?A la revoluci¨®n!
Gran triunfo en el estreno de ¡®Tosca¡¯ en el Teatro Real de la soprano Sondra Radvanovsky, que concedi¨® un bis de ¡®Vissi d¡¯arte¡¯ tras los interminables aplausos del p¨²blico
La portada del programa de mano nos recuerda con una elegante elipsis que Tosca naci¨® como una obra teatral de Victorien Sardou protagonizada con enorme ¨¦xito por la gran Sarah Bernhardt. Puccini ya mostr¨® su inter¨¦s por convertirla en ¨®pera en 1889, cuando escribi¨® a su editor Giulio Ricordi: ¡°?Pienso en la Tosca! Le imploro que haga las gestiones necesarias para obtener el permiso de Sardou antes de abandonar la idea, cosa que me doler¨ªa much¨ªsimo, ya que veo en esta Tosca la obra que yo necesito, no de proporciones excesivas ni como espect¨¢culo decorativo ni tampoco para dar lugar a la habitual sobreabundancia musical¡±. Pero luego se cruzaron otros proyectos (Manon Lescaut, La boh¨¨me) y la Tosca oper¨ªstica de Puccini, tan condensada como ¨¦l ya intu¨ªa antes de componerla, no se estrenar¨ªa hasta el 14 de enero de 1900 en el Teatro Costanzi de ¡ªd¨®nde sino¡ª Roma. Es, por tanto, al igual que Rusalka de Dvo?¨¢k, dada a conocer en Praga el a?o siguiente y una de las cimas de la temporada del Teatro Real que ahora se cierra, una hija madrugadora del siglo XX, por m¨¢s que se entronque a sus dos compositores en la est¨¦tica decimon¨®nica. ?Hace falta recordar, sin embargo, que Tosca tuvo a Arnold Sch?nberg y Alban Berg entre sus admiradores?
Tosca
M¨²sica de Giacomo Puccini. Sondra Radvanovsky, Joseph Calleja, Carlos ?lvarez y Mikeldi Atxalandabaso, entre otros. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Direcci¨®n musical: Nicola Luisotti. Direcci¨®n de escena: Paco Azor¨ªn. Teatro Real, hasta el 24 de julio.
Tosca es tambi¨¦n una ¨®pera de n¨²meros redondos, no ya solo por su estreno en 1900, sino porque su acci¨®n se desarrolla en el lapso de menos de un d¨ªa del mes de junio de 1800 (la batalla de Marengo, mencionada en dos ocasiones en el libreto con diferentes vencedores, se libr¨® el 14 de junio). Son justamente las circunstancias hist¨®ricas que la enmarcan las que han modelado la puesta en escena de Paco Azor¨ªn, bien conocida entre nosotros por haberse representado ya en Barcelona y Sevilla, aunque en el Real se muestra ahora levemente remozada y con aditamentos, el m¨¢s importante de los cuales es la figura de una mujer inspirada en el famoso cuadro de Eug¨¦ne Delacroix La Libertad guiando al pueblo, que retrata el fervor revolucionario, en este caso el que se apoder¨® de Par¨ªs en 1830, pero v¨¢lido para cualquier otra situaci¨®n hist¨®rica semejante. En ¨¦l aparece en el centro una mujer semidesnuda empu?ando la bandera tricolor que simboliza los ideales de la revoluci¨®n de 1789. Azor¨ªn prefiere desnudarla del todo y la hace comparecer en momentos decisivos de la trama: el comienzo del acto primero (entregando a Angelotti la llave de la capilla), el asesinato de Scarpia (facilitando a Tosca el pu?al homicida) y el final del tercer acto (escolt¨¢ndola casi en su suicidio). Para remachar la atm¨®sfera revolucionaria, frases en italiano proyectadas al comienzo de cada acto ensalzan sus valores. ?A?ade todo esto algo a la trama central de la obra? Probablemente, no.
La puesta en escena no es, de hecho, nada revolucionaria, pero casi se agradece su apego a la convenci¨®n, porque los experimentos con Tosca suelen dar muy malos resultados, como sucedi¨® en Aix-en-Provence en 2019. Contiene, eso s¨ª, gestos innecesarios (Tosca acariciando a los prisioneros tras protagonizar la escena de seducci¨®n y haber dado muerte a Scarpia, supuestamente a la vista de todos ellos) y tambi¨¦n alguna incongruencia (?c¨®mo puede referirse a la belleza de Mario o a lo bien qu¨¦ finge su supuesta muerte si no tiene visi¨®n directa de lo que est¨¢ sucediendo sobre su cabeza al final del tercer acto?). Tampoco es muy congruente que todos queden literalmente paralizados cuando entra en la iglesia y que, poco despu¨¦s, lo veamos como un hombre d¨¦bil y no como un represor despiadado. Con tres Toscas y otros tantos Scarpias, o cuatro Cavaradossis, en las 16 funciones programadas, casi a diario, se necesitaba una producci¨®n f¨¢cil de asimilar sin apenas ensayos para las nuevas incorporaciones y la propuesta de Azor¨ªn satisface sobradamente esos requisitos.
Sondra Radvanovsky se eleva por encima de sus compa?eros porque transmite veracidad y entrega en cada frase
En realidad, para que Tosca funcione basta con valerse de tres grandes cantantes y, al menos, dos excelentes actores (el Cavaradossi de Puccini es mucho menos complejo que el de Sardou, un idealista, un adepto de la causa republicana que anima a Tosca a leer las obras de Rousseau). Sondra Radvanovsky se eleva por encima de sus compa?eros porque transmite veracidad y entrega en cada frase, adem¨¢s de cantar admirablemente en todos los registros y en todas las din¨¢micas. El p¨²blico lo percibi¨® desde el primer momento y, con mal criterio, no cej¨® hasta que le hizo repetir su Vissi d¡¯arte: como es natural, el bis fue peor que el original. La estadounidense hace igualmente cre¨ªbles a las tres Toscas de cada uno de los actos: la mujer celosa, la mujer estratega y la mujer confiada, primero, y abatida despu¨¦s. En una ¨®pera protagonizada por dos artistas (un pintor y una cantante y actriz; Scarpia es, por su parte, un artista de la pol¨ªtica y de la represi¨®n), Radvanovsky es quien mejor transmite la doble met¨¢fora. Y en una trama en la que los tres se mienten (Cavaradossi oculta a Tosca la verdad en la iglesia, Scarpia y Tosca se mienten y chantajean mutuamente, aunque la gran mentira es la ejecuci¨®n simulada del tercer acto, que supone a la postre la muerte de los dos amantes), es tambi¨¦n ella quien hace m¨¢s cre¨ªble el fingimiento. Todo ello cantando al nivel de las mejores Toscas de las ¨²ltimas d¨¦cadas y derrochando personalidad en cada frase.
Joseph Calleja, deficiente actor, canta con tanta facilidad que se olvida de que las palabras tienen significado y hay que imbricarlas en su contexto dram¨¢tico. Empez¨® mal, con dificultades para apianar y un molesto vibrato, pero acab¨® m¨¢s entonado en su segunda aria. Carlos ?lvarez tiene un gran m¨¦rito al haber enlazado el papel c¨®mico de Agata en Viva la mamma! y el dram¨¢tico de Scarpia en Tosca. Azor¨ªn reblandece y humaniza en exceso a su personaje, postrado y rendido ante Tosca mientras canta Vissi d¡¯arte. Parte de esa ferocidad y crueldad atenuadas encuentran traslaci¨®n en la plasmaci¨®n vocal del malague?o, siempre gran cantante, pero aqu¨ª poco amedrentador.
Los mayores elogios deben reservarse para la direcci¨®n musical de Nicola Luisotti, que recupera a la orquesta de las mejores tardes e imparte una lecci¨®n de verismo desprovisto de cualquier desafuero, pero no por ello carente de intensidad. Nadie mejor que ¨¦l dibuj¨® los distintos perfiles sonoros de cada acto, desde los acordes iniciales que describen el esplendor y la magnificencia de Roma hasta la genialidad pucciniana para acompa?ar el descubrimiento del cad¨¢ver de Mario. El italiano, que extiende los brazos de tal forma que la amplitud de cada arco encuentra su correlato perfecto en el volumen de sonido que obtiene de la orquesta, sabe dar siempre con el tempo exacto y los timbres precisos, atento por igual a sus m¨²sicos y pendiente en todo momento de brindar flexibilidad a los cantantes.
Quien quiera seguir Tosca en directo sobre dos pantallas gigantes instaladas en la plaza de Oriente podr¨¢ hacerlo el pr¨®ximo s¨¢bado, con los mismos cantantes del estreno. Y, para quienes est¨¦n fuera de Madrid, La 2 emitir¨¢ tambi¨¦n la ¨®pera el d¨ªa siguiente. Los div¨®manos tendr¨¢n tambi¨¦n su oportunidad de disfrutar con la presencia de Anna Netrebko (21 y 24 de julio, con su marido Yusif como Cavaradossi, faltar¨ªa m¨¢s) y Jonas Kaufmann (19 y 22). Habr¨¢, pues, un poco de revoluci¨®n para todos y aunque ser¨¢n los cantantes quienes acaparen todas las miradas, la verdadera revoluci¨®n estar¨¢ en el foso.
Babelia
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