Un nuevo fest¨ªn de Montalbano
Salamandra publica ¡®La red de protecci¨®n¡¯, la nueva novela del comisario siciliano y la primera que Camilleri dict¨®
Cuando se le concedi¨® el premio Nobel a Bob Dylan se produjo un intenso debate sobre si un bardo ¨Cno el de Ast¨¦rix, evidentemente, pero un bardo al fin y cabo¨C merec¨ªa el m¨¢ximo galard¨®n de las letras mundiales. Es indiscutible el peso que el cantautor ha tenido en la cultura del siglo XX (y XXI), pero otra cosa es hasta qu¨¦ punto se le puede considerar un escritor. Sin embargo, ese debate obviaba un dato esencial: que la literatura comenz¨® de forma oral, que Homero, uno de los padres de la cultura occidental, no escrib¨ªa sus poemas, sino que los cantaba y que as¨ª se difundieron y conservaron la Iliada y la Odisea. A principios del siglo XX, investigaciones de antrop¨®logos revelaron que todav¨ªa quedaban poetas en los Balcanes que, pese a ser analfabetos, eran capaces de recitar de memoria largos cantos ¨¦picos con ecos hom¨¦ricos.
La oralidad ha llegado hasta nosotros, crecientes consumidores de podcast y de audiolibros, como una forma fundamental para escuchar historias. Y ah¨ª sigue, completamente viva, como demuestra La red de protecci¨®n, el libro n¨²mero treinta protagonizado por el comisario Montalbano y el primero que su autor, Andrea Camilleri, (Porto Empedocle, 1925- Roma, 2019) que hab¨ªa ido perdiendo la vista, no escribi¨®, sino que tuvo que dictar. Camilleri empez¨® a escribir novelas bastante tarde: public¨® a los 64 a?os el primer tomo de Montalbano, La forma del agua. Falleci¨® en Roma en 2019 a los 93 a?os, pero por problemas de visi¨®n hab¨ªa tenido que dejar de escribir hace unos a?os, aunque no de contar sus historias. Salamandra ha ido publicando religiosamente cada a?o un montalbano, pero el final definitivo de la serie se acerca. Ya solo quedan dos in¨¦ditos en espa?ol, El metodo Catalanotti y Riccardino.
Cada vez mejor
Se podr¨ªa pensar que, despu¨¦s de tres decenas de t¨ªtulos, los relatos de Montalbano estaban condenados a ir bajando en calidad. Todo lo contrario. Desde hace a?os, los lectores del comisario siciliano comprobamos que cada nuevo libro es mejor que el anterior, aunque, todo hay que decirlo, en los ¨²ltimos tiempos se hab¨ªan ido volviendo cada vez m¨¢s sombr¨ªos. No porque perdiesen el sentido del humor ¨C?eso nunca!¨C, sino porque era imposible que no llegase a la obra de Camilleri la Europa ego¨ªsta y ceniza que el anciano escritor contemplaba desde su creciente lucidez.
Era imposible que no llegase a la obra de Camilleri la Europa ego¨ªsta y ceniza que el anciano escritor contemplaba desde su creciente lucidez
La red de protecci¨®n cumple la primera regla, es una novela magistral; pero se salta la segunda. Tal vez precisamente por la oralidad, porque se nutre de la vieja alegr¨ªa de contar, es un libro especialmente luminoso y divertido. No es que no trate asuntos duros, ni que no aparezca esa Italia salvinesca, que provocaba que le llevasen los demonios a Camilleri; pero logra que una especie de buen humor flote sobre todo el libro. La novela ofrece un gran macguffin ¨Cese truco de Hitchcock para despistar al espectador con una trama secundaria¨C porque arranca con el rodaje de una pel¨ªcula sueca, cuyo equipo ha invadido la apacible Vig¨¢ta. Como todos los montalbanos, luego la novela ofrece muchas ramificaciones, una de ellas es una bella, inquietante y apasionante reflexi¨®n sobre los secretos que una familia esconde en su pasado.
Cuanto menos se cuente de la trama, mucho mejor. Se puede adelantar, eso s¨ª, que es un libro especialmente sabroso porque Camilleri presta notable atenci¨®n a la comida: ofrece un despliegue de gastronom¨ªa siciliana frente a las recetas n¨®rdicas que trata de introducir la troupe cinematogr¨¢fica. La comida es un elemento esencial para Montalbano, que se pasa el d¨ªa pendiente de los festines en la trattoria de Enzo y de lo que Adelina le haya dejado en la nevera, pero aqu¨ª simboliza m¨¢s que nunca la sabidur¨ªa del Mediterr¨¢neo, que Camilleri ha sabido transmitir a sus personajes y, en un regalo que nunca podremos agradecerle lo suficiente, a sus lectores.
Babelia
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