Jean-Paul Belmondo, el esplendor de lo verdadero
¡®Al final de la escapada¡¯ no es una pel¨ªcula, es una leyenda, y su protagonista qued¨® atrapado de por vida en un personaje que hoy, m¨¢s de seis d¨¦cadas despu¨¦s, es un icono de la historia del cine
Al final de la escapada no es una pel¨ªcula, es una leyenda. Como le ocurri¨® al propio Jean-Luc Godard, que desde muy pronto fue consciente del peso de su ¨®pera prima, Jean-Paul Belmondo qued¨® atrapado de por vida en un personaje que hoy, m¨¢s de seis d¨¦cadas despu¨¦s, es un icono de la historia del cine. Quiz¨¢ eso explique que el propio actor publicase en 1963, tan solo tres a?os despu¨¦s del estreno, el libro Trente ans et vingt-cinq films, suivi des dix commandements du belmondisme, unas memorias prematuras con las que el actor franc¨¦s buscaba la manera de alejarse de la m¨¢scara de aquel personaje callejero listo e impulsivo, un delincuente de poca monta que fij¨® en la memoria popular el arquetipo del macarra joven, inocente, sexi y deslenguado.
Godard empez¨® Al final de la escapada sin saber muy bien a d¨®nde iba. Solo hab¨ªa escrito la primera secuencia, el resto eran notas sueltas y citas literarias como la c¨¦lebre de Las palmeras salvajes de Faulkner. ¡°?Conoces a William Faulkner?¡±, le pregunta Jean Seberg a su amante. ¡°No, ?qui¨¦n es? ?Te has acostado con ¨¦l?¡±, le respond¨ªa Belmondo, quien ante la frase final de la novela, ¡°Entre el dolor y la nada elijo el dolor¡±, eleg¨ªa la nada.
La idea era, a partir de una historia convencional, reescribir el cine cl¨¢sico del que Godard se hab¨ªa nutrido como cr¨ªtico para Cahiers du Cin¨¦ma. No se trataba de hacer cine, sino de sentirlo. Seg¨²n Godard, estuvo buscando el tema central de Al final de la escapada durante todo el rodaje. ¡°Hasta que, finalmente, me interes¨¦ por Belmondo. Lo vi como una especie de bloque que hab¨ªa que filmar para saber lo que hab¨ªa detr¨¢s¡±. Seberg era otro asunto, una continuaci¨®n del personaje de Buenos d¨ªas, tristeza, a la que el cineasta dej¨® seguir siendo quien era.
Belmondo ten¨ªa 26 a?os y no improvis¨® los di¨¢logos, como se ha dicho alguna vez. Godard no les daba las secuencias escritas, les soplaba las frases sin que tuviesen que memorizarlas y nunca repet¨ªa las tomas m¨¢s de dos veces. As¨ª lograba frescura en las r¨¦plicas, esa cualidad casi documental que otorgaba a las escenas ese aire tantas veces imitado. Para Godard, la belleza es el esplendor de lo verdadero y eso es exactamente Belmondo en aquella pel¨ªcula.
Nada volvi¨® a ser igual en el cine desde entonces, ni en el cine europeo ni en el estadounidense. Belmondo se convirti¨® junto a su amigo Alain Delon en un mito y, aunque ellos se alejaran de las comparaciones, con el tiempo la trayectoria de Delon ganar¨ªa por goleada. A Belmondo, con el cigarro en sus labios gruesos, su nariz de boxeador y su sombrero Borsalino, le bast¨® ese momento de verdad ante una c¨¢mara. Como cuando Jean Seberg le preguntaba en el aeropuerto de Orly al escritor interpretado por Jean-Pierre Melville cu¨¢l era su mayor ambici¨®n y este replicaba que ser inmortal, ¡°y entonces¡ morir¡±.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.