Muere Edita Gruberova, el ¡®ruise?or eslovaco¡¯, a los 74 a?os
Fue la principal soprano de coloratura de su generaci¨®n y una destacada int¨¦rprete de las ¨®peras de Mozart, Donizetti y Strauss
No faltaba nunca una ovaci¨®n cada vez que Edita Gruberova cantaba ¡°und gewandelt um und um!¡±, el final del famoso mon¨®logo de Zerbinetta, en Ariadna en Naxos, de Richard Strauss. Esa fascinaci¨®n, que dejaba sin palabras a su personaje, contagiaba a todo el teatro. Y la experiencia, plagada de desparpajo esc¨¦nico y pirotecnia vocal, se repiti¨® durante m¨¢s de doscientas veces en casi cuatro d¨¦cadas. Desde su sonoro ¨¦xito en Viena, en 1976, hasta las asombrosas actuaciones que brind¨® a comienzos del nuevo siglo, como la de 2002, en el Liceo de Barcelona, uno de sus teatros predilectos. Gruberova se retir¨®, en 2019, tras cumplir medio siglo sobre las tablas, y falleci¨® ayer, 18 de octubre, en su casa de Z¨²rich, como consecuencia de un accidente dom¨¦stico. Faltaban dos meses para su 75? cumplea?os.
El ¡°ruise?or eslovaco¡±, como la conoc¨ªan sus incondicionales, se identificaba con ese personaje de la ¨®pera de Strauss. Lo cuenta Helena Matheopoulos, dentro de su libro de entrevistas con las grandes divas oper¨ªsticas de los ochenta. Esa forma efervescente y optimista de afrontar los sinsabores de la vida. Una infancia marcada por un padre alcoh¨®lico en la Checoslovaquia socialista y despu¨¦s por un marido suicida que la dej¨® sola con dos hijas peque?as. Gruberova se sobrepuso a todo y logr¨® convertirse en la principal soprano de coloratura de su generaci¨®n. Hab¨ªa nacido en Ra?a, en diciembre de 1946, dentro de una familia sin tradici¨®n musical. Fue su profesor del colegio quien la anim¨® a estudiar canto en el conservatorio. Y debut¨® como Rosina, en El barbero de Sevilla, de Rossini, en la ?pera de Bratislava, en 1968, aunque dos a?os m¨¢s tarde tuvo su primera oportunidad en Viena. Cant¨® como invitada La Reina de la Noche, en La flauta m¨¢gica, de Mozart, y obtuvo un contrato de formaci¨®n.
Estuvo seis a?os cantando papeles menores en la ?pera de Viena, donde pas¨® completamente desapercibida, a pesar de haber debutado en Glyndebourne y en el Festival de Salzburgo con Herbert von Karajan. Pero Gruberova aprovech¨® el tiempo para preparar el dif¨ªcil personaje de Zerbinetta con Ruthilde Boesch. Y su momento lleg¨®, el 20 de noviembre de 1976, con el estreno en Viena de una nueva producci¨®n de Ariadna en Naxos, bajo la direcci¨®n de Karl B?hm, que hab¨ªa conocido al compositor y lament¨® que no hubiera podido escucharla. Gruberova no solo era capaz de cantar con asombrosa naturalidad la dificil¨ªsima partitura de Strauss, sino que adem¨¢s comunicaba una alegr¨ªa contagiosa. Ese ¨¦xito le abri¨® las puertas de los principales teatros internacionales, como el Met de Nueva York, el Covent Garden de Londres y La Scala de Mil¨¢n.
Su siguiente reto lleg¨®, en 1978, con el estreno en Viena de una nueva producci¨®n de Lucia di Lammermoor, de Donizetti. La ¨®pera no se escuchaba en ese teatro desde la legendaria gira de La Scala con Karajan y Maria Callas. Y ese nuevo ¨¦xito la encamin¨® hacia el repertorio belcantista. Como soprano de coloratura, Gruberova ten¨ªa m¨¢s volumen que una soprano ligera, aunque nunca dispuso del registro medio o de la voz de pecho de Callas y Joan Sutherland. Eso no le impidi¨® desarrollarse como soprano de coloratura dram¨¢tica con ciertas dotes l¨ªricas. Y afront¨® con ¨¦xito grandes papeles de Donizetti como Lucia (que grab¨® en 1983 junto a Alfredo Kraus), Maria Stuarda, Anna Bolena, Lucrezia Borgia y Elisabetta I, de Roberto Devereux, con el que se despidi¨® de los escenarios, en M¨²nich, el 27 de marzo de 2019. Tambi¨¦n destac¨® en personajes de Bellini, como Elvira, de I Puritani, y Giulietta, de I Capuletti e I Montecchi, cuya grabaci¨®n, de 1984, con Riccardo Muti, sigue siendo una referencia.
En la ¨²ltima biograf¨ªa publicada de Gruberova, titulada El canto es mi regalo (B?renreiter/Henschel, 2012), el cr¨ªtico Markus Thiel destaca la importancia de cinco directores de orquesta en su trayectoria. Aparte de Karl B?hm, admite la influencia de Richard Bonynge en su inmersi¨®n en el repertorio belcantista. El marido de Sutherland vio en ella a una digna sucesora y juntos hicieron excelentes versiones de Roberto Devereux y Anna Bolena, en el Liceo de Barcelona, en 1990 y 1992. Otro director fundamental para la soprano eslovaca fue Carlos Kleiber, que le anim¨® a dar el salto a Verdi y cant¨® con ¨¦l Violeta, de La traviata, en M¨²nich y Nueva York, en 1986 y 1989. Pero ese papel marc¨® el l¨ªmite de sus posibilidades como soprano de coloratura, aunque ya lo hab¨ªa cantado desde 1968 y lo sigui¨® cantando hasta el final de su carrera.
El cuarto maestro importante para ella fue Nikolaus Harnoncourt. Con ¨¦l empez¨® cantando Bach en Viena y afront¨® las ¨®peras tempranas de Mozart en Z¨²rich, en los ochenta y noventa, como Lucio Scilla y La finta giardiniera. Adem¨¢s registr¨® bajo su direcci¨®n tanto la Reina de la Noche como Donna Anna, de Don Giovanni, e incluso tambi¨¦n hizo una excelente grabaci¨®n de El murci¨¦lago, de Johann Strauss hijo. Y el quinto y ¨²ltimo director determinante para Gruberova fue Friedrich Haider, que tambi¨¦n fue su marido durante unos a?os, y con quien afront¨® las ¨²ltimas d¨¦cadas de su prolongada carrera. Con ¨¦l fund¨® su propio sello discogr¨¢fico, Nightingale Classics, en 1993, y dirigi¨® regularmente sus actuaciones en los ¨²ltimos a?os, como el recital l¨ªrico de su debut en el Teatro Real, en 1999, y Lucia di Lammermoor, en 2001.
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