¡®Sicilia 1943¡ä, de James Holland: aviadores ardiendo, infanter¨ªa masacrada y tanques Tiger cerca de la playa
El historiador brit¨¢nico publica una emocionante revisi¨®n de la invasi¨®n Aliada de la isla italiana durante la Segunda Guerra Mundial
Hay im¨¢genes de Sicilia 1943, el gran libro que el historiador James Holland dedica a la bastante olvidada campa?a de los Aliados para conquistar la preciada isla durante la Segunda Guerra Mundial, que quedan impresas en la memoria con el terrible resplandor de un ca?onazo. El joven piloto alem¨¢n que corre ardiendo como una antorcha y aullando mientras se aleja de su estrellado caza Messerschmitt 109 (¡°el hedor a carne quemada que proced¨ªa de la cabeza y el torso era insoportable, ten¨ªa el pelo derretido y la cara era un amasijo de ampollas ennegrecidas¡±); la chica italiana muerta desnuda en la cama que el tenente Livio Messina encuentra con una herida en el pecho en una casa alcanzada por una bomba (¡°parec¨ªa bonita, pero su piel ya estaba p¨¢lida y cerosa¡±); los Rangers estadounidenses que al tomar una posici¨®n descubren trozos de soldados italianos desperdigados entre las ramas de los ¨¢rboles; el peque?o grupo de tropas aerotransportadas del coronel Gavin (que luego estar¨ªa en Overlord y Market Garden, y en Vietnam) atrincheradas escuchando sobrecogidos el estruendo y chirriar de las orugas de los seis tanques Tiger que junto a un batall¨®n de granaderos Panzer avanzan hacia su posici¨®n en una estampa puro Salvar al soldado Ryan (¡°si te lo encuentras en el combate, un Tiger es algo imponente¡±). Tambi¨¦n hay grandes escenas de playa.
¡°Luchar en Sicilia en el achicharrante verano de 1943 era brutal, un horror, uno se asombra de lo que tuvieron que sufrir los hombres de los dos bandos¡±, se?ala Holland en una entrevista en Barcelona con EL PA?S sobre su libro (?tico de los Libros, traducci¨®n de Joan Soler Chic), que describe la campa?a (Operaci¨®n Husky) que signific¨® que los Aliados pusieran pie por primera vez en la Europa del Eje, la Festung Europa, la Fortaleza Europa, y prefigur¨® el mucho m¨¢s conocido desembarco en Normand¨ªa de un a?o despu¨¦s. ¡°Una gu¨ªa Baedeker previa a la guerra advert¨ªa al viajero que bajo ninguna circunstancia deb¨ªa visitar Sicilia en julio y agosto a causa del tremendo calor y el riesgo de contraer enfermedades, as¨ª que si le a?ades el peligro de combatir¡ Te herv¨ªa el cerebro bajo el casco de metal a 48?, el terreno es muy monta?oso, no tienes d¨®nde ocultarte, tiemblas de malaria, te ametrallan y bombardean. Ser de infanter¨ªa en Sicilia era terrible, estabas destinado a darte un porrazo tarde o temprano; lo ¨²nico que pod¨ªas hacer era desear que no fuera fatal¡±.
Holland (Salisbury, Reino Unido, 51 a?os), sabe de qu¨¦ habla. Se ha pateado los escenarios de la batalla, de los restos de bater¨ªas de ca?ones en Capo Murro di Porco, a los puentes por los que se luch¨® tanto o los b¨²nkeres de las playas, en diversos viajes (uno con su hija de 12 a?os), algo que considera esencial para un historiador militar. Y ha entrevistado a veteranos de la campa?a y a civiles que la sufrieron. ¡°Es muy importante tener una visi¨®n sobre el terreno, que te permite una panor¨¢mica de 360?. El reto del historiador es hacer lo m¨¢s comprensible y visible posible la historia, evocar al m¨¢ximo paisajes, olores, sonidos, colores. Hay que visitar los lugares, pisar los campos de batalla. Tenemos que ir all¨ª¡±.
James Holland, que acaba de regresar de los escenarios de la batalla del Ebro, donde ha quedado impresionado por lo que ha visto, es uno de los j¨®venes historiadores en la estela de los veteranos Max Hastings o Antony Beevor que est¨¢n repasando la Segunda Guerra Mundial. ?l lo hace ¨Dha dedicado ya varios libros a la contienda, como El auge de Alemania y El contrataque Aliado¨D con un pulso narrativo excelente, un dramatismo y un inter¨¦s humano que lo convierten en digno sucesor de los grandes maestros, con los que marca algunas distancias. ¡°Soy amigo de Beevor y Hastings y los respeto mucho a los dos, pero no revisito la guerra porque s¨ª, el enfoque que ofrezco es diferente; sus obras se centran en los que ocurre en el alto mando y el campo de batalla, en la estrategia y la t¨¢ctica, pero queda espacio para aumentar nuestro conocimiento a nivel operacional, los recursos, el c¨®mo y el por qu¨¦, la producci¨®n de armamento, las f¨¢bricas. Cuando insertamos eso en la narrativa de la Segunda Guerra Mundial observamos por ejemplo las bases precarias del Estado nazi y c¨®mo, independientemente de sus t¨¢cticas militares a las que llevamos d¨¢ndoles vueltas cincuenta a?os, era imposible que vencieran a los Aliados¡±. A diferencia de los siempre elegantes y trajeados Beevor y Hastings, James Holland, atractivo y juvenil, viste una chaqueta militar estadounidense y carga un zurr¨®n kaki del ej¨¦rcito que parecen salidos de Malditos bastardos. Lleva tambi¨¦n un gorro con la insignia de los Sherwood Rangers Yeomanry, la unidad de tanques a la que ha consagrado su ¨²ltimo libro Brothers in arms y al que se dedica una exposici¨®n, con motivo de la publicaci¨®n, en el National Army Museum de Londres, en Chelsea.
El historiador destaca que la conquista de Sicilia, conseguida en 38 terribles d¨ªas (en cada uno de los cuales murieron un promedio de 237 soldados del Eje y 146 aliados como m¨ªnimo), fue un punto de inflexi¨®n en la guerra en el oeste y la primera operaci¨®n anfibia de gran importancia (sin desde?ar Torch, el desembarco en el Norte de ?frica) en un nuevo tipo de guerra con mayor ¨¦nfasis en lo tecnol¨®gico y con una forma de combinar el poder a¨¦reo, naval y terrestre como no se hab¨ªa visto antes. Holland describe terribles combates, actos de valor, grandes movimientos de tropas y enormes sufrimientos. La campa?a, resalta, distanci¨® a¨²n m¨¢s a los alemanes de los italianos y ¡°fue un clavo m¨¢s en el at¨¢ud de Mussolini¡±, contribuy¨® a la ca¨ªda del r¨¦gimen fascista y el abandono de Italia del bando del Eje (el 1 de septiembre). ?Por qu¨¦ es entonces menos conocido para el p¨²blico en general que otros episodios de la Segunda Guerra Mundial? Holland tiene una respuesta clara: ¡°Porque nunca ha habido una gran pel¨ªcula sobre la campa?a de Sicilia como las ha habido sobre el desembarco de Normand¨ªa, la batalla de Arnhem, las Ardenas, o Montecasino. No quiero parecer c¨ªnico, pero los escenarios de batalla m¨¢s famosos son los que aparecen en filmes o series¡±. La campa?a de Sicilia aparece tangencialmente en grandes filmes b¨¦licos como Rojo Uno divisi¨®n de choque (¡°la mayor gloria de la guerra es sobrevivir¡±) o Patton. Sicilia, en la que el general estadounidense, embebido de Tuc¨ªdides, disfrut¨® mucho (al rev¨¦s que sus hombres), fue sin embargo una n¨¦mesis para ¨¦l a causa del episodio que le hizo tan impopular del abofeteamiento a un soldado con neurosis de guerra. Holland tambi¨¦n recuerda que Patton, al que le pod¨ªan las arengas (¡°la guerra es sangre y agallas¡±, dec¨ªa y sus soldados: ¡°s¨ª, viejo, tus agallas y nuestra sangre¡±), exhort¨® a sus hombres a no coger prisioneros, lo que pudo influir en alguna matanza en la isla.
James Holland narra en su libro muchos episodios de combates de soldados italianos, incluido alguno que quita el hipo, como el del tenente-colonnello Dante Ugo Leonardi al ver a uno de sus hombres, Rino Tarini, casi decapitado con la cabeza pr¨¢cticamente separada del tronco, levantarse un momento antes de caer redondo. ?Qu¨¦ opina del debate sobre el valor y efectividad de esas tropas? ¡°El problema de los italianos en la Segunda Guerra Mundial es que Musolini no se rearm¨® como Hitler; la cuesti¨®n no es el coraje de los soldados italianos, del que no he dudado nunca, sino su falta de capacidad real para luchar efectivamente contra ej¨¦rcitos modernos mejor preparados y aprovisionados. Ni en t¨¦rminos de armamento, ni en organizaci¨®n ni en oficialidad y liderazgo pod¨ªan competir, y eso se hizo muy evidente en Sicilia. El valor y las bravatas pueden conseguir alguna victoria t¨¢ctica, pero para ganar una batalla o una guerra necesitas recursos. Era como enfrentar a un equipo de tercera divisi¨®n contra uno de la Premier League y adem¨¢s el coraz¨®n de la naci¨®n no estaba en la contienda. La poblaci¨®n en el 43 no estaba interesada en la lucha, y qui¨¦n puede culparlos. Soy muy emp¨¢tico con los terribles sufrimientos de los italianos, soldados y civiles¡±.
En su libro, Holland se?ala el desprecio de los alemanes hacia sus aliados. ¡°S¨ª, es pat¨¦tico y tr¨¢gico. Eso afect¨® mucho en Sicilia. Hubo una ruptura completa de la confianza, se ve en el contrataque de Gela, por ejemplo: no hubo ninguna coordinaci¨®n entre los dos contingentes, las divisiones Herman Goering y Livorno fueron cada una por su lado, alemanes e italianos operaban independientemente. Los alemanes decidieron pronto en la invasi¨®n que no quer¨ªan tener nada que ver con los italianos¡±. Los alemanes nunca les prestaron Tigers a los italianos. ¡°No, eso era inconcebible para ellos, y la Luftwaffe se qued¨® con los aer¨®dromos de la Regia aeron¨¢utica. Nunca hubo lucha hombro con hombro como la de los Aliados. La de Hitler y Mussolini era una alianza de conveniencia, Hitler s¨®lo quer¨ªa que los italianos le cubrieran el flanco sur¡±.
De c¨®mo se juzga hoy aquella campa?a en la propia Sicilia, Holland dice que se ve como una mezcla de invasi¨®n y liberaci¨®n. ¡°Muchas ciudades fueron bombardeadas terriblemente por los Aliados, pero al mismo tiempo se percib¨ªa que les estaban librando de los alemanes. Hay un museo muy interesante en Catania que enfatiza el sufrimiento de los civiles, que llevaban hist¨®ricamente una vida miserable. En todo caso, no hay rencor en la isla hacia los Aliados¡±. En cuanto al papel de la Mafia en la campa?a, Holland apunta que parad¨®jicamente la invasi¨®n y el caos y la corrupci¨®n que siguieron provoc¨® su renacimiento. ¡°Mussolini, que no permit¨ªa que se desafiara el control del Estado, hab¨ªa conseguido pr¨¢cticamente erradicarla; en cuanto se tom¨® la isla, la Mafia, con personajes como Vito Genovese, llen¨® el vac¨ªo de poder. Y ah¨ª siguen¡±.
Entre las conclusiones de la campa?a, de la que Holland recoge la presencia de grandes personajes como el propio Patton; Douglas Fairbanks hijo; lord Mounbatten; los pilotos negros de EE UU; el heroico soldado Audie Murphy; Paddy Maine, del SAS; el reportero Ernie Pyle; el luego poeta Hanns Cibulka, o el general alem¨¢n Ernst-G¨¹nther Baade, que vest¨ªa falda escocesa, Holland opina que el controvertido episodio de la evacuaci¨®n de las tropas alemanas ha sido sobrevalorado y no fue un Dunkerque nazi. ¡°Los soldados alemanes que consiguieron atravesar el estrecho y abandonar Sicilia, unos 40.000, no constitu¨ªan un problema tan gordo como algunos historiadores han intentado asegurar; no fueron decisivos luego en modo alguno¡±.
En el puesto de mando del as de caza Steinhoff
Sorprende de Sicilia 1943 que James Holand abra su narraci¨®n de la campa?a con la perspectiva de un aviador alem¨¢n, el as de caza Johannes Steinhoff, ¡°Macky para los amigos¡± y muy guapo hasta que se desfigur¨® al explotarle su reactor Me-262 en 1945. Holland, que usa el testimonio del piloto (expresado sobre todo en el libro de este El estrecho de Mesina, edici¨®n en castellano en Galland Books, 2013) a lo largo de su obra, arranca desde la base de operaciones de cazas de Trapani, en el monte Erice, donde un Steinhoff exhausto y harto de combatir en inferioridad material a causa del declive de la Luftwaffe observa el paisaje bajo un cielo de un azul ardiente. El historiador visit¨® con ¨¢nimo melanc¨®lico los restos del recinto, bajo la cima del monte donde est¨¢n el templo de la Venus ericina y el viejo castillo normando. ¡°Su libro es muy interesante. Es revelador ver como su perspectiva desesperada es la misma que ten¨ªan los pilotos de la RAF solo un a?o antes durante el asedio de Malta, al que dediqu¨¦ mi primer libro. En ese tiempo las tornas hab¨ªan cambiado completamente. Me parece relevante no ver las cosas desde nuestra perspectiva nacional y aunque nos repugnen los nazis podemos sentir empat¨ªa y l¨¢stima hacia combatientes como Steinhoff, que se enfrent¨® a Goering, y algunos de sus colegas¡±. Como sintetiz¨® el general Alexander al escuchar casualmente a unos oficiales que echaban pestes privadamente sobre la contienda y su conducci¨®n: ¡°Los alemanes est¨¢n perdiendo la guerra, si creen que estar en nuestro bando es algo malo, al¨¦grense de no estar en el suyo¡±.
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