The Weavers, la caza de brujas contra la m¨²sica folk
La banda en la que debut¨® Pete Seeger parti¨® de la tradici¨®n para asaltar las listas de ¨¦xitos, pero acab¨® vetada por el macartismo
No es justo. The Weavers han quedado reducidos a una an¨¦cdota en grandes historias de la segunda mitad del siglo XX: la caza de brujas durante la Guerra Fr¨ªa, la popularizaci¨®n del folk o la incre¨ªble trayectoria de su miembro m¨¢s celebrado, Pete Seeger (1919-2014). Se olvida la abundancia de canciones que sacaron a la superficie: Goodnight Irene, Sloop John B, The House of The Rising Sun, If a Had a Hammer o Wimoweh (alias The Lion Sleeps Tonight). Imposible cuantificar su influencia sobre agrupaciones tan populares como el Kingston Trio, Peter, Paul & Mary o, de forma m¨¢s sibilina, en The Byrds, Grateful Dead o The Jefferson Airplane.
Sus hallazgos son ahora tan comunes que cuesta imaginar el impacto que los Weavers tuvieron cuando aparecieron en Nueva York, all¨¢ por 1948. Un coro flexible, con voces contrastadas: Seeger cantaba como tenor, Lee Hays (1914-1981) hac¨ªa las voces graves, Fred Hellerman (1927-2016) ejerc¨ªa de bar¨ªtono, Ronnie Gilbert (1926-2015) era la contralto. En directo, solo requer¨ªan una guitarra y un banjo como instrumentaci¨®n. Ten¨ªan adem¨¢s mucha munici¨®n musical e ideol¨®gica: Hays y Seeger coleccionaban canciones y hab¨ªan pertenecido a los Almanac Singers, un producto de la estrategia del Frente Popular: los Cantantes del Almanaque predicaban el pacifismo hasta que, en 1941, la Alemania nazi invadi¨® la Uni¨®n Sovi¨¦tica, momento en que se reconvirtieron en trovadores belicosos¡ y se olvidaron de las canciones sindicalistas, dado que el estado de guerra no permit¨ªa huelgas.
A?os despu¨¦s, los Weavers apostaron por convertir su activismo en entretenimiento. Era un concepto novedoso: de repente, estaban actuando en locales donde el portero no quer¨ªa dejar pasar a Woody Guthrie, desastrado amigo que les proporcionaba repertorio. Tampoco sab¨ªan c¨®mo convertir sus canciones en material pop: sus primeros discos para Decca llevaban orquestaciones de su ¡®descubridor¡¯, Gordon Jenkins. Arreglos que hoy hacen palidecer al purista que todos llevamos dentro pero que permitieron que una de las canciones cedidas por Leadbelly, Goodnight Irene, reinara en el n¨²mero uno durante tres meses de 1950. En realidad, al menos inicialmente, les preocupaba m¨¢s la obligaci¨®n de ponerse de etiqueta para actuar en clubes nocturnos.
Lo que deber¨ªa haber sido una reconfortante proeza de ¨¦xito se torci¨® pronto. Sigilosamente, sus movimientos eran rastreados por los hombres de J. Edgar Hoover desde diez a?os antes. Cuando la Uni¨®n Sovi¨¦tica prob¨® su primera bomba at¨®mica, se desat¨® la histeria: cualquier comunista estadounidense, se cre¨ªa, pod¨ªa ser un agente del Kremlin. Y los Weavers resultaban muy visibles; adem¨¢s, recreaban canciones de la Guerra Civil Espa?ola, lo que, seg¨²n el FBI, confirmaba su filiaci¨®n estalinista. Los informes confidenciales para Hoover terminaban en manos de medios como Counterwatch, que llegaban a grupos de activistas que autom¨¢ticamente escrib¨ªan cartas de denuncia. Los contratos de aquella ¨¦poca exig¨ªan que los artistas actuaran durante una semana en nightclubs, lo que daba tiempo para movilizar protestas que cubr¨ªan alarmados peri¨®dicos locales.
A pesar de su activismo, los Weavers no estaban habituados a esas acciones en su contra. Tampoco se acostumbraron a actuar en Las Vegas o a grabar jingles publicitarios (que, ay, eran rechazados). Las tensiones de las giras desencadenaron comportamientos de estrella del rock: en una discusi¨®n, Seeger termin¨® estrellando su preciado banjo de m¨¢stil largo, un modelo hecho a su medida.
As¨ª fue como un grupo que hab¨ªa estado en lo alto se disolvi¨® silenciosamente a finales de 1952, sin anunciarlo de forma oficial. Para hacerse una idea del miedo dominante: su discogr¨¢fica no rechist¨®; de hecho, brevemente descatalog¨® sus referencias. Ocurr¨ªa en un pa¨ªs trastornado, donde muchos empleos requer¨ªan un juramento de lealtad a la Constituci¨®n. El senador McCarthy hab¨ªa ca¨ªdo en desgracia pero el Comit¨¦ de Actividades Antiestadounidenses segu¨ªa en activo y convoc¨® a Lee Hays y Pete Seeger en 1955. Seeger estuvo brillante: imp¨¢vido, rehus¨® entrar en el juego de las denuncias a terceros y termin¨® siendo juzgado por desprecio al Congreso. Sentenciado a 366 d¨ªas de c¨¢rcel, solo en 1962 consigui¨® que la condena fuera anulada.
Mientras tanto, los Weavers se hab¨ªan reunido. El puesto de Seeger fue ocupado por una serie de cantantes que tambi¨¦n tocaban el banjo, con alg¨²n nombre inesperado como el de Bernie Krause, que luego ser¨ªa un pionero en el uso del sintetizador Moog. Tambi¨¦n grabaron de nuevo, para el sello Vanguard. Todo con el benepl¨¢cito de Seeger, que se un¨ªa a sus antiguos compa?eros para conciertos especiales o el rodaje del documental The Weavers: Wasn¡¯t That a Time.
Quemados por las amarguras de los a?os cincuenta, los Weavers no aprovecharon el cambio que trajo la contracultura, aunque tanto Ronnie Gilbert como Fred Hellerman usaron el LSD de forma terap¨¦utica. Fred ejerci¨® como director art¨ªstico del sello Elektra en su etapa folk. Ronnie se implic¨® en el movimiento feminista, en la rama denominada ¡°womyns music¡±. Seeger tuvo problemas en adaptarse a los nuevos tiempos: tras defender a Bob Dylan como compositor, se le atragant¨® su evoluci¨®n hacia el rock. Sin embargo, se recicl¨® como ecologista, logrando la unanimidad de la poblaci¨®n en la limpieza del r¨ªo Hudson.
Finalmente asimilado, el antiguo perseguido fue invitado a la toma de posesi¨®n de Barack Obama en 2009. Acompa?ado por un reconocido disc¨ªpulo, Bruce Springsteen, cant¨® el gran himno de los sesenta, We Shall Overcome. Justicia po¨¦tica.
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