¡®West Side Story¡¯: su m¨²sica permanece inmortal, lo dem¨¢s es correcto

Asisto con notable curiosidad y sabrosas expectativas a la nueva versi¨®n de un cl¨¢sico del cine musical con el que infinitos espectadores se quedaron hipnotizados y conmovidos al principio de los a?os sesenta. Se titulaba West Side Story. El retorno a ella lleva la firma de Steven Spielberg. O sea, palabras mayores. Este se?or ha tocado casi todos los g¨¦neros con muchos resultados memorables. Y algunos fiascos.

Hay pel¨ªculas que quedan incrustadas en el recuerdo de los receptores. Y no por su deslumbrante arte, sino tambi¨¦n por circunstancias personales. En mi caso, era un ni?o de 9 o 10 a?os cuando mis padres me llevaron a verla. Y no era de aventuras, de espadachines, de barcos, del Oeste, ni de dibujos animados. West Side Story era un musical que mostraba a gente que expresaba sus sentimientos cantando y bailando, algo desconocido en mi cinefilia. Y contaba una historia (aunque eso lo descubrir¨ªa mucho tiempo despu¨¦s) que ya hab¨ªa narrado con belleza siglos atr¨¢s un tipo genial llamado Shakespeare. ?l la situ¨® en Verona y los amantes se llamaban Romeo y Julieta. Aqu¨ª los trasladaban al West Side, un barrio neoyorquino y pobre situado al oeste de Central Park. El enfrentamiento lo protagonizaban dos pandillas conocidas como los Jets y los Sharks. Unos, descendientes de europeos que se consideraban asimismo nativos y con derecho a reinar en el barrio; los otros, portorrique?os que aspiraban no solo a sobrevivir, sino tambi¨¦n a encontrar su lugar en el sol. Y en medio, Mar¨ªa y Tony, dos s¨²bitos enamorados que solo pretend¨ªan ser felices y comer perdices. Destinados a la tragedia.

No creo que esta pel¨ªcula me fascinara absolutamente en su momento ni en posteriores revisiones. Pero s¨ª que me enamor¨¦ a perpetuidad de la maravillosa m¨²sica que se invent¨® el gran heterodoxo Leonard Bernstein en la imperecedera banda sonora. Y eran bonitas las letras de algunas canciones de Stephen Sondheim. Temas como Maria, Tonight, I Feel Pretty y Somewhere ten¨ªan capacidad para hacerte so?ar. Fue uno de los primeros discos que compr¨¦. Y el LP se ray¨® pronto en mi tocadiscos a pilas de tantas veces como lo escuch¨¦. He seguido en compa?¨ªa de esa preciosa m¨²sica toda mi vida. ?Y qu¨¦ m¨¢s cosas gratas me regal¨® esta pel¨ªcula? Pues que observar los bailes de la vitalista y muy sexi Rita Moreno me excitaba mogoll¨®n. Y c¨®mo no, era imposible no quedarse colgado con los ojos y la belleza de Natalie Wood, aquella chica a la que estuvo a punto de matar el vengativo Ethan Edwards en la legendaria Centauros del desierto y que despu¨¦s vivir¨ªa un provisional, aunque inolvidable, Esplendor en la hierba. O sea, mi memoria sentimental ante esa m¨²sica y lo que me provocaba (qu¨¦ ganas de que apareciera en mi joven vida esa sensaci¨®n llamada amor) permanecen hasta el d¨ªa de hoy. No asocio esa pel¨ªcula con las obras maestras de la historia del cine, pero me asaltan las l¨¢grimas antes y ahora al escuchar algunas de sus canciones.

?Y qu¨¦ aporta Spielberg en esta versi¨®n? Muchas ganas y una factura impecable. Lo que ignoro es c¨®mo va a reaccionar el p¨²blico. Si constituye un irresistible cebo para la gente joven y tambi¨¦n para los que quedaron fascinados con el producto original o si el personal va a pasar ligeramente de ella. Aqu¨ª, a diferencia de la primera, en la que los int¨¦rpretes cantaban doblados, aportan sus propias voces. Tambi¨¦n salen a bailar a las calles y en escenarios reales, cuando en la primera todo eran decorados. Y la banda de portorrique?os, a diferencia del producto original, est¨¢n interpretados por actores hispanos o descendientes de ellos. Se agradece el homenaje de Spielberg a Rita Moreno, ofreci¨¦ndole el papel de la anciana due?a de un colmado y eterna confidente de Tony. Todos bailan y cantan bien. Faltar¨ªa m¨¢s. Pero no me enamora ni f¨ªsica ni mentalmente Rachel Zegler, imposible sustituta para mi gusto de la hermosa Natalie Wood. Spielberg ha pretendido crear un gran espect¨¢culo en busca de la resurrecci¨®n de las salas de cine. Me gustar¨ªa que fuera as¨ª, aunque albergo lamentables dudas.