?Para cu¨¢ndo el Premio Princesa de Asturias de las Artes para la tauromaquia?
¡°La fiesta de los toros es una manifestaci¨®n art¨ªstica en s¨ª misma desvinculada de ideolog¨ªas¡±, seg¨²n la ley de 2013
?Se atrever¨¢ alguna vez el jurado del Premio Princesa de Asturias de las Artes a elegir la tauromaquia como merecedora de tan alta distinci¨®n?
Hoy, la pregunta es her¨¦tica en s¨ª misma y su mero enunciado encrespa los ¨¢nimos de muchos ciudadanos anti taurinos, biempensantes y pol¨ªticamente correctos. Solo a un ingenuo mentecato se le puede ocurrir semejante majader¨ªa en el contexto de una sociedad que ha elegido mayoritariamente la opci¨®n animalista, considerada en esta hora como referente de una altura moral que jam¨¢s conoci¨® la civilizaci¨®n humana.
A pesar de ello, ah¨ª queda la pregunta no exenta de sustento hist¨®rico, racional y legal.
Con toda seguridad, a ning¨²n miembro del jurado de tan prestigioso galard¨®n se le ha pasado por la cabeza a?adir en la lista de candidatos a un protagonista de la fiesta de los toros. Y alguno o algunos ser¨¢n aficionados a los toros y, sin duda, conocedores de las ra¨ªces culturales de esta tradici¨®n ancestral. Ah¨ª est¨¢ el caso, por ejemplo, de la secretaria del jurado de este a?o, Catalina Luca de Tena, conocida aficionada y destacada participante en algunos de los m¨¢s importantes premios taurinos.
Se presume que Luca de Tena y el resto de sus compa?eros, sean o no aficionados, son intelectuales conscientes de lo que la fiesta de los toros ha supuesto y supone en la historia y la idiosincrasia de Espa?a; pero son tan intelectuales como cautos a la hora de elegir a los premiados.
¡°Soy una gran amante de los toros y del flamenco, que expresan el drama y el esp¨ªritu de este pueblo¡±, Marina Abramovic.
Por cierto, la ganadora de este a?o, la artista serbia Marina Abramovic, pionera de la performance, es aficionada taurina. El pasado mes de septiembre dec¨ªa en este peri¨®dico: ¡°Soy una gran amante de los toros y del flamenco, que expresan el drama y el esp¨ªritu de este pueblo: yo sufro el mismo tipo de drama¡±. No lo dir¨ªa muy alto porque una declaraci¨®n tan libertina bien pudo costarle el premio.
Ciertamente, no se entender¨ªa que el Premio Princesa de Asturias de las Artes se le concediera a un torero. Oviedo estar¨ªa hoy tomada por una ruidosa muchedumbre portadora de pancartas manchadas de pintura roja, de modo que se romper¨ªa la solemnidad protocolaria del Teatro Campoamor.
En fin, que no; que es una vana ilusi¨®n so?ar siquiera que alg¨²n d¨ªa un pasodoble taurino haga el pase¨ªllo junto al himno nacional y el de Asturias.
Claro que so?ar es gratis; y saludable, tambi¨¦n, cuando el sue?o es tan real como imposible.
Porque una cuesti¨®n es que una parte sustancial de la sociedad espa?ola no aceptar¨ªa un premio tan prestigioso para la tauromaquia, y otra muy distinta es que no re¨²na m¨¦ritos suficientes para ello. Porque un asunto es que los toros est¨¦n mal vistos, no est¨¦n de moda, sufran el rechazo frontal o la indiferencia cobarde de muchos ¡ªde tal modo, que conocidos aficionados reniegan de la fiesta p¨²blicamente para evitar el repudio social¡ª y la ambigua pasividad de la mayor¨ªa de los pol¨ªticos, y otro muy distinto es que, qui¨¦rase o no, forman parte de nuestra historia, han interesado a artistas de toda condici¨®n, est¨¢n insertados en el alma de este pueblo, y hoy son millones de personas las que acuden a las plazas para gozar y emocionarse con el encuentro entre un toro bravo y un ser humano.
Algo tendr¨¢n los toros cuando Federico Garc¨ªa Lorca dijo aquella frase ya tan manida, pero tan extraordinaria, de que ¡°son la fiesta m¨¢s culta del mundo¡±.
El catedr¨¢tico de Literatura Gonzalo Santonja habl¨® hace unos d¨ªas en un acto en el Senado sobre los or¨ªgenes de la tauromaquia, que se documentan, dijo, ¡°ya un siglo antes del nacimiento del concepto de Espa?a, con la unificaci¨®n de los reinos de Castilla y Le¨®n¡±. Santonja, que ha publicado numerosas investigaciones en ese sentido, recalc¨® que ¡°los toros est¨¢n engastados en la m¨¦dula de nuestra esencia desde mucho antes de lo que asegura la historia oficial, y no solo son cultura, sino que son uno de los elementos constitutivos de la propia cultura espa?ola¡±.
No hay necesidad, a estas alturas, de repasar la influencia de la tauromaquia en la literatura, la m¨²sica, la pintura, el cine, la poes¨ªa, el pensamiento. Algo tendr¨¢n los toros cuando as¨ª ha sido.
Pero hay algo m¨¢s, y no es balad¨ª.
¡°La Tauromaquia forma parte del patrimonio hist¨®rico y cultural com¨²n de todos los espa?oles, en cuanto actividad enraizada en nuestra historia y en nuestro acervo cultural com¨²n¡¡±. ¡°El car¨¢cter cultural de la Tauromaquia es indiscutible y merece ser preservado como un tesoro propio de nuestro pa¨ªs, rico en culturas distintas¡±. ¡°La Tauromaquia es una manifestaci¨®n art¨ªstica en s¨ª misma desvinculada de ideolog¨ªas en la que se resaltan valores profundamente humanos como puedan ser la inteligencia, el valor, la est¨¦tica, la solidaridad, o el raciocinio como forma de control de la fuerza bruta¡±. ¡°El presupuesto de esta norma es la afirmaci¨®n de que la Tauromaquia es cultura¡¡±
Algo tendr¨¢n los toros cuando Federico dijo que ¡°son la fiesta m¨¢s culta del mundo¡±.
Estas afirmaciones pertenecen al pre¨¢mbulo de la Ley 18/2013, de 12 de noviembre, para la regulaci¨®n de la Tauromaquia como patrimonio cultural, que se?ala en su ¨²ltimo p¨¢rrafo que el objeto es delimitarla ¡°como parte del patrimonio cultural digno de protecci¨®n en todo el territorio nacional¡±.
Esta es una ley aprobada por el Parlamento y est¨¢ vigente, aunque ning¨²n Gobierno haya movido un dedo para aplicarla. Pero, gusten o no gusten los toros, es as¨ª.
O sea, que la historia, la cultura y la legislaci¨®n de este pa¨ªs reconocen la importancia que ha tenido y mantiene hoy la tauromaquia. Para muchos artistas ha servido de inspiraci¨®n literaria, po¨¦tica, pict¨®rica, musical, cinematogr¨¢fica, ¡ y resulta que hoy sufre rechazo, pasividad o indiferencia de pol¨ªticos, intelectuales y gran parte de la poblaci¨®n porque los tiempos han cambiado, y una forma de expresi¨®n art¨ªstica se considera deleznable y censurable.
A pesar de todo ello, ah¨ª queda la pregunta por si alg¨²n miembro del jurado del Premio Princesa de Asturias de las Artes se arriesga alguna vez a ser sacrificado en el altar de la incorrecci¨®n pol¨ªtica y osa defender que un torero pueda subir al escenario del Teatro Campoamor de Oviedo.
Si tan improbable hecho sucediera, se habr¨ªa hecho justicia con la fiesta de los toros¡, aunque a muchos no les guste.
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