Max Hastings: ¡°La guerra no es una novela de aventuras, es una tragedia¡±
El historiador brit¨¢nico revisa el conflicto de Vietnam en su nuevo libro y recalca que no hubo un bando moralmente mejor que el otro
La guerra de Vietnam en toda su intensidad y desde todos los ¨¢ngulos: la ic¨®nica ni?a corriendo desnuda tras el ataque con napalm, boinas verdes haciendo esqu¨ª acu¨¢tico y surfeando en la isla de Phu Quoc, la batalla de Ia Drang, el Tet, McNamara, Westmoreland y sus impecables uniformes, las chicas de los bares de Saig¨®n (¡°No money, no honey¡±), el monje budista inmol¨¢ndose, el objetor estadounidense que huy¨® del reclutamiento a las monta?as y pas¨® seis a?os viviendo en una casa en un ¨¢rbol, los ases de espadas sobre los cad¨¢veres de los Vietcong, los soldados norvietnamitas fam¨¦licos que se ven incapaces de comerse un orangut¨¢n que han cazado porque al pelarlo para cocerlo les parece una mujer gorda, dos suboficiales que esp¨ªan a Ann Margaret desvisti¨¦ndose durante su gira, el ametrallador cherokee enamorado de su M-60, el soldado al que le han volado media cabeza y se la intentan vendar para que el cerebro no le caiga en la camilla y que levanta la vista y le dice la enfermera: ¡°Bueno, ?c¨®mo pinta la cosa?¡±...
El historiador Max Hastings (Londres, 1945), autor de libros tan notables sobre otras contiendas (especialmente la Segunda Guerra Mundial) como Armaged¨®n, N¨¦mesis o 1914, el a?o de la cat¨¢strofe, publica ahora una obra monumental (Antony Beevor la ha saludado ya como su obra maestra) y polif¨®nica sobre la del Vietnam en la que, fiel a su estilo, analiza las grandes decisiones pol¨ªticas y estrat¨¦gicas sin dejar de reflejar a la vez con extraordinaria intensidad la cara humana del conflicto, c¨®mo se vivi¨® sobre el terreno, el sufrimiento, el miedo y el coraje de los combatientes (de ambos bandos) y de la poblaci¨®n civil. La guerra del Vietnam, una tragedia ¨¦pica, 1945-1975 (Cr¨ªtica), que tiene puntos de vista provocadores y pol¨¦micos y presta atenci¨®n a detalles y enfrentamientos poco conocidos, se nutre no solo de la acreditada capacidad de historiador de Hastings, que ha revisado archivos y ha entrevistado a un centenar de supervivientes de la guerra, y su excelente pulso narrativo digno de un novelista, sino de su propia experiencia, ya que el autor fue corresponsal sobre el terreno durante el conflicto y trabaj¨® en EE UU, donde conoci¨® directamente a protagonistas de la guerra como el presidente Lyndon Johnson (y tambi¨¦n a Norman Mailer, Ginsberg y Joan B¨¢ez).
Veteranos sin calzoncillos
El libro de Hastings est¨¢ lleno de cosas tan interesantes como que la mejor forma de saber c¨®mo le hab¨ªa ido la campa?a a un soldado estadounidense era preguntarle si llevaba calzoncillo: el que a¨²n los vest¨ªa no hab¨ªa estado en los sitios peores, porque la ropa interior criaba hongos en la entrepierna y se prescind¨ªa de ella. Una de las escenas m¨¢s tremendas que cuenta es cuando un Huey que ha recibido un impacto vuelca y cae sobre un grupo de soldados despedaz¨¢ndolos dantescamente con sus rotores en movimiento. A los soldados estadounidenses les impresionaba el impacto de su propio armamento ("?t¨ªo, somos los reyes, nadie puede sobrevivir a todo esto!"), pero Hastings apunta que el AK-47, el arma personal b¨¢sica de los comunistas (en la variante china Norinco-56), era superior al M-16, que caus¨® muchos problemas. La mutilaci¨®n de los cad¨¢veres del enemigo estaba muy extendida y se cobraban especialmente orejas. Los comunistas, explica Hastings, tambi¨¦n se drogaban, fumando ra¨ªces o flores blancas de la Rosa canina o escaramujo, que provocaban sue?os er¨®ticos obsesivos.
La entrevista con el historiador tiene lugar por tel¨¦fono la semana pasada y, como es ya una curiosa tradici¨®n con ¨¦l, por casualidad el d¨ªa exacto del aniversario de una batalla. ¡°?Es cierto!¡±, se exclama divertido al otro lado de la l¨ªnea. ¡°Hoy, se cumplen los 78 a?os de la invasi¨®n de Creta por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial¡±. La bibliograf¨ªa sobre la guerra del Vietnam es abundant¨ªsima, ?qu¨¦ le ha llevado a escribir su libro? ¡±A menudo se considera la guerra de Vietnam como una gran tragedia estadounidense, con 58.000 soldados muertos, y se pasa por alto el sufrimiento de la gente de Vietnam, de la que murieron cerca de dos millones de personas, m¨¢s de treinta vietnamitas por cada estadounidense. Por otro lado, tambi¨¦n se suelen recalcar la violencia y los excesos, como las masacres de My Lai y Thanh Phong, de un solo bando, el de EE UU, cuando la de Vietnam no fue una guerra de blanco o negro, como s¨ª pudo serlo, en el sentido de la lucha contra el nazismo, la Segunda Guerra Mundial. En Vietnam hubo muchas equivocaciones,errores y atrocidades tanto en un lado como en el otro. No se puede ver de ninguna manera al bando comunista como los buenos. Perpetraron muchas matanzas, ejecuciones y asesinatos, incluso de sus compatriotas, enterando vivos a los opositores y a sus familias, y llevaron la contienda con un desprecio tremendo por la vida de sus propios combatientes, indiferentes a las bajas, con ataques suicidas, una tradici¨®n desde Dienbienphu. Ho Chi Minh, por ejemplo, como todos los revolucionarios, mostr¨® una aterradora capacidad de crueldad y brutalidad. ?l, como Fidel Castro o Ch¨¦ Guevara no eran gente con un halo rom¨¢ntico como se los retrat¨®: eran revolucionarios muy duros, brutales. El caso es que todo lo atroz que hicieron Vietnam del Norte, donde imperaba una dictadura despiadada, y el Vietcong se hizo fuera de la vista de los medios y se impuso el silencio. Hay mucho material sobre lo malo que hizo EE UU pero los archivos de Hanoi siguen cerrados y todav¨ªa hoy no se puede hablar en Vietnam de lo que pas¨® en el otro lado. Tradicionalmente se ha mostrado solo la mitad de la historia. Hemos sido muy ingenuos. EE UU ment¨ªa, pero Hanoi tambi¨¦n. En gran parte, los medios de comunicaci¨®n cerraron los ojos ante la tiran¨ªa imperante en el norte que causaba penalidades a¨²n mayores a su pueblo que el r¨¦gimen del Sur. He sentido que parte de mi trabajo era intentar reparar eso¡±.
La desproporci¨®n entre el poder militar de EE UU y el de sus enemigos vietnamitas, los ic¨®nicos guerrilleros con sandalias de goma, era tremenda. ?Por qu¨¦ perdieron? ¡°Por razones sobre todo culturales, EE UU no entendi¨® a la poblaci¨®n del Vietnam y su civilizaci¨®n, proyect¨® sus propios valores. Envi¨® a todos aquellos soldados que con sus equipos, maneras e ideas resultaban tan extra?os y perturbadores a los vietnamitas a diferencia de los comunistas que se mezclaban perfectamente con ellos. El ¨¦xito militar no sirve mucho a no ser que sepas qu¨¦ hacer con ¨¦l y no puedes tomar decisiones sobre una sociedad y unas gentes a las que no entiendes en absoluto. EE UU cometi¨® desde el principio dos errores, no tener inter¨¦s real por Vietnam y los vietnamitas y creer que la guerra ten¨ªa una soluci¨®n militar¡±. EE UU, abunda, ¡°iba destruyendo el objetivo por el que luchaba¡± y crey¨® que le bastaba con su poder militar abrumador, ¡°como si fuera razonable usar un lanzallamas para limpiar de malas hierbas un parterre¡±.
Hastings opina que las guerras de EE UU en Afganist¨¢n e Irak con sus "dificultades cr¨®nicas para traducir las victorias del campo de batalla en entidades pol¨ªticas sostenibles", prueban que ¡°no se ha entendido la lecci¨®n¡±. Adem¨¢s, contin¨²a, hay que tener en cuenta que en los a?os sesenta la autoconfianza de EE UU estaba en su punto m¨¢s alto y se convirti?¨® en arrogancia. ¡°Eran el coloso del mundo. Cre¨ªan que lo pod¨ªan hacer todo. La derrota signific¨® una sorpresa y una indignaci¨®n. Vietnam indic¨® que algo estaba mal en la sociedad estadounidense¡±.
De su propia experiencia en Vietnam, de la que no habla directamente en el libro, aunque se trasluce en las p¨¢ginas en la descripci¨®n de lugares, im¨¢genes y sensaciones. Hastings dice que sobre todo le impresion¨® la ca¨ªda de Saig¨®n en 1975. ¡°Ver eso fue extraordinario. Un ej¨¦rcito y toda una sociedad que colapsa. Fue muy dram¨¢tico y estremecedor¡±. De la guerra el historiador recuerda momentos atroces pero tambi¨¦n la impresi¨®n de los paisajes naturales, la emoci¨®n de los vuelos en helic¨®ptero y ¡°la belleza de las mujeres vietnamitas¡±.
La guerra de Vietnam fue el fin de la inocencia para muchos. Tambi¨¦n para Max Hastings. ¡°Llegu¨¦ como joven corresponsal, a los 24 a?os, en 1971, con mis est¨²pidas ideas sobre el hero¨ªsmo y la guerra. Vietnam, la realidad de aquello, fue un ant¨ªdoto. Una vez vi como soldados survietnamitas recog¨ªan cad¨¢veres del Vietcong y al arrastrar uno, los intestinos le colgaban detr¨¢s como serpientes sangrientas sobre el polvo. Para el 90 % de la gente, especialmente las mujeres, sexualmente vulnerables ante cualquier hombre con un arma, la guerra no es una novela de aventuras, es una tragedia¡±.
As¨ª como en su obra habla admirativamente de libros como El americano impasible, de Graham Greene, y cita los de Philip Caputo , Michael Herr y Tim O¡¯Brien, de las pel¨ªculas sobre la guerra de Vietnam dice que ninguna es satisfactoria, ¡°ni para m¨ª ni para los veteranos¡±. Y a?ade: ¡°Es muy dif¨ªcil captar la globalidad, el conjunto de lo que era aquello, no hay ninguna pel¨ªcula que lo diga todo, la importancia de los helic¨®pteros tal vez. Pero en realidad ninguna guerra ha sido reflejada en su realidad por un filme, excepto las primeras escenas de Salvar al soldado Ryan¡±. ?Y Apocalypse Now? ¡°Lo de los helic¨®pteros est¨¢ bien. Me encantaba volar en los Huey. Era excitante. En conjunto... quiz¨¢ es una gran pel¨ªcula pero no es una gran pel¨ªcula sobre Vietnam¡±. ?Conoci¨® a militares como el coronel Kilgore (Robert Duvall) del filme de Coppola? ¡°Algunos estadounidenses locos, s¨ª. Comandantes sueltos en el delta del Mekong¡±. ?A qu¨¦ huele el napalm? Hastings tarda un momento en responder. ¡°Bueno, no lo puedo recordar, su olor concreto. Pero s¨ª puedo visualizar sus efectos y entonces va asociado al olor de carne quemada, carne humana quemada. Ese olor nunca lo olvidas¡±. No huele a gloria, pues. ¡°No¡±.
"Si no podemos dispararles, ?qu¨¦ hacemos aqu¨ª?"
Cuando Eisenhower informo a su sucesor, John F. Kennedy de los asuntos que deber¨ªa abordar durante su presidencia el pa¨ªs a vigilar no era Vietnam sino Laos, tenido adem¨¢s por el Departamento de Estado por ¡°una naci¨®n de homosexuales¡±. En las decisiones estrat¨¦gicas de la ¨¦poca pesaba el recuerdo de la Segunda Guerra Mundial y la lecci¨®n de aquella de que un poder abrumador resulta irresistible. Kennedy consideraba que no pod¨ªa dejar que Vietnam se pasase el comunismo si quer¨ªa que le reeligieran, pero al mismo tiempo habr¨ªa dicho: ¡°No tenemos futuro ah¨ª. Nos odian. No nos quieren all¨ª. En alg¨²n momento nos echar¨¢n de all¨ª de una patada en el culo¡±. En todo caso, Hastings no cree que Kennedy hubiera sacado a EE UU de Vietnam
De Westmoreland, el general que asumi¨® el mando de las tropas estadounidenses en Vietnam y dijo que ganar¨ªan porque ten¨ªan m¨¢s potencia de fuego y eran m¨¢s listos y valientes, el historiador opina que es improbable visto el caos pol¨ªtico que hered¨® que Patton o Sherman lo hubieran hecho mejor. ¡°A los militares pedirles que resuelvan desaf¨ªos pol¨ªticos y sociales que superan su capacidad intelectual, experiencia, condicionantes y recursos, es pedirles demasiado¡±. Adem¨¢s, recuerda, se quer¨ªa vencer en una guerra sin poner toda la carne en el asador, pues se pensaba que la devastaci¨®n a gran escala era incompatible con los valores de EE UU. Un sargento resumi¨® el dilema: ¡°?Por qu¨¦ no libramos esta guerra como tiene que ser, les damos a esta gente con todo... o nos marchamos?¡±. Otro soldado apunt¨®: ¡°Si no podemos disparar contra esa gente, ?qu¨¦ estamos haciendo aqu¨ª?¡±.
La guerra, recoge Hastings, pas¨® durante la administraci¨®n Johnson de ser una guerra de los survietnamitas con apoyo de los estadounidenses a ser una guerra estadounidense con la ayuda ¨Cm¨¢s que ineficaz- de los survietnamitas. El objetivo se limit¨® a matar m¨¢s Vietcongs. . Un senador de EE UU apunt¨® en 1965: Incluso si se obtiene una victoria total, aun as¨ª el resultado es malo (...) Estamos enredados de muy mala manera en un lugar en el que no deber¨ªamos estar en una situaci¨®n que se escapa r¨¢pidamente a nuestro control¡±.
El hecho de que los combatientes comunistas estuvieran en campa?a continuamente mientras que los soldados estadounidenses serv¨ªan solo un a?o y se volv¨ªan a casa precisamente cuando hab¨ªan acumulado experiencia jug¨® un papel importante en la lucha. Hastings recuerda tambi¨¦n que la mayor¨ªa, quiz¨¢ unos dos tercios de los estadounidenses que iban a Vietnam no luchaban en realidad y "no quedaban expuestos a m¨¢s riesgo que a los de la propia imprudencia: contraer una enfermedad ven¨¦rea o tomarse drogas de mierda". De los 25 millones de estadounidenses con edad de ser llamados a filas solo 2,15 millones sirvieron en Vietnam, de los que solo uno de cada 7 entr¨® en combate. Una forma de librarte era ser homosexual, haber robado ganado o matado un ¨¢guila. O fingir una ¨²lcera gastroduodenal extray¨¦ndote medio litro de sangre y bebi¨¦ndotelo justo antes de las pruebas de alistamiento. M¨¢s de medio mill¨®n de hombres se saltaron el reclutamiento pero solo se envi¨® a la c¨¢rcel por ello a 3.250. Si ten¨ªas mala suerte, por eso, te enviaban al 1? Batall¨®n del 9? Regimiento de marines apodado "los muertos vivientes" por el espantoso ¨ªndice de bajas.
Hastings recoge que todos los muertos se parec¨ªan mucho, ya fueran blancos, negros o amarillos, porqueen el clima tropical la piel se convert¨ªa r¨¢pidamente en sebo y los cad¨¢veres se asemejaban a mu?ecos de cera.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.