci¨®n. Aprendemos que las semillas del desastre germinaban desde el principio, con un cantante-letrista locuaz y un guitarrista-compositor encerrado en s¨ª mismo, aunque eso a priori no sea necesariamente fatal: recuerden el caso U2, con los que H¨¦roes tienen evidentes paralelismos. Luego, vemos que el clis¨¦ de las ¡°diferencias musicales¡±, como explicaci¨®n de tantas rupturas, no es broma: el distanciamiento est¨¦tico entre Enrique Bunbury, consumidor de nuevas tendencias, y la deriva de Juan Valdivia hacia el rol de guitar hero, con querencia tanto por Slash como por Dave Gilmour.
Aparece un villano n¨ªtido, Ignacio Cubillas, Pito, su carism¨¢tico representante. M¨¢s que de sus chanchullos contables, se le responsabiliza de organizar un imposible calendario de actuaciones, sin programar pausas para la descompresi¨®n. Asombra tambi¨¦n la profundidad del rencor contra la cr¨ªtica musical, a la que atribuyen una caracterizaci¨®n de H¨¦roes como ¡°grupo para chicas j¨®venes¡±. Se denuncia incluso una fobia metropolitana (de Madrid y Barcelona) contra una impetuosa banda que llega desde provincias.
En teor¨ªa, ambas ciudades ten¨ªan a gala volcarse con, perd¨®n, propuestas perif¨¦ricas. El problema de H¨¦roes fue que llegaron por los grandes canales, cuando todav¨ªa estaban muy vivas las epopeyas de artistas que difund¨ªan sus maquetas por emisoras tipo Radio 3 y grababan para sellos independientes. H¨¦roes vinieron patrocinados por un miembro de Ol¨¦ Ol¨¦, eclosionaron con el m¨²sculo de una multinacional y el apoyo de las radiof¨®rmulas; tiene l¨®gica que su despedida, en California y en 1996, cuente con Joaqu¨ªn Luqui como ¡°horrorizado¡± espectador.
El rock ¨¦pico de H¨¦roes del Silencio dif¨ªcilmente iba a tener acogida entusiasta en Madrid: en la segunda mitad de los ochenta despegaba el rock malasa?ero de Ronaldos, Enemigos y compa?¨ªa. No entend¨ªamos el vozarr¨®n de Bunbury, a medio camino entre Raphael y Jim Morrison. No comprend¨ªamos sus letras cr¨ªpticas: uno escuchaba Iberia sumergida y pensaba vagamente en desencuentros entre lusos y espa?oles, no en el hartazgo de los a?os finales de Felipe Gonz¨¢lez, como se explica en H¨¦roes de leyenda.
Con quinientas p¨¢ginas, el tomo de Antonio Cardiel es demasiado largo y, a la vez, excesivamente corto. Me explico: engloba dos libros, uno es la m¨¢s rica biograf¨ªa disponible sobre H¨¦roes y otro una serie de bloques densos de ex¨¦gesis de canciones, que incorporan su genealog¨ªa, a partir de tomas de ensayos que el autor (hermano del bajista, Joaqu¨ªn Cardiel) escucha de modo exclusivo. Por l¨®gica de lectura, eso deber¨ªa formar parte de uno de esos an¨¢lisis track by track, como The Beatles: revoluci¨®n en la mente, de Ian McDonald.
Resulta ser finalmente un libro truncado. Aparte de una cr¨®nica del ¨²ltimo concierto de la gira de 2007, nada se explica de las razones de la reaparici¨®n o lo que debi¨® de ser una inc¨®moda mec¨¢nica de trabajo. Seguro que hay una historia aleccionadora en el aterrizaje forzoso en Zaragoza de los tres instrumentistas, mientras el vocalista vuela triunfal por el mundo. Solo En mi refugio interior, el librito del bater¨ªa Pedro Andreu publicado el a?o pasado, sugiere c¨®mo es una vida sin H¨¦roes.
Imposible obviar la desidia de Penguin Random House. H¨¦roes de leyenda no ha pasado por un proceso de edici¨®n medianamente riguroso. Alguien deber¨ªa haber usado el l¨¢piz rojo ante el exceso de citas period¨ªsticas o las interminables listas de grupos (importantes u olvidados) que compartieron escenario con los zaragozanos. Ni siquiera parece haberse sometido a una correcci¨®n concienzuda. Muchas erratas: Rebox (por la grabadora Revox), Stiky Fingers (por el disco de los Stones Sticky Fingers), M¨¦xico descrito como ¡°pa¨ªs centroamericano¡±, electronic prescript (por electronic press kit, en realidad un v¨ªdeo). Dada su caracter¨ªstica de libro referencial, tan cuidado en su selecci¨®n fotogr¨¢fica, asombra que semejante volumen carezca de ¨ªndice.
Todas estas deficiencias no deber¨ªan ocultar las virtudes esenciales de Antonio Cardiel: su capacidad de penetraci¨®n y su imparcialidad da cancha a Bunbury, que prefiri¨® no colaborar (pero es citado m¨¢s que nadie, gracias a sus abundantes entrevistas y su famoso diario). Enrique s¨ª particip¨® en el rodaje de H¨¦roes: Silencio y rock & roll. Morante maneja h¨¢bilmente un inmenso archivo e imagino que su principal limitaci¨®n ha sido la derivada de las convenciones de duraci¨®n. Solo chirr¨ªa la ausencia de voces femeninas. No por exigencias de cuota, simplemente por el enriquecimiento de perspectivas. Pienso en Marisa Ruiz (como representante del entregado equipo promocional de EMI), Eugenia L¨®pez (primera road manager, luego casada con Valdivia), Benedetta Mazzini (criatura del show business como hija de Mina, inspiradora de varias canciones) o, ya puestos, alguna de esas fans alemanas que, revela Cardiel, se arraigaron en Zaragoza. Pero ese es, ay, un defecto com¨²n a muchos documentales musicales.
Babelia
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