¡®A fuego lento¡¯: as¨ª funciona el proceso creativo de Paula Hawkins
La autora de ¡®La chica del tren¡¯ ofrece en este art¨ªculo que EL PA?S publica en exclusiva las claves que ha volcado en su nueva novela, a la venta el 1 de septiembre
EL PA?S presenta en exclusiva este texto de la autora de La chica del tren, con traducci¨®n de Aleix Montoto. En ¨¦l, Hawkins (Harare, Zimbabue, 48 a?os) desgrana el germen de su nueva novela y reflexiona sobre los l¨ªmites de la apropiaci¨®n art¨ªstica o c¨®mo le influye lo que lee.
Al igual que las dos novelas que escrib¨ª antes de A fuego lento, esta surgi¨® de un personaje. Y, al igual que esas dos novelas anteriores, desarrollar ese personaje y encontrar la historia adecuada para ¨¦l no ha sido un proceso del todo sencillo.
Comenc¨¦ a trabajar en una nueva novela el oto?o de 2017, despu¨¦s de la gira promocional de Escrito en el agua. En marzo del a?o siguiente, hab¨ªa reescrito las 30.000 palabras iniciales unas tres veces y segu¨ªan sin convencerme, de modo que abandon¨¦ la novela. Sin tener muy claro qu¨¦ har¨ªa a continuaci¨®n, comenc¨¦ a trabajar en un cuento en el que se narraba el encuentro casual entre una joven cuya vida est¨¢ en crisis y una mujer mucho mayor que ha perdido recientemente a su marido. Tampoco llegu¨¦ a completarlo nunca, pero durante el proceso de escritura del mismo descubr¨ª dos personajes maravillosos: Laura, una joven que ha sufrido terribles reveses en su vida y que a duras penas se las arregla para lidiar con una existencia ca¨®tica, e Irene, una anciana solitaria. Con el tiempo, la amistad que nac¨ªa a partir del encuentro casual entre estos dos personajes se convertir¨ªa en uno de los elementos centrales de A fuego lento.
Cuando encontr¨¦ a estos personajes, no estaba del todo segura del tipo de historia en la que encajar¨ªan, pero s¨ª sab¨ªa, sin embargo, que Laura deb¨ªa tener un papel fundamental en la historia que escribiera a continuaci¨®n, fuera la que fuera. Al igual que Rachel de La chica del tren, un personaje al que me refer¨ª ¨²nicamente como La Borracha durante los a?os en que existi¨® ¨²nicamente en mi imaginaci¨®n, sab¨ªa que Laura era un personaje que quer¨ªa explorar m¨¢s e ¡ªimaginaba¡ª ser¨ªa asimismo el tipo de personaje con el que los lectores empatizar¨ªan y al que querr¨ªan seguir y apoyar.
Alrededor de Laura constru¨ª una red de personajes, todos los cuales rebaten, a su manera, la idea de que existe gente buena y mala. Todos han sufrido de alg¨²n modo, todos han tenido que asumir tragedias y p¨¦rdidas. Algunos lo han incorporado en sus vidas, y el dolor que sienten forma tal parte de ellos mismos, que apenas son conscientes de ello. Al desarrollar la historia, uno de los temas centrales que fue tomando cuerpo fue el de c¨®mo nuestra carga emocional (que puede deberse a una tragedia o a una p¨¦rdida, pero tambi¨¦n al orgullo, la culpa o incluso el amor) puede da?arnos.
No s¨¦ si es cosa solo m¨ªa, pero, cuando paseo, suelo buscar sitios que podr¨ªan ser buenas opciones si uno quisiera deshacerse de un cad¨¢ver
Lo que descubr¨ª fue que mis personajes pod¨ªan llevarme en muchas direcciones distintas, una situaci¨®n sin duda excitante como escritora, pero tambi¨¦n abrumadora. Tuve que averiguar hasta d¨®nde pod¨ªan llegar cada uno de estos personajes si se les presentaba la ocasi¨®n adecuada. ?Estar¨ªan dispuestas Miriam, Laura o Carla a arremeter con lo que fuera para reparar un da?o del pasado? Desde este punto de partida comenc¨¦ a construir la trama de la novela, dejando intencionadamente que los personajes que formaban su elenco colisionaran de un modo que fuera, al mismo tiempo, traum¨¢tico y sanador: una costumbre que, como novelista, se ha convertido para m¨ª al mismo tiempo en un tema y en una estrategia.
Localizaciones
La novela est¨¢ ambientada en Londres y las localizaciones que aparecen est¨¢n inspiradas en lugares cercanos a mi casa. A principios de 2018, cuando comenc¨¦ a escribir la novela, sol¨ªa pasar muchas ma?anas paseando por el Regent¡¯s Canal, observando a la gente y las barcazas. No s¨¦ si es cosa solo m¨ªa, pero, cuando paseo, suelo buscar sitios que podr¨ªan ser buenas opciones si uno quisiera deshacerse de un cad¨¢ver, y entonces repar¨¦ en que, si bien la mayor¨ªa de las barcazas reconvertidas en viviendas que hay en el canal est¨¢n maravillosamente mantenidas y est¨¢ claro que reciben muchos cuidados, otras parecen haber sido abandonadas e incluso hay algunas parcialmente sumergidas; y ca¨ª asimismo en la cuenta de que, si a alguien se le ocurriera esconder un cad¨¢ver en una de estas, podr¨ªan pasar d¨ªas o incluso semanas, sin que nadie lo descubriera¡
Lo que sucede en la novela es muy distinto, claro est¨¢, pero siempre tuve claro que habr¨ªa un cad¨¢ver en una barcaza, y parec¨ªa pertinente que el resto de la acci¨®n tuviera lugar en las calles y las plazas que rodean el canal en esa zona de Londres, cuya historia resulta ser, adem¨¢s, muy rica y singular.
Al sur del canal se encuentra Clerkenwell, la zona en la que viven Irene y Laura (?y yo!). Se trata del distrito residencial y de negocios m¨¢s antiguo de la ciudad, y en el pasado fue hogar de varias instituciones religiosas, entre ellas, un monasterio de la Orden de San Juan de Jerusal¨¦n y un convento agustino dedicado a Santa Mar¨ªa. M¨¢s adelante, sin embargo, desarroll¨® una reputaci¨®n s¨®rdida como zona frecuentada por ladrones y mujeres de mala vida. En el siglo XIX, estaba considerada la zona con la tasa de asesinatos m¨¢s alta de Londres.
Hoy en d¨ªa, Clerkenwell est¨¢ extremadamente gentrificado y sus calles las ocupan tiendas de dise?o y algunos de los mejores restaurantes de la ciudad, aunque sigue siendo un lugar con una poblaci¨®n muy heterog¨¦nea. Es una de las muchas zonas de Londres en las que gente adinerada vive al lado de otros sin tantos recursos, y en la que los privilegiados se codean a diario con aquellos menos afortunados. Vivimos en una sociedad profundamente desigual que lo es cada vez m¨¢s: no es dif¨ªcil imaginar lo enfurecedor que puede resultar esto para personas que se encuentran en circunstancias dif¨ªciles y que se sienten impotentes porque no logran cambiar su destino; personas como Miriam o Laura.
Tambi¨¦n resulta evidente la parad¨®jica soledad en la viven que muchos vecinos de esa zona superpoblada del centro de Londres. Una tarde, mi pareja y yo regres¨¢bamos a casa despu¨¦s de haber ido al cine cuando, en la callejuela de Hayward¡¯s Place, vimos a una anciana de pie ante la puerta de su casa. Estaba mirando a un lado y otro con una expresi¨®n de inquietud en el rostro, como si estuviera buscando a alguien. Al acercarnos, la anciana le pregunt¨® a mi pareja si pod¨ªa entrar en su casa y cambiarle una bombilla, cosa que ¨¦l hizo. Ella se lo agradeci¨® y nosotros seguimos nuestro camino, pero yo me qued¨¦ muy impresionada por la soledad que evidenciaba la escena que acab¨¢bamos de vivir: el hecho de que una persona tuviera que esperar pacientemente en la calle hasta encontrar a alguien que pudiera ayudarla.
La pandemia
Para cuando lleg¨® la pandemia, ya hab¨ªa escrito y reescrito la novela m¨¢s de una vez. Afortunadamente, hab¨ªa encontrado al fin el modo adecuado de contar la historia, hab¨ªa resuelto la mayor¨ªa de los problemas y tambi¨¦n sab¨ªa d¨®nde tendr¨ªan lugar todos los giros: lo ¨²nico que ten¨ªa que hacer, entonces, era escribirlo todo. La llegada del confinamiento, pues, no fue exactamente una bendici¨®n, pero tampoco fue un castigo. Como a todo el mundo, la situaci¨®n me inquietaba y asustaba. En particular estaba preocupada por mi familia, que vive a miles de kil¨®metros y a quienes no sab¨ªa cu¨¢ndo podr¨ªa visitar (y sigo sin saberlo). Pero como estaba obligada a permanecer en casa, pues no se pod¨ªa viajar ni socializar, y no tengo ni?os a los que dar clases, pocas cosas pod¨ªa hacer salvo escribir. Escribir, ir a pasear o correr, leer, cocinar, ver la televisi¨®n, escribir un poco m¨¢s¡ y leer.
Lecturas
Algunos escritores procuran no leer obras de ficci¨®n cuando escriben. En mi caso, yo procuro no leer nada que tenga alguna similitud con la obra que est¨¦ escribiendo, y suelo evitar las novelas polic¨ªacas por miedo a que las tramas de otros me influyan, pero no puedo no leer. Leer es para m¨ª una fuente de inspiraci¨®n y un recordatorio constante de por qu¨¦ quiero hacer esto. Leer la obra de escritores a los que admiro es esencial, especialmente cuando el proceso de escritura se vuelve dif¨ªcil o desalentador. Teniendo eso en cuenta, he elaborado una lista con algunos de los libros que le¨ª (o rele¨ª) mientras escrib¨ªa A fuego lento.
Algunos de estos t¨ªtulos, de hecho, han terminado apareciendo en la novela misma¡
- All My Puny Sorrows (2014) y Ellas hablan (2018; Sexto Piso, 2020), de Miriam Toews Sunburn (2018)
- De Laura Lippman How it All Began (2011), de Penelope Lively Desoriental (2016; Malpaso Ediciones, 2017),
- De Negar Djavadi Everything Here Is Beautiful (2018), de Mira T. Lee La maldici¨®n de Hill House (1959; Editorial Min¨²scula, 2019), de Shirley Jackson Muro fantasma (2018; Sexto Piso, 2020), de Sarah Moss Un juicio de piedra (1977; Mundo Actual de Ediciones, 1982), de Ruth Rendell El largo r¨ªo de las almas (2020; Alianza Editorial, 2020), de Liz Moore La mala semilla (1954; Alianza Editorial, 2017), de William March The Language of Birds (2019), de Jill Dawson Blow Your House Down (1984), de Pat Barker Cielo interminable (2019; Alianza Editorial, 2021), de Kate Atkinson El cartero siempre llama dos veces (1934; RBA Bolsillo, 2021), de James M. Cain The Diver¡¯s Clothes Lie Empty (2015), de Vendela Vida La dependienta (2016; Duomo Ediciones, 2019), de Sayaka Murata En carne viva (1995; Ediciones B, 2000), de Susanna Moore The Weekend (2019), de Charlotte Wood The Bass Rock (2020), de Evie Wyld La actriz (2020; Seix Barral, 2021), de Anne Enright
Ideas e influencias
Si bien leo mucho cuando estoy escribiendo, comprendo por qu¨¦ otros escritores no lo hacen: temen adoptar ¡ªincluso involuntariamente¡ª una idea, una voz o un elemento de una trama pertenecientes a otro libro. En mi caso, cuando leo quiero que me influencien las obras de Penelope Lively y Anne Enright, quiero que me inspiren sus palabras y su poderosa inteligencia, quiero que activen mi mente de tal modo que, cuando me siente a escribir, me encuentre en el estado m¨¢s creativo posible.
Aquello que un escritor puede o tiene derecho a coger y transformar en arte es una de las preguntas centrales de A fuego lento. Yo tomo cosas prestadas de mi vida y de la de aquellos que me rodean continuamente: lo que le sucede a Laura de peque?a es una versi¨®n ¡ªconsiderablemente alterada¡ª de algo que le pas¨® a una amiga de una amiga de una amiga; en cuanto a lo que sufre Miriam, est¨¢ inspirado en una historia que le¨ª en un peri¨®dico a?os atr¨¢s.
Aquello que un escritor puede o tiene derecho a coger y transformar en arte es una de las preguntas centrales de A fuego lento
?Por qu¨¦ tenemos derecho a coger cosas de la vida pero no del arte? ?Es as¨ª? ?Hay alg¨²n l¨ªmite? Tengo una respuesta parcial a esa pregunta, que, convenientemente, he tomado prestada de otra escritora. En un art¨ªculo reciente, Nicole Krauss escribi¨® sobre el origen de muchos personajes novelescos: ¡°Sus cad¨¢veres son arrastrados hasta nuestras orillas, nadie sabe de d¨®nde han llegado ni por qu¨¦ lo han hecho, y, con el paso de los a?os, intentamos resucitarlos¡±. Tanto si se trata de reanimaci¨®n como de transformaci¨®n, lo que el escritor debe hacer es crear algo nuevo.
Finales
Y, tras crear algo nuevo, hay que encontrar un final adecuado para esa creaci¨®n. A m¨ª el principio siempre me ha resultado la parte m¨¢s f¨¢cil y feliz de escribir. A esta le siguen una complicada secci¨®n media y luego el final, siempre peliagudo: terminar la historia de una forma tal que resulte genuina pero no demasiado sombr¨ªa, y resolver el misterio de un modo que resulte tanto sorprendente como satisfactorio, adem¨¢s de cre¨ªble. Tambi¨¦n hay otras consideraciones: ?reciben los personajes lo que merecen? ?Deber¨ªan hacerlo? Y, todav¨ªa m¨¢s importante, ?obtiene el lector lo que merece?
Lo que el escritor le debe al lector es otra cuesti¨®n demasiado espinosa para contestar en unos pocos cientos (o miles) de palabras, pero hay algunas reglas b¨¢sicas en las que todos podemos estar de acuerdo. Si, por ejemplo, un lector comienza a leer una novela que le han vendido como una comedia rom¨¢ntica, es razonable que cuente con que los protagonistas no mueran de forma tr¨¢gica al final del libro. A veces, un escritor puede salirse con la suya y romper dicha regla (estoy pensando en ti, David Nicholls), pero, si lo hace, debe ofrecer una muy buena raz¨®n para ello y ser capaz de demostrar que la novela es mucho m¨¢s rica y gratificante gracias a esa transgresi¨®n.
Asimismo, en las novelas polic¨ªacas, el lector puede contar con, como poco, terminar averiguando qui¨¦n es el culpable. Que se resuelva el misterio. Y, a?adir¨ªa, deber¨ªa esperar igualmente que se le hayan ofrecido las suficientes pistas para que, si presta la debida atenci¨®n, pueda resolverlo por s¨ª mismo. Ahora bien, en el caso de las novelas polic¨ªacas, sucede lo mismo que con las comedias rom¨¢nticas: hay excepciones (ahora estoy pienso en ti, Tana French). Adem¨¢s, si bien creo que el misterio principal debe resolverse, eso no significa que tambi¨¦n deban hacerlo todas las cuestiones planteadas en la novela. De hecho, yo prefiero dejar cierto espacio para la duda y la ambig¨¹edad y permitir que el lector pueda hacer sus propias elucubraciones al respecto. No podemos conocer la respuesta a todos los misterios, algunos cr¨ªmenes nunca se resuelven y algunos villanos jam¨¢s reciben castigo. As¨ª es la vida.
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