¡°Pepa, Pepe pupa¡±
La lecci¨®n de Caballero Bonald es fuerte; muy pronto nos ayud¨® a comprender el necesario compromiso con la dignidad literaria m¨¢s all¨¢ de la pol¨ªtica y los panfletos
Me pongo a escribir despu¨¦s de conocer la noticia de la muerte de Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald, este domingo, y se sienta en la mesa junto a m¨ª el recuerdo viv¨ªsimo de Pepe. Lo conoc¨ª en 1981, cuando yo empezaba a publicar, con motivo de algunos actos pol¨ªticos organizados en defensa de la autonom¨ªa plena para Andaluc¨ªa. Durante estos 40 a?os de amistad he tenido muchas ocasiones para destacar su magisterio como escritor y la importancia de su obra y de las lecciones de su generaci¨®n. Libros como Pliegos de cordel (1963), Descr¨¦dito del h¨¦roe (1977) o Manual de infractores (2005) forman parte de mi biblioteca m¨¢s ¨ªntima, as¨ª como La novela de la memoria (2010), unas p¨¢ginas que me permitieron vivir con el autor amigo su infancia y los a?os de la posguerra.
Es verdad que su lecci¨®n es fuerte y que muy pronto nos ayud¨® a comprender el necesario compromiso con la dignidad literaria m¨¢s all¨¢ de los v¨ªnculos pol¨ªticos y de las buenas intenciones panfletarias. Cada poeta puede escoger su propio camino pol¨ªtico o est¨¦tico, pero equivoca sus pasos quien le pierde el respeto a las palabras o a la seriedad humana del compromiso.
Sus lecciones literarias est¨¢n sobre la mesa, pero me pongo a escribir y se sienta junto a m¨ª un Pepe Caballero Bonald muy vivo, una memoria llena de momentos imborrables de amistad. Pepe y Pepa junto a una copa en Madrid, Sanl¨²car, Jerez o en cualquier parte del mundo. Pepe divertido, Pepe enfadado, punzante, enrabiado, preocupado, generoso, Pepe hablando de literatura o contando an¨¦cdotas, Pepe junto a sus amigos, Pepe contestando que ¡°por supuesto¡± cada vez que se le ped¨ªa participar en un acto o firmar un manifiesto.
Recuerdo una noche de mediados de los ochenta. Iba yo de poeta joven a Madrid y qued¨¦ con Pepe, Pepa, ?ngel, Gabriel, Amparo, Chus, Conchita, el otro Pepe y Maite. Me llevaron a un restaurante que se llamaba El Comunista. El due?o, amigo y c¨®mplice, nos recibi¨® con el list¨®n muy alto: ¡°Bueno, como siempre, vosotros pag¨¢is las copas y a la comida invito yo¡±. Ha sido un verdadero lujo pagar copas durante muchos a?os, compartir la vida hasta el punto de comprobar que, poco a poco, la factura iba siendo cada vez m¨¢s humilde por las restricciones m¨¦dicas y las limitaciones de la edad. Una de las an¨¦cdotas m¨¢s famosas de la pandilla es un telegrama que Pepe le puso a Pepa desde un congreso latinoamericano despu¨¦s de una noche larga: ¡°Pepa, Pepe pupa¡±.
Ay, Pepa, pupa, de verdad, pupa, estoy en Beirut. No me da pudor contar estas cosas porque, al conoceros, enseguida comprend¨ª que la afici¨®n nocturna por la vida de personas como t¨², Pepe o ?ngel Gonz¨¢lez era una reacci¨®n profunda a los a?os oscuros y amordazantes de la dictadura y que el vitalismo estaba en la base, no solo de la amistad c¨®mplice y de la resistencia clandestina, sino tambi¨¦n de la poes¨ªa, de las palabras dichas y escritas, una lecci¨®n de vida consciente para m¨ª.
Ya habr¨¢ tiempo de hablar con m¨¢s calma de literatura. Hoy levanto la copa por Pepe y por ti, querid¨ªsima Pepa Ramis. Seguimos.
Luis Garc¨ªa Montero es escritor y cr¨ªtico literario.
Babelia
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