La guerra cultural tiene pedigr¨ª franc¨¦s
Las corrientes de pensamiento que llegan hoy de EE UU y de las que recelan los pol¨ªticos e intelectuales en Francia tienen su germen en Foucault, Derrida y otros fil¨®sofos franceses de los setenta
El espantajo de Estados Unidos no suele fallar en Francia. Desde la Guerra Fr¨ªa, una parte de la izquierda ha designado al imperialismo estadounidense como causa de todos los males. Sucede en muchos terrenos: desde McDonald¡¯s a Amazon, muchos franceses han acusado a las multinacionales estadounidenses de destruir la alimentaci¨®n local o los comercios aut¨®ctonos, aunque despu¨¦s consumiesen con pasi¨®n las hamburguesas de la cadena de comida r¨¢pida o comprasen compulsivamente en el supermercado en l¨ªnea.
Francia siempre ha mirado con recelo y a la vez fascinaci¨®n todo lo que ven¨ªa de EE UU. Ahora, el Gobierno franc¨¦s y una parte de la ¨¦lite intelectual se?alan a la potencia del otro lado del Atl¨¢ntico como origen de conceptos supuestamente extra?os a la cultura y la tradici¨®n propia. Planteamientos que contribuyen a sembrar ciza?a entre los franceses, y alimentan ideolog¨ªas destructivas.
El pasado octubre, durante el discurso en el que present¨® su plan para combatir lo que llam¨® el ¡°separatismo islamista¡±, el presidente Emmanuel Macron critic¨® ¡°ciertas teor¨ªas en las ciencias sociales totalmente importadas de Estados Unidos¡±. Macron alud¨ªa, sin citarlas, a las teor¨ªas sobre la raza y el g¨¦nero que en las ¨²ltimas d¨¦cadas han proliferado en la otra orilla del Atl¨¢ntico y han marcado movimientos como el Black Lives Matter, contra la violencia policial que golpea a los ciudadanos negros, o el feminismo del movimiento Me Too.
El reproche es doble. Primero, que estas teor¨ªas trasladan artificialmente a Francia agravios espec¨ªficos de la sociedad estadounidense, como el racismo tras siglos de esclavitud, segregaci¨®n y discriminaci¨®n. Y segundo, que este enfoque choca con los principios de una Rep¨²blica que no admite las diferencias de raza y consagra la igualdad entre los ciudadanos, no las comunidades.
¡°Yo me sit¨²o en el bando universalista¡±, dice Macron en una entrevista publicada en el ¨²ltimo n¨²mero de la revista Elle. ¡°No me reconozco en un combate que reduce a cada uno a su identidad y a su particularismo¡±.
El historiador Pierre-Andr¨¦ Taguieff acu?¨® hace unos a?os el t¨¦rmino ¡°islamo-izquierdismo¡± para designar a la izquierda que se muestra complaciente con el islamismo en nombre de la defensa de los oprimidos. Taguieff critica la ¡°nueva ideolog¨ªa dominante¡± en las ciencias sociales ¡°que reclama interseccionalidad, las teor¨ªas cr¨ªticas de la raza, el neofeminismo identitario y una forma de racializaci¨®n¡±.
Taguieff, que usa estos t¨¦rminos para designar estas corrientes en boga, remite a la llamada French theory ¨Cliteralmente, teor¨ªa francesa¨C y a pensadores de los sesenta y los setenta como Michel Foucault y Jacques Derrida (m¨¢s atr¨¢s en el tiempo, dice, todo conduce a Nietzsche). ¡°La French theory ha inspirado el neoizquierdismo cultural americano y ha regresado a Francia bajo una forma totalmente deformada¡±, dice. ¡°La idea es que no hay verdad. Cada grupo, cada identidad tiene su verdad. La verdad de los hombres no es la de las mujeres, la de los blancos no es la de los negros¡¡±
Fran?ois Cusset, autor del ensayo French theory, refuta la idea de una peligrosa americanizaci¨®n de Francia. ¡°No es en absoluto esto: es la Francia crispada y proteccionista que teme la invasi¨®n invisible, un reflejo antiguo¡±, dice Cusset, historiador de las ideas en la Universidad de Nanterre. ¡°Lo que est¨¢ ocurriendo¡±, a?ade, ¡°es una apertura de los debates franceses a lo que se est¨¢ haciendo en todo el mundo, no solo en EE UU. Y el fermento de lo que sucede es franco-franc¨¦s, como la historia del colonialismo franc¨¦s¡±.
Batalla multiforme
El debate no es ¨²nicamente acad¨¦mico. En parte, es menos que eso: una serie de trifulcas en las redes sociales en las que cada parte busca presentarse como la m¨¢s ofendida. Pero en parte es mucho m¨¢s. Cuando se discute sobre la laicidad y una visi¨®n m¨¢s estricta se opone a otra m¨¢s liberal, a la americana, en realidad se habla del velo isl¨¢mico, hoy prohibido en las escuelas p¨²blicas, y de la influencia de la ideolog¨ªa islamista entre los musulmanes de Francia. Y es un debate pol¨ªtico. Divide a la izquierda ¡ª¡°las dos izquierdas irreconciliables¡±, como dec¨ªa el ex primer ministro Manuel Valls, en gran parte por la actitud ante la religi¨®n¡ª. Tambi¨¦n refleja un malestar particular franc¨¦s y una inseguridad sobre su identidad.
El problema no es que se americanice el debate sino que los franceses, y sobre todos los intelectuales p¨²blicos, no conocen a los pensadores franceses sobre las cuestiones raciales y feministasRokhaya Diallo
La batalla ha adoptado en los ¨²ltimos a?os varias formas. Algunas leves, otras graves. Un d¨ªa es una universitaria francesa que causa revuelo en las redes porque habla en un v¨ªdeo del supuesto car¨¢cter racista de la cocina francesa; otro, una ministra que anuncia que abrir¨¢ una investigaci¨®n sobre la infiltraci¨®n en la universidad del islamo-izquierdismo. Un d¨ªa, un grupo de estudiantes intenta boicotear una conferencia del intelectual Alain Finkielkraut; otro, la ensayista y polemista Rokhaya Diallo, que se presenta como feminista, de izquierdas y musulmana, se ve excluida de un grupo de expertos sobre internet convocados por el Gobierno franc¨¦s despu¨¦s de denunciar que en Francia existe un ¡°racismo de Estado¡±, como en EE UU.
Diallo, columnista en The Washington Post e investigadora en la Universidad de Georgetown, afirma en conversaci¨®n telef¨®nica: ¡°En EE UU se considera que estas cuestiones son leg¨ªtimas. Se acepta, por ejemplo, que las sociedades poscoloniales est¨¢n estructuradas por las relaciones desiguales entre los grupos raciales¡±. Y a?ade: ¡°El problema no es que se americanice el debate sino que los franceses, y sobre todos los intelectuales p¨²blicos, no conocen a los pensadores franceses que tratan las cuestiones raciales y feministas¡±, dice por tel¨¦fono. Y cita a referentes en el pensamiento anticolonial como Frantz Fanon o Albert Memmi.
Francia, pa¨ªs que desde el Antiguo R¨¦gimen se apasiona por las guerras intelectuales, no ha acabado de discutir sobre guerras culturales o combates dial¨¦cticos entre wokes y boomers, ni sobre interseccionalidad, la racializaci¨®n o la cancelaci¨®n. Las palabras son extranjeras; las ideas, que apasionan a unos e irritan a otros, lo son menos de lo que parecen. Tienen un origen lejano en la French theory y las ideas de los Foucault y Derrida que, tras pasar por EE UU, regresan ahora a Francia como un b¨²meran. La bruma de los anglicismos y neologismos esconde un debate muy franc¨¦s.
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