Elizabeth Duval, Ana Iris Sim¨®n y la comprensi¨®n lectora
Los primeros entusiastas de un libro pueden marcar definitivamente su recepci¨®n
El s¨¢bado pasado, no por casualidad 20 de noviembre, se present¨® en La Central del Museo Reina Sof¨ªa la primera novela de Elizabeth Duval, Madrid ser¨¢ la tumba. Quinto t¨ªtulo de la colecci¨®n Episodios Nacionales de la editorial Lengua de Trapo, el libro narra la okupaci¨®n de dos locales en ese ¡°pueblo manchego con acromegalia¡± que ejerce de capital de Espa?a: Hogar Social, en el barrio de Salamanca, y Casa Roja, en Lavapi¨¦s. El hecho de que el primero est¨¦ en manos de un grupo neofascista y el segundo en las de uno marxista-leninista nos permite asistir a un choque de ret¨®ricas, fines y medios sin que la autora caiga en el cinismo, el adanismo o la equidistancia. Ni en el manique¨ªsmo: sus personajes no son arquetipos, sino seres con tantas convicciones como contradicciones.
La escritora explic¨® que los fachas de su relato no son necesariamente tontos e incultos y eso llev¨® a uno de los asistentes que abarrotaron el acto a preguntarle si no tem¨ªa que la colocaran al lado de cierta ¡°novelista¡± con tendencia a la ¡°nostalgia¡±. A la pregunta le faltaban tres palabras clave (Ana Iris Sim¨®n) y cuando se acallaron las risas que provoc¨®, Duval respondi¨®: basta leer Madrid ser¨¢ la tumba para comprobar que ese temor no tiene fundamento. Tiene raz¨®n. Tambi¨¦n basta con leer Feria para comprobar dos cosas: que no es una novela sino un libro de memorias y que la nostalgia de Sim¨®n se proyecta hacia una infancia feliz, no hacia una sociedad feliz. Quienes confunden an¨¦cdota y categor¨ªa prefieren poner el foco en la admiraci¨®n de la escritora manchega hacia el amor duradero de sus amigos Juli y Tamara que en el relato del divorcio de sus padres, en la rama religiosa de su familia que en la atea y comunista.
Feria ha sido incluido por Alfaguara en su programa transatl¨¢ntico Mapa de las Lenguas y en febrero comenzar¨¢ a circular por Am¨¦rica Latina. Tal vez all¨ª lean sin prejuicios un libro cuyo pecado espa?ol es haber encontrado sus primeros lectores (entusiastas) en medios etiquetados de conservadores. La etiqueta que conden¨® a Ana Iris Sim¨®n es el reverso de la que salv¨® a Cristina Morales cuando camufl¨® fragmentos del Discurso a las juventudes de Espa?a, del falangista Ramiro Ledesma, en su novela Los combatientes, tan 15-M.
Una hora despu¨¦s de que terminara la presentaci¨®n de Madrid ser¨¢ la tumba comenzaba no muy lejos de La Central, en el Teatro de la Comedia, la representaci¨®n de la Numancia de Cervantes en el montaje de Ana Zamora. En su texto para el programa de mano, Benjam¨ªn Prado explica con brillantez el baile de interpretaciones al que los siglos han sometido una obra montada desde la exaltaci¨®n espa?olista o desde la resistencia antifascista. Depend¨ªa de si el montador era el general Palafox o el poeta Rafael Alberti. ?Iron¨ªa? ?Analog¨ªa? ?Distancia? ?Equidistancia? Lo que digan las primeras rese?as. As¨ª nos ahorramos el trabajo de leer.
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