¡®Rizi (Days)¡¯: soledad en la pantalla

En apenas dos semanas coinciden en la cartelera la ¨²ltima pel¨ªcula del cineasta malayo afincando en Taiw¨¢n Tsai Ming-Liang, Rizi (Days) y una de sus obras m¨¢s aclamadas, Goodbye, Dragon Inn, un canto al cine que regresa en versi¨®n remasterizada despu¨¦s de su primera proyecci¨®n en el festival de Venecia de 2003. Esta eleg¨ªa sobre la ¨²ltima sesi¨®n de un viejo teatro de Taipei, casi dos d¨¦cadas despu¨¦s de su estreno, mucho m¨¢s que un arrebatador poema sobre el amor al cine, es el doloroso adi¨®s a un ritual colectivo que hoy literalmente se extingue y cuyo ocaso entonces parec¨ªa sobre todo cosa de agoreros.

Tsai Ming-Liang evoca el fin de este lugar mitol¨®gico recorriendo sus entra?as mientras se proyecta una pel¨ªcula de artes marciales china de finales de los a?os sesenta. Como si fuese un viaje ag¨®nico por la anatom¨ªa de un dinosaurio, el inmenso cuerpo de la pel¨ªcula es la sala donde todo ocurre y cuya desvencijada majestuosidad reclama su derecho a la eternidad. Conoceremos sus arterias obstruidas gracias a la taquillera coja que se pasea sin aparente rumbo por los rincones del gigante y tambi¨¦n de la mano del atractivo proyeccionista encargado del cierre final. Los incre¨ªbles colores y texturas de toda la pel¨ªcula, la plasticidad de sus heridas y grietas, encontrar¨¢n su ¨²ltimo latido y raz¨®n de ser en el coraz¨®n rojo y solitario del patio de butacas, donde el inconfundible sonido de la vieja pantalla se despide ante los escasos y en su mayor¨ªa ya distra¨ªdos espectadores de una larga y hermosa vida.

Si Goodbye, Dragon Inn se cierra con una lluvia torrencial, Rizi (Days) arranca con un largo plano marca de la casa de un hombre contemplando la lluvia caer. Pr¨¢cticamente muda, pero llena de expresivos sonidos ambientales, la pel¨ªcula explora la soledad de dos hombres en un presente deshumanizado. Uno, interpretado por Anong Houngheuangsy, es un chico que prepara comida tradicional en calzoncillos en su oscura casa de Bangkok mientras el otro, Lee Kang-Sheng ¡ªuno de los actores habituales de Tsai Ming¨DLiang, enfermo en la vida real y en la pel¨ªcula¡ª, vive en medio de la naturaleza, pero acorralado por unas dolencias f¨ªsicas que forman parte de la m¨¦dula del filme.

El cuerpo y el vac¨ªo existencial parecen los dos motores de un filme cuya belleza pl¨¢stica y sonora alcanza momentos impagables. Exigente para el espectador por sus largos planos, su m¨ªnimo argumento y su crudo universo de dolor e incomunicaci¨®n, la pel¨ªcula es capaz de trasladarte a la intimidad de dos hombres cuyas vidas se cruzan en un encuentro er¨®tico-terap¨¦utico para recordar y donde una peque?a cajita de m¨²sica en la que suena la banda sonora de Candilejas, el cl¨¢sico de Chaplin, es capaz de romper en segundos las barreras de la emoci¨®n.