Larga vida a Josquin des Prez
Stile Antico recuerda la efem¨¦ride del compositor franc¨¦s con un concierto de planteamiento desacertado y lleno de altibajos
Pocos per¨ªodos de la historia de la m¨²sica occidental han producido una m¨²sica tan intr¨ªnsecamente democr¨¢tica como el Renacimiento. Su polifon¨ªa propugna la igualdad entre todas las voces, que tienen un peso id¨¦ntico en la conformaci¨®n de la textura global. Su querencia casi constante por los pasajes imitativos acent¨²a a¨²n m¨¢s esa tendencia democratizadora, ya que el motivo inicial (el dux, por utilizar la vieja terminolog¨ªa latina) puede arrancar indistintamente en cualquiera de las voces, sin que ninguna prime sobre las dem¨¢s, algo que la bautizada por Claudio Monteverdi en los albores del Barroco como seconda prattica, al anteponer la expresi¨®n del texto a las r¨ªgidas reglas del contrapunto, se encargar¨ªa de erradicar, estableciendo jerarqu¨ªas, categor¨ªas y l¨ªneas divisorias que luego pasar¨ªan, m¨¢s o menos transformadas, al Clasicismo y el Romanticismo.
Universo Barroco
La polifon¨ªa renacentista, o la prima prattica, nos dibuja, en cambio, un mundo igualitario, un bosque de ¨¢rboles de la misma especie, de id¨¦ntica edad, con algunos claros all¨ª donde la textura se adelgaza (los pasajes contrapunt¨ªsticos a tan solo dos voces, el m¨ªnimo imprescindible, tan caros a Josquin des Prez) o con zonas de un verde m¨¢s intenso cuando gana en densidad (el tercer Agnus Dei de su Missa sexti toni, por ejemplo, que incorpora en su ¨²ltimo suspiro dos voces adicionales). Es cierto que es frecuente que una voz (generalmente el tenor), y ocasionalmente dos, tengan confiada una melod¨ªa preexistente a modo de cantus firmus, esto es, expuesta en valores largos y uniformes, pero eso no quiebra la igualdad, pues el conjunto sigue presentando la apariencia de un todo unitario, homog¨¦neo, de un tejido uniforme en el que, en todo caso, el ojo atento puede acertar a percibir un hilo, o un ramal, de un color diferente.
Otro modo de referirse a esta m¨²sica, desde mediados del siglo XVII, fue agruparla bajo el t¨¦rmino generalista de stile antico. Y ese fue el nombre que eligieron un pu?ado de j¨®venes brit¨¢nicos para definir un grupo que naci¨®, ya en sus or¨ªgenes, con una personalidad muy acusada y decididamente moderna, ya que renunciaba por completo a la figura del director (que s¨ª tienen agrupaciones mixtas similares como The Sixteen o The Tallis Scholars), sin ning¨²n cantante que ejerza tampoco solapadamente de primus inter pares. Todos tienen id¨¦ntico peso en la personalidad global, a la manera de las voces del repertorio en que decidieron concentrar fundamentalmente su actividad. A poco de nacer, Stile Antico cant¨® en la extensa gira de Sting con canciones de John Dowland, lo que sin duda les oblig¨® a trabajar juntos de manera estable m¨¢s de lo habitual en este tipo de formaciones inglesas, tan dadas al trasiego constante entre sus miembros. Su modus operandi se traduce en que la democracia imperante en la m¨²sica tenga su continuidad, por tanto, en la de la propia interpretaci¨®n, ya que Stile Antico no ubica a los cantantes de la misma cuerda juntos, sino diseminados entre el grupo, por lo que son necesariamente constantes las miradas de unos a otros en las entradas o los finales de frase, e imprescindible la escucha mutua. Si esas miradas pudieran tener para nosotros un correlato o una plasmaci¨®n visual, contemplar¨ªamos l¨ªneas en todas las direcciones posibles cruz¨¢ndose incesantemente, lo que configurar¨ªa a su vez una imagen muy fidedigna de la propia partitura.
Esta colocaci¨®n de los cantantes, que no deja de experimentar transformaciones y reducciones en funci¨®n de las caracter¨ªsticas de cada pieza, entra?a, por supuesto, sus riesgos. Si todo funciona bien, o extraordinariamente bien, como suele ser el caso de los conciertos de Stile Antico, la primera beneficiada es la m¨²sica. Pero el jueves el grupo brit¨¢nico no tuvo su mejor d¨ªa en el Auditorio Nacional y el Ave Maria de Josquin, una de sus obras m¨¢s difundidas e interpretadas, conoci¨® una interpretaci¨®n con un n¨²mero inusual de desajustes y leves desafinaciones en el inicio del concierto. Las casi siempre infalibles gemelas Ashby (Helen y Kate) se mostraron inseguras en el arranque en solitario del motete, en el que las cuatro voces cantan un motivo id¨¦ntico a intervalos de dos compases en una especie de canon truncado. Parec¨ªa como si no se hubieran hecho a la ac¨²stica de la Sala de C¨¢mara, mucho m¨¢s propicia a los conciertos instrumentales que a los vocales y que cambia mucho, como es natural, entre los ensayos sin p¨²blico y los conciertos con ¨¦l. Para colmo, los asistentes se empe?aron en aplaudir despu¨¦s de cada pieza, lo que dificulta la concentraci¨®n y no ayuda precisamente a enmendar con facilidad un concierto con un comienzo poco afortunado y pr¨®digo en peque?os deslices. En este tipo de m¨²sica, y sin el apoyo de instrumentos, todo se nota.
Tampoco en la ant¨ªfona Alma redemptoris Mater, de Johannes Ockeghem, compuesta en un estilo r¨ªtmicamente mucho m¨¢s complejo que la di¨¢fana plegaria de Josquin, fueron a¨²n reconocibles las virtudes bien conocidas de Stile Antico, que s¨ª mejor¨® algo en Nesciens Mater de Jean Mouton, ayudado por la clara simetr¨ªa de sus dos bloques de cuatro voces, que esconden a su vez cuatro parejas de voces en canon, y despeg¨® por fin en el Kyrie de la Missa Pange lingua de Josquin, que ejerc¨ªa de algo as¨ª como el elemento aglutinador de un programa en exceso deslavazado. Fuera de la iglesia y del contexto lit¨²rgico para el que nacieron, misas o motetes luchan por hacer valer su verdadera esencia. Pero Stile Antico ha tra¨ªdo un programa de concierto, en el extremo opuesto de una reconstrucci¨®n lit¨²rgica: el ¨²nico canto llano que se escuch¨® en todo el concierto fue la entonaci¨®n inicial de ¡°Gloria in excelsis Deo¡±. Entre el Kyrie y el Gloria de la Missa Pange lingua sonaron, por ejemplo, dos canciones profanas de Josquin, en italiano y franc¨¦s, El grillo y Vivrai je tousjours, y la secuencia Inviolata, integra et casta es Maria. Esta ¨²ltima es uno de esos prodigios t¨¦cnicos y expresivos de Josquin en el que, en el centro de la textura, se escucha un canon entre los dos tenores con una imitaci¨®n cada vez m¨¢s pr¨®xima en las tres secciones de la obra: tres breves, dos y una separan al imitador del imitado. Por otro lado, no escuchamos ni el Credo de la misa, concebida para cantarse en la festividad de Corpus Christi, ni el segundo Agnus Dei (a dos voces). ?No hubiera sido mejor cantar la misa, quiz¨¢ la ¨²ltima que compuso Josquin, en su totalidad y sin interferencias como una de las dos partes del concierto, mostrando as¨ª su f¨¦rrea coherencia interna y homenajeando a su autor sin injerencias? Y en una primera parte con profusi¨®n de referencias marianas, ?qu¨¦ pintaban una frottola y una chanson de tema profano? Entre los aplausos constantes e intempestivos del p¨²blico, y el batiburrillo de piezas propuestas por Stile Antico, ni unos ni otros consiguieron la concentraci¨®n imprescindible para poder disfrutar de esta m¨²sica y honrar sus excelencias.
Tras el descanso, las salvas de aplausos no cesaron, pero s¨ª que mejor¨® sensiblemente la prestaci¨®n de los cantantes brit¨¢nicos, mucho m¨¢s centrados, que alcanzaron su nivel de excelencia habitual en la Salve Regina y en el tercer Agnus Dei de la Missa Pange lingua. El Sanctus permiti¨® admirar la maestr¨ªa del contrapunto a dos voces de Josquin (para tiple y contralto en ¡°Pleni sunt coeli¡± y para tenor y bajo en ¡°Benedictus qui venit¡±, con una sorprendente secuencia alternatim, ¨²nica en el cat¨¢logo del compositor), aunque las chansons del compositor franc¨¦s (aunque no es segura su autor¨ªa y siguen las opiniones divididas sobre su atribuci¨®n) y de Nicolas Gombert, a cuatro y seis voces, sobre el poema Mille regretz, volvieron a introducirnos en el ¨¢mbito profano. Por suerte, las constantes interrupciones del p¨²blico no impidieron que la Salve Regina a cinco voces sonara en todo su esplendor, con ese motivo ostinato en el tenor (tan solo cuatro notas) cantado incansablemente en las tres secciones de la ant¨ªfona sobre Sol y sobre Re.
Si la polifon¨ªa renacentista es la m¨²sica m¨¢s democr¨¢tica, sus compositores fueron tambi¨¦n los m¨¢s solidarios y jam¨¢s les dolieron prendas para mostrar la admiraci¨®n que sent¨ªan por un colega o maestro reci¨¦n fallecido. As¨ª, Ockeghem llor¨® la muerte de Binchois, Josquin la de Ockeghem, Richafort, Vinders o de Mantua la de Josquin, Mouton la de F¨¦vin, Vaet la de Clemens non Papa, Rore la de Willaert, Byrd la de Tallis... Stile Antico interpret¨® los motetes f¨²nebres de Hieronymus Vinders (O mors inevitabilis) y Jacquet de Mantua (Dum vastos Adriae fluctus) a uno y otro lado del primer y el tercer Agnus Dei de la Missa Pange lingua, dos piezas menores pero muy apropiadas en el a?o en que conmemoramos los 500 a?os transcurridos desde la muerte de Josquin. El problema es que, al lado de la m¨²sica del compositor franc¨¦s, casi cualquier otra palidece, aun cuando naciera para honrar su memoria. Ya fuera de programa, para acentuar a¨²n m¨¢s la naturaleza variopinta de la propuesta que han tra¨ªdo a Madrid, coincidente solo en parte con el programa de su ¨²ltimo disco, Stile Antico cant¨® un himno para la fiesta de la Transfiguraci¨®n de Thomas Tallis, la canci¨®n sacra O nata lux. No pegaba mucho como ep¨ªlogo del concierto, del que lo m¨¢s destacable es quiz¨¢ que, a pocas semanas de que termine la efem¨¦ride de Josquin des Prez, por fin ha sonado en Madrid m¨²sica para recordar a uno de los m¨¢s grandes genios de la m¨²sica occidental. Aunque se haya hecho, por abundar en las paradojas, dentro de un ciclo titulado Universo Barroco.
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