Mam¨ªferos: la verdadera historia
Los canguros y dem¨¢s marsupiales carecen de placenta, una invenci¨®n de los virus
Cualquier espectador de los documentales de La 2 ¡ªtodos los espa?oles seg¨²n las encuestas, ninguno seg¨²n los ¨ªndices de audiencia¡ª conoce lo extra?a que es la fauna de Australia, con sus em¨²s y ornitorrincos, koalas y wombats, canguros y cucaburras, pero no s¨¦ cu¨¢ntos se han preguntado a qu¨¦ se debe esa galer¨ªa de excentricidades biol¨®gicas que nos ofrece el continente austral. Hay varias razones, y todas son evolutivas. Una primera causa es que Australia ha sido una isla durante los ¨²ltimos 100 millones de a?os, desde que la fragmentaci¨®n del supercontinente Pangea la dej¨® flotando a la deriva y alejada para siempre del resto de la tierra firme. No hay nada que ayude a la diversificaci¨®n biol¨®gica m¨¢s que el aislamiento, para bien o para mal.
Gran parte de esos extravagantes animales son mam¨ªferos como nosotros, aunque pertenecientes a una rama lateral, primitiva y extra?a a los ojos de los primeros navegantes europeos: los metaterios, m¨¢s conocidos como marsupiales. No tienen placenta, y sus cr¨ªas nacen de forma muy prematura, por lo que deben completar su desarrollo en la famosa bolsa (marsupio) que las madres llevan en el vientre cubriendo sus pezones inferiores. Esa fase del desarrollo no equivale a nuestra lactancia, la de los mam¨ªferos con placenta, sino a las ¨²ltimas etapas de nuestro desarrollo fetal. Cabe considerar el marsupio como una incubadora para beb¨¦s prematuros. Pero no es una placenta en absoluto, y todo indica que esa carencia es la causa del subdesarrollo de su cerebro y de su escasa inteligencia y raqu¨ªtico comportamiento social.
La evoluci¨®n de la placenta en los dem¨¢s mam¨ªferos (euterios) no solo es de una importancia crucial, por tanto, sino tambi¨¦n una historia fascinante y poco conocida por el p¨²blico. La respuesta corta es que la placenta proviene de un virus. ?Incre¨ªble? S¨ª, pero tambi¨¦n indudable.
Una de las prote¨ªnas m¨¢s importantes de la placenta se llama sincitina. Se dedica a fusionar una c¨¦lula con otra, y as¨ª genera una capa de la placenta que no est¨¢ compuesta por c¨¦lulas aut¨®nomas, sino por una sola c¨¦lula gigante con muchos n¨²cleos (sedes del genoma). Esto permite al nuevo embri¨®n implantarse en la pared del ¨²tero, y tambi¨¦n establece las conexiones entre el embri¨®n y las arterias de la madre, que son el suministro de nutrientes y defensas durante el desarrollo uterino. Los mam¨ªferos no tenemos el m¨¦rito de haber inventado esta prote¨ªna, sino solo de hab¨¦rsela robado a un retrovirus, incorporando a nuestro genoma el gen de su prote¨ªna env, que es la que utilizan los retrovirus para fusionarse con las c¨¦lulas. Si quieres fusionar tus c¨¦lulas, lo mejor es utilizar a un especialista en fusiones. Inventarse eso desde cero es horrible, interminable e impertinente.
Los retrovirus son una obra maestra de la evoluci¨®n. Con solo tres genes (gag, pol y el mencionado env) api?ados en 3.500 letras (gatacca¡), que es m¨¢s o menos lo que mide este art¨ªculo, el retrovirus logra fusionarse con la c¨¦lula diana, penetrar en el n¨²cleo, integrarse en el genoma del hu¨¦sped, sacar copias de s¨ª mismo, ensamblar su c¨¢psida y largarse de all¨ª convertido en miles de nuevos retrovirus. Muchos de nuestros genes, como la sincitina, provienen de ellos, y la mitad de nuestro genoma consiste en sus residuos. A ver si aprenden los marsupiales.
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